La Nueve

Los republicanos españoles que liberaron Paris de los nazis

Fue el 24 de agosto de 1944. Ese fue el día en que varios blindados con nombres tan castizos como «España cañí», «Guadalajara» o «Don Quijote» pisaron la ciudad de Paris. Una región que, por entonces, todavía estaba bajo poder nazi. Aquellos vehículos pertenecían a «la Nueve», la 9ª compañía encuadrada en la 2ª División Blindada de la Francia Libre (más conocida como la «División Leclerc») que, aquella jornada, fue la encargada de liberar la ciudad gala. En su interior se agolpaban soldados españoles de regiones tan variopintas como Zaragoza, Madrid o Cataluña, unos combatientes que –a su vez- habían luchado contra Franco en la Guerra Civil y habían salido de España como refugiados para integrarse en las fuerzas armadas francesas.

Los héroes de «la Nueve» (el nombre que recibía esta unidad entre la soldadesca gala por estar formada casi en su totalidad por españoles) han vuelto a ganarse un hueco en la actualidad gracias a que, el pasado miércoles, Don Felipe y Doña Letizia inauguraron en el ayuntamiento de París un pequeño jardín que recuerda su hazaña. El lugar -aislado del ruido del tráfico y del ajetreo de la capital- es conocido a partir de entonces como «Jardin des combattants de la Nueve». Todo un homenaje a estos soldados que, por órdenes expresas de Leclerc, llegaron hasta la sede de la alcaldía parisina.

La llegada a Francia

Para encontrar el origen de este grupo de combatientes es necesario retroceder en el tiempo hasta el final de la Guerra Civil. Fue entonces cuando una ingente cantidad de españoles se vieron obligados a marcharse de España tras el triunfo del general Francisco Franco. Entre ellos, había anarcosindicalistas de la CNT, trostkistas del POUM, anarquistas de la FAI, catalanistas con firmes ideas independentistas o socialistas de la UGT, así como otros tantos. Su destino: las tierras galas (ya fuera en Europa, o las zonas bajo su dominio en África). Allí, esperaban recibir una calurosa bienvenida por parte del gobierno nacional. Nada más lejos de la realidad, pues su llegada provocó desconfianza en los gabachos, que encerraron a muchos de ellos en campos de internamiento en espera de tomar una decisión sobre su porvenir.

«Al final se les dieron varias opciones para salir de los campos. La primera era hacerse repatriar a España (con lo que Francia se ahorraba la carga económica). La segunda, intentar que les contratara un particular en el exterior. La tercera, emigrar a un país latinoamericano (algo sumamente complejo). La penúltima consistía en convertirse en prestatarios militares y enrolarse en una Compañía de Trabajadores Extranjeros» afirma, en declaraciones a ABC, Diego Gaspar Celaya –doctor en Historia, investigador de la Universidad de Zaragoza y autor de «La guerra continúa. Voluntarios españoles al servicio de la Francia libre. 1940-1945» (obra que verá la luz en los próximos meses de manos de la editorial «Marcial Pons»)-.

Nace «la Nueve»

A pesar de la existencia de las opciones anteriores, la más utilizadapor los españoles fue la quinta. «La última consistía en firmar un alistamiento militar con el gobierno francés en la Legión Extranjera(por cinco años, acabara o no la Segunda Guerra Mundial) o hacerlo en el Regimiento de Marchas de Voluntarios Extranjeros (cuyo contrato finalizaría cuando acabase la guerra)», completa el experto. Así pues muchos pasaron a formar parte de las tropas francesas, al menos hasta que atacaron los nazis y todo se fue al garete con la aparición de la Francia de Vichy, la cual colaboró con Hitler en contra de su país. En ese momento fueron muchos los españoles que renunciaron y se unieron a las unidades de la resistencia comandadas por Charles de Gaulle, las denominadas «Fuerzas francesas libres».

«Se inició un gran periplo. Unos se internaron en las “Fuerzas francesas libres”, otros fueron desmovilizados e intentaron viajar hasta las regiones francesas del norte de África, que eran colaboracionistas y pertenecían a la Francia de Vichy. Finalmente, algunos fueron llevados de nuevo a campos de internamiento», determina Gaspar. A su vez, no fueron pocos los que se alistaron en el Cuerpo Franco de África, un contingente creado el 25 de noviembre de 1942 con el objetivo de aglutinar en sus filas a aquellos jóvenes africanos dispuestos a combatir bajo bandera francesa, pero que se negaban a hacerlo en las filas del ejército de África.

«Puesto al mando del general Giraud, el Cuerpo Franco de África fue concebido como una tropa de choque lista para intervenir al lado de los aliados. Dicha unidad contaba con varios batallones, siendo el tercero de ellos de mayoría española y el quinto el que aglutinaba un mayor número de refugiados antifascistas de todas las nacionalidades. El segundo, el cuarto y el sexto contenían un mayor número de efectivos musulmanes norteafricanos o “indígenas”. Este grupo tenía una compañía que se llamaba "la Nueve”, el germen de la futura 9ª», añade el experto.

Fusilazo por aquí, entrenamiento por allá, el tiempo fue pasando para los españoles ubicados en diferentes unidades hasta que, el 31 de julio de 1943 se formó el Ejército de Liberación Francés (las Fuerzas Armadas Unificadas de la Resistencia) de forma oficial tras la unión de todas los grupos galos que combatían a los nazis dentro y fuera del país. Fue en ese momento se empezó a reorganizar a nuestros compatriotas en diferentes unidades.

La 9ª entra en París

Tras la creación de las Fuerzas Armadas Unificadas de la Resistencia, el gobierno comenzó a organizar sus fuerzas. Así fue como se creó la 2ª División Blindada (la denominada Leclerc en honor a su general, Philippe Leclerc de Hauteclocque). Dentro de ella se ubicaban –a su vez- varios regimientos. Uno de ellos era el «Regimiento de Marcha del Chad», el cual incluía, por su parte, varios batallones. Era en el tercero de estos en el que se ubicaba la 9ª compañía, la cual -junto con la 10ª, la 11ª y la 12ª- contaba con españoles en sus filas. No obstante, «la Nueve», como empezó a ser conocida, contaba con una peculiaridad. «Era excepcional porque una gran mayoría de sus miembros eran españoles. Unos 144 contando con oficialidad cuando la integraban 160. Pero no nos podemos olvidar de que en el resto también había españoles», determina Gaspar.

La llegada de los «Half-Track»

Tras su alumbramiento, la 2ª División Blindada de la Francia Libre recibió órdenes de permanecer en Temara (ubicada en Marruecos 300 kilómetros al oeste de Ceuta). Allí, en palabras de Gaspar, esperó durante aproximadamente un año nuevas órdenes de actuación. Durante ese tiempo, sin embargo, no estuvieron con las manos cruzadas, sino que se dedicaron a entrenarse y a aclimatarse al nuevo equipo que habían recibido «made in USA». El tío Sam, según parecía, se había preocupado muy mucho de que sus aliados estuvieran aptos para enfrentarse a los hombres de la esvástica y les dieran algo de guerra. El 8 de abril, la Leclerc entera fue enviada a Inglaterra. El destino les llamaba y sabían que participarían en el Desembarco de Normandía.

Fue precisamente en el campamento británico ubicado en Hall (Liverpool) donde «la Nueve» recibió unos buenos regalos: varios vehículos blindados «Half-Track» (unos camiones de transporte ligeros sumamente móviles, aunque muy poco efectivos contra carros de combate). Los presentes fueron bien recibidos por los españoles, que solicitaron permiso para bautizar sus nuevos «juguetes» como a ellos les viniera en gana. El mando aceptó de buen grado pues, al fin y al cabo, aquellos pobres diablos iban a mirar algunas jornadas después a la muerte a la cara en Normandía. Más les valdría habérselo prohibido, pues se montó un guirigay propio de una comedia cuando se abrió el debate sobre los condenados apodos.

Varios miembros de «la Nueve» posan frente a un vehículo

«Se hizo asamblea de los españoles, que fue, como es fácil de imaginar, tumultosa, ya que desde Pasionaria a Durruti, pasando por las siglas del POUM, salieron nombres para bautizar mil blindados. Hasta que los jefes de la sección (Moreno, Granell, Elías) decidieron cortar por lo sano y darles nombres de batallas de la guerra de España. Y al mio –terció Moreno- le pondremos “Don Quijote”, por ser el papel que estamos desempeñando nosotros desde que salimos de nuestra tierra», explica el fallecido escritor Eduardo Pons Prades en su dossier «Republicanos en la liberación de París». Al parecer, la tarea de escribir los apodos de los vehículos se le cedió a Antonio Clarasó por su buena letra (ya que se hacía, debieron pensar, que quedasen bonitos).

Así pues, algunos vehículos fueron bautizados como «Guadalajara», «Brunete», «Ebro», «Santander», «Belchite», «Jarama», «Teruel», «Guernica» o «Madrid». Estos vehículos permitían a «la Nueve» llevar a cabo la misión para la que había sido ideada. «Por su gran movilidad y su rápida respuesta, los semiorugas modelo M3 eran útiles para esta compañía, que era un elemento de vanguardia. Es decir, su misión consistía en avanzar al frente del regimiento y “peinar” las zonas antes de la llegada del cuerpo principal-. Con todo, y aunque hacía estas labores, también era una unidad de combate», explica el experto.

El Día D

Finalmente, y tras multitud de preparativos, «la Nueve» -como parte de la 2ª División Blindada francesa- desembarcó en Normandía el 1 de agosto. El objetivo de sus 160 soldados, al igual que el de tantos otros aliados, era atravesar las defensas nazis, contrarrestar el contraataque que –previsiblemente- ordenaría Hitler y, finalmente, ponerse el cuchillo entre los dientes y avanzar hasta París.

«La Nueve» desembarcó en Normandía el 1 de agosto

«A partir de agosto, “la Nueve” participó en la toma del puente sobre el rio Sarthe, la conquista de Alençon, el avance sobre Falait (donde se determinó, por la extenuación alemana, que el desembarco había tenido éxito) y en la conquista del pueblo de Écouché. En esta última acción sufrieron bastante, pues recibieron por equivocación fuego de artillería amiga y, además, tuvieron 7 muertos y 10 heridos graves», añade Gaspar.

Durante todo el avance realizado después del Desembarco de Normandía, y como buena unidad de reconocimiento, los españoles de «la Nueve» estuvieron siempre en vanguardia, lo que les granjeó multitud de bajas (entre las que se cuentan muertos y heridos). De hecho, y tal y como explica el doctor en historia, al final de la contienda apenas quedaron una veintena de combatientes total y absolutamente sanos.

Una absurda retirada

Tras la toma de la región de Écouché (ubicada a 260 kilómetros de la capital), la 2ª División Blindada recibió, al fin, la orden de dirigirse hacia París el 23 de agosto. La noticia fue recibida de buen agrado, pues la capital era un enclave de vital importancia a nivel moral debido a que sus ciudadanos llevaban enfrentándose a las tropas nazis más de lo que podían recordar. Comenzaba la carrera hacia la bella ciudad que, en su momento, fue tomada sin dificultad por las tropas de Hitler. Para cumplir este objetivo, los de Leclerc se dividieron en dos columnas. La primera sería la defensiva mientras que, por su parte, la segunda sería la encargada de llegar a su objetivo acabando con toda resistencia que encontrasen. Como siempre, «la Nueve» (al mando del capitán francés Raymon Dronne) iba al frente, preparada para cualquier eventualidad.

Al día siguiente, el 24 de agosto, se sucedieron todo tipo de combates contras las defensas a ultranza de los alemanes. En ellas, «la Nueve» demostró su valía, ya fuese luchando de la mano de carros de combate aliados, o limpiando las posiciones nazis de cañones anti-carro. Sin embargo, cuando Dronne llegó al pueblo de Fresnes (a unos 15 kilómetros de París) recibió la extraña orden de rehacer el camino avanzado. Tocaba retirada, a pesar de lo cerca que estaban de la capital. A regañadientes (y seguro que con algún insulto que otro), el galo y los españoles acataron lo dicho y regresaron a una posición más retrasada.

Efectivos franceses entran en París

Horas después, «la Nueve» llegó a la posición que se les había encomendado. Eso sí, con un humor de perros. En ese momento se dio una situación rocambolesca cuando el mismísimo Leclerc observó que los hombres que ya creía en París se hallaban allí. El enfado con Dronne fue mayúsculo, y no amainó cuando este le dijo que recibía órdenes. «No se ejecutan las órdenes idiotas Raymond. Vaya derecho a París, entre en París. Pase por donde quiera, arrójese al corazón de París, diga a los parisinos que no se desmoralicen, dígales que toda la división estará en París mañana por la mañana», señaló el general galo.

Las razones de Leclerc por tomar la capital eran, sin duda, fundadas, y Dronne las entendió al instante. «Era inútil puntualizar el objetivo, porque el objetivo no era militar. Estaba claro, era evidente, que en el pensamiento del general el objetivo era psicológico. Se trataba de apuntalar la moral de la Resistencia y de la población sublevada, que esperaban con impaciencia la llegada de las fuerzas aliadas. Cada hora que pasaba aumentaba su inquietud. […] Debíamos infundirles valor con nuestra presencia, aunque esta fuera simbólica. Se trataba de que vieran a la 2ª División Blindada, la única francesa desembarcada en Normandía», explicó el propio capitán en sus memorias.

Llegada a París

Dicho y hecho. Al instante, Dronne armó lo que quedaba de «la Nueve» e inició camino, de nuevo, hacia la capital. Una misión para la que contaba con sus «Half-tracks», tres carros de combate medios «Sherman», un jeep en el que viajaba el propio capitán y, finalmente, dos camiones con dos grupos de ingenieros. «Los mandaban el zaragozano Martín Bernal, el madrileño Federico Moreno y el andaluz Montoya, secundados por el catalán Elías, el canario Campos y el valenciano Domínguez. Con el resto de las dotaciones, un total de 36 exsoldados del ejército republicano español», completa el fallecido autor español en su obra.

Increíblemente, la resistencia fue nula y, a las 21:22, los camiones «Guadalajara», «Brunete», «Ebro», «Santander», «Belchite», «Jarama», «Teruel», «Guernica», «Madrid», «España cañi» y «Don Quijote» se hallaban en el Ayuntamiento francés. Curiosamente, la unidad generó en principio cierto recelo a los franceses, que no sabían a qué ejército pertenecían los vehículos. Cuando se percataron de que eran de la 2ª División Blindada Leclerc, el júbilo se generalizó de tal forma que no importó que los que salieron de aquellos cacharros tuvieran un extraño acento español.

Los parisinos curiosean un carro de combate «Sherman»

Acto seguido, Dronne ordenó formar posición de «Erizo» (defensiva) y llamó por radio. «Misión cumplida». Sin embargo, también recalcó que hacían falta refuerzos. Al día siguiente, el grueso de la División entró en París acompañando a «la Nueve», cuyos miembros se habían hecho con banderas republicanas (algo que asombró a los oficiales, que no lograron saber de dónde las habían sacado) y las lucíanpor las calles. El resto, como se suele decir, es historia.

Con todo, lo cierto es que estos españoles se ganaron lo que Dronne dijode ellos en sus memorias: . «Eran hombres muy valientes. Difíciles de mandar, orgullosos, temerarios. Con una experiencia inmediata de la guerra. Muchos de ellos atravesaban una crisis moral grave, como consecuencia de la guerra civil española».