Kalendas

La fecha la expresaban los romanos con antelación a los días fijos del mes, Kalendae, Nonae, Idus; las calendas son los días 1 de todos los meses; las nonas, 7 de marzo, mayo, julio y octubre, y 5, del resto de los meses; los idus (masculino en español, cf. DLE. s.v.), el día 15 de los mismos meses y el 13 del resto. Esta antelación comporta que los días posteriores a la última fecha fija del mes (Idus) se cuenten desde las calendas del mes siguiente. Los días se expresan con el ordinal y cómputo inclusivo, esto es, el día de partida y el de llegada, por ejemplo, el día 30 de mayo se dice: ante diem tertium Kalendas Iunias, contando desde el día fijo hacia atrás, 1, 31 y 30, tres días. El nombre del mes latino va generalmente como adjetivo concertando con el sustantivo plural del día fijo, que en latín es género gramatical femenino, aunque se puede encontrar en gen. sg. m. (mensis); cf. expresión de tiempo. Abreviadamente se escribirá: III Kal. Iun. MMXIV, sea cual fuere su desarrollo. El día anterior a cualquiera de esos días fijos se expresa con el adv. pridie, v. gr., 31 de diciembre: pr. Kal. Ian. El año, que para diciembre será el del mes corriente y no el de las calendas de enero, se expresa en el ordinal de la cronología adoptada: ante diem tertium Kalendas Ianuarias bis millesimi quarti decimi anni ab Christo nato, literalmente, el tercer día antes de las calendas de enero del décimo cuarto año del segundo milenio desde el nacimiento de Cristo, 30 de diciembre de 2014.

Antes de la reforma del pontífice máximo Gayo Julio César en el año 45 a. C., el calendario romano constaba de 12 meses, 4 de 31 días, marzo, mayo, julio (llamado Quintilis) y octubre; 7 de 29 días, enero, abril, junio, agosto (entonces Sextilis), septiembre, noviembre y diciembre, y 1 de 28, febrero, haciendo un total el año de 355 días. Cada dos años se intercalaban 22 o 23 días, que tenían lugar en el mes Februarius, después de las fiestas de los Terminalia, el día 23. Los 5 días de febrero que quedaban se añadían después de ese mes Intercalaris. Los días de febrero después de las Idus, día 13, tomaban como referencia ese mes intercalar, p. ej, ante (diem) V Kal. Intercalaris (= 20 de febrero, contando desde el 24 de febrero, como en Pro P. Quintio oratio, cap. 79, de Cicerón, que fue pronunciado en el 81 a. C.). Si el 14 de febrero aún no se sabía si los pontifices iban a añadir el mes intercalar se tomaba como referencia las fiestas de los Terminalia (Bickerman 1969: 43).

Para identificar los años “desde la fundación de la Ciudad”, en latín, ab urbe condita (A.U.C) con los de nuestra era, hay que tener en cuenta que el 753 A.U.C = 1 a. C., y el 754 A.U.C = 1 d. C.; por tanto, para los años antes de Cristo, tenemos la ecuación 753 menos año A.U.C. más 1, igual al año a. C., siglas en inglés B. C., o más simple, 754 menos los años A. U. C. Para los d. C., en el ámbito angloparlante por la siglas latinas, A. D., se suma 753 sin más ecuaciones.

E. J. Bickerman, Chronology of the Ancient World, Londres: Thames and Hudson, 1969.

Antonio Blázquez, «Cronología en la antigüedad clásica», Revista de Archivos Bibliotecas y Museos, 27, 1912, pp. 336-363, y 28, 1913, pp. 25-57.

G. Declercq, «Dionysius Exiguus and the Introduction of the Christian Era», Sacris erudiri, 41, 2002, pp. 165-246.

Néstor F. Marqués, Un año en la antigua Roma. La vida cotidiana de los romanos a través de su calendario, Barcelona: Espasa Libros, 2018; de amena lectura y muy documentado.

Algunos textos sobre el calendario romano:

El nombre de los primeros cuatro meses del calendario primitivo.

Varro ling. 6.33-34: Mensium nomina fere sunt aperta, si a Martio, ut antiqui constituerunt, numeres: nam primus a Marte. Secundus, ut Fuluius scribit et Iunius, a Venere, quod ea sit Aphrodite; cuius nomen ego antiquis litteris quod nusquam inueni magis puto dictum quod uer omnia aperit Aprilem. Tertius a maioribus Maius, quartus a iunioribus dictus Iunius. Dehinc quintus Quintilis et sic deinceps usque ad Decembrem a numero. Ad hos qui additi prior a principe deo Ianuarius appellatus; posterior, ut idem dicunt scriptores, ab diis inferis Februarius appellatus, quod tum his parentetur; ego magis arbitror Februarium a die februato, quod tum februatur populus.

            Varrón, De la lengua latina, VI 33-34: Los nombres de los meses están bastante claros, si se comienza a contar desde marzo, como hacen los antiguos. El primero viene de Marte. El segundo, de Venus, según dejaron escrito Fulvio y Junio, ya que ésta es Afrodita; ahora bien, como yo no he encontrado por ningún sitio este nombre en los escritos antiguos, me inclino a pensar que abril se llama porque la primavera abre todas las cosas. El tercero, mayo, deriva de los ancianos; el cuarto, junio, de los jóvenes. A continuación, el quinto se llamó Quintilis, y a partir de él, hasta diciembre derivan del número correlativo. Los que fueron añadidos a estos, el primero, llamado enero, tomó el nombre del dios que ocupa el primer lugar (Jano); el segundo, en opinión de los mismos escritores, se denomina febrero en razón de los dioses del infierno, porque en éste mes se les rinden honras fúnebres; por mi parte, prefiero opinar que febrero viene de 'dies februatus', día de purificación, porque entonces se purifica al pueblo.

El nombre de los meses julio y agosto.

Cens. 22.16: Ex his duodecim mensibus duorum tantum nomina inmutata. Nam Quintilis Iulius cognominatus est C. Caesare V et M. Antonio cons. anno Iuliano secundo. Qui autem Sextilis fuerat, ex S.C. Marcio Censorino C. Asinio Gallo cons. in Augusti honorem dictus est Augustus anno Augusti uicensimo, quae nomina etiam nunc ad hanc permanent memoriam.

            Censorino, Natalicio 22.16: De estos doce meses tan sólo se cambiaron el nombre de dos. En efecto, el mes Quintilis fue denominado julio en el consulado de Gayo César por quinta vez y Marco Antonio [44 a.C.], en el segundo año juliano. Por su parte, el mes que había sido Sextilis, según un senadoconsulto, en el consulado de Marcio Censorino y Gayo Asinio Galo [8 a. C.], en honor de Augusto fue llamado agosto, en el vigésimo año de Augusto, y estos nombres aún permanecen hasta esta época nuestra.

El origen de los término calendas, nonas e idus.

Macr. Sat.1.15.9: Priscis ergo temporibus, antequam fasti a Cn. Flauio scriba inuitis patribus in omnium notitiam proderentur, pontifici minori haec prouincia delegabatur ut nouae lunae primum obseruaret aspectum uisamque regi sacrificulo nuntiaret. Itaque sacrificio a rege et minore pontifice celebrato idem pontifex calata, id est uocata, in Capitolium plebe iuxta curiam Calabram, quae casae Romuli proxima est, quot numero dies a kalendis ad nonas superessent pronuntiabat, et quintanas quidem dicto quinquies uerbo καλῶ septimanas repetito septies praedicabat. Verbum autem καλῶ Graecum est, id est uoco, et hunc diem, qui ex his diebus qui calarentur primus esst, placuit kalendas uocari.

               Macrobio, Saturnales I 15,9: Pues en los tiempos primitivos, antes de que, con la oposición del senado, los fastos fueran divulgados para conocimiento de todo el mundo por el escriba Gneo Flavio, se encomendaba a un pontífice menor el cometido de observar la primera aparición de la luna nueva y, una vez vista, anunciarlo al rey sacrificial. Así, una vez celebrado el sacrificio por el rey y el pontífice menor, el mismo pontífice, después de 'clamar', es decir, convocar a la plebe al Capitolio, junto a la curia Calabra que está aledaña a la casa de Rómulo, anunciaba en su número cuántos días quedaban de las calendas a las nonas, y proclamaba, si éstas era en el quinto día, diciendo cinco veces el verbo 'yo clamo', y si en el séptimo día, lo repetía siete veces. Este verbo 'calo', 'yo clamo', es griego, esto es, yo convoco, y a este día, que era el primero desde los que eran 'aclamados', dieron en llamarlo 'calendas'.

Varro ling. 6.28: Nonae appellatae aut quod ante diem nonum Idus semper.

               Varrón, De la lengua latina, VI 28: Se llaman nonas porque siempre quedan en noveno día antes de las idus.

Cic. N.D. 2.69: Adhibetur [sc. Diana] autem ad partus, quod ii maturescunt aut septem non numquam aut ut plerumque nouem lunae cursibus, qui quia mensa spatia conficiunt menses nominantur.

               Cicerón, La naturaleza de los dioses, II 69: La diosa Diana es invocada también en los partos, porque estos están en sazón, a veces, a los siete o, como casi siempre, a los nueve cursos de la luna, los cuales, como llevan a cabo los recorridos midiéndolos, se denominan meses.

El origen de la denominación ‘año bisiesto’.

Macr. Sat.1.14.3: Ergo C. Caesar exordium nouae ordinationis initurus dies omnes qui adhuc confusionem poterant facere consumpsit, eaque re factum est ut annus confusionis ultimus in quadringentos quadraginta tres dies protenderetur. Post hoc imitatus Aegyptios, solos diuinarum rerum omnium conscios, ad numerum solis, qui diebus trecentis sexaginta quinque et quadrante cursum conficit, annum dirigere contendit. Nam sicut lunaris annus mensis, quia luna paulo minus quam mensem in zodiaci circumitione consumit, ita solis annus hoc dierum numero colligendus est quem peragit dum ad id signum se denuo uertit ex quo digressus est. [...] Iulius igitur Caesar decem dies obseruationi ueteri super adiecit, ut annum trecenti sexaginta quinque dies, quibus sol zodiacum lustrat, efficerent, et ne quadrans deesset, statuit ut quarto quoque anno sacerdotes, qui curabant mensibus ac diebus, unum intercalarent diem, idque bissextum censuit nominandum.

               Macrobio, Saturnalia I 14,3-4, 6: En consecuencia, Gayo César, para iniciar el principio de la nueva ordenación, agotó todos los días que hasta entonces podía originar confusión, y por tal razón sucedió que el último año [46 a.C.] de la confusión se prolongó 443 días. Después de esto, imitando a los egipcios, únicos y cabales conocedores de las ciencias divinas, ajustó el año al ritmo del Sol, que completa su órbita en 365 días y un cuarto. Pues, así como el año lunar es un mes, puesto que la Luna emplea poco menos de un mes en el recorrido del zodíaco, así el año solar ha de entenderse en este número de días que completa hasta que retorna a ese signo del que partió. [...] Por tanto, Julio César agregó diez días más al primitivo cómputo para que formasen el año los 365 días en los cuales el Sol recorre el zodíaco, y, para que no faltase el cuarto, estableció que cada cuatro años los sacerdotes encargados de los meses y días intercalasen un día precisamente en ese mes y en el lugar en que también entre los antiguos se intercalaba el mes, esto es, antes de los cinco últimos días del mes de febrero [el sexto día ante de las calendas de marzo], y dispuso que fuese llamado bisiesto [una segunda vez el sexto día].

Macr. Sat. 1.13.15: Romani non confecto Februario sed post uicesimum et tertium diem eius intercalabant, Terminalibus scilicet iam peractis. Deinde reliquos Februarii mensis dies, qui erant quinque, post intercalationem subiungebant, credo uetere religionis suae more, ut Februarium omni modo Martius consequeretur.

               Macrobio, Saturnalia I 13.15: Los romanos no intercalaban los días de más una vez acabado el mes de febrero, sino después del día 23, finalizadas ya la fiesta de las Terminalias; luego, agregaban detrás de la intercalación los restantes días del mes de febrero, que eran cinco, supongo yo que por una ancestral constumbre de su religión, para que el mes de Marte sucediera, de todas formas, al de Februo.

El visión de los planetas desde la Tierra configurará el orden de los siete días de la semana.

Cic. rep. 6.17: Nouem tibi orbibus uel potius globis connexa sunt omnia, quorum unus est caelestis, extimus, qui reliquos omnes complectitur, summus ipse deus arcens et continens ceteros; in quo sunt infixi illi qui uoluuntur stellarum cursus sempiterni. Huic subiecti sunt septem qui uersantur retro contrario motu atque caelum. Ex quibus unum globum possidet illa, quam in terris Saturniam nominant. Deinde est hominum generi prosperus et salutaris ille fulgor qui dicitur Iouis. Tum rutilus horribilisque terris quem Martium dicitis. Deinde subter mediam fere regionem Sol obtinet, dux et princeps et moderator luminum reliquorum, mens mundi et temperatio, tanta magnitudine ut cuncta sua luce lustret et compleat. Hunc ut comites consequuntur Veneris alter, alter Mercurii cursus, in infimoque orbe Luna radiis Solis accensa conuertitur.

               Cicerón, República VI 17: Hete aquí que todas las cosas están conectadas a través de nueve círculos, o mejor, esferas; una de las cuales, la más externa, es la del cielo, que abarca las otras todas: la propia divinidad suprema, que encierra y contiene a todas las demás, en la cual están fijados aquellos cursos de las estrellas que giran eternos. Situados debajo de ésta hay siete órbitas que dan vueltas hacia atrás en un movimiento contrario al del cielo. A una esfera de éstas la ocupa la que en la tierra llaman de Saturno. Después está aquel resplandor propicio y benéfico para el género humano que se llama de Júpiter; luego el rojo y terrible para la tierra que llamáis de Marte. A continuación y debajo hacia la mitad ocupa la zona el Sol, guía, jefe y regulador de las demás luminarias, mente y equilibrio del mundo, de tan gran magnitud que con su propia luz ilumina y cubre todas las cosas. Como acompañantes le sigue primero la órbita de Venus, luego la de Mercurio, y en la esfera más baja gira la Luna iluminada por los rayos del Sol.

Cada día se consagra al planeta que ocupa la primera hora de las veinticuatro empezando por Saturno y terminando por la Luna, para, después de tres rondas, volver a empezar con Saturno en la hora XXII, por lo que el siguiente día estará dedicado al planeta que ocupe su primera hora, el Sol.

Cod. Th. 2.8.18: Solis die, quem Dominicum rite dixere maiores, omnium omnino litium, negotiorum, conuentionum quiescat intentio; debitum publicum priuatumque nullus efflagitet; nec apud ipsos quidem arbitros uel iudiciis flagitatos uel sponte delectos ulla sit agnitio iurgiorum. et non modo notabilis, uerum etiam sacrilegus iudicetur, qui a sanctae religionis instinctu rituue deflexerit. Proposita III Non. Nou. Aquileiae, accepta VIII K. Dec. Romae Honorio n. p. et Euodio conss.

               Código de Teodosio 2.8.18: En el día del Sol, que nuestros padres, religiosamente, denominaron del Señor (i. domingo), debe cesar por completo la actividad de todos los litigios, negocios y reuniones; nadie debe reclamar deuda pública o particular; ni debe haber ningún reconocimiento de litigios entre los propios jueces tanto si son reclamados en juicio, como elegidos voluntariamente. Y quien se apartare de la inspiración y el rito de la santa religión, no sólo será reprobado sino también sacrílego. Dada en Aquilea, a tres de noviembre y recibida en Roma a 24 de noviembre, en el consulado de nuestro príncipe Honorio y Evodio [386 d.C.].

Fecha de los solsticios en los primeros siglos del Imperio romano.

Colum. 9.14: Ab aequinoctio primo, quod mense Martio circa VIII Kalendas Aprilis in octaua parte Arietis conficitur, ad ortum Vergiliarum dies uerni temporis habentur duodequinquaginta. [...] Ab occasu Vergiliarum ad brumam, quae fere conficitur circa VIII Kalendas Ianuarii in octaua parte Capricorni, iam recondito melle utuntur examina. Nec me fallit Hipparchi ratio, quae docet solstitia et aequinoctia non octauis sed primis partibus signorum confici. Verum in hac ruris disciplina sequor nunc Eudoxi et Metonis antiquorumque fastus astrologorum, qui sunt aptati publicis sacrificiis, quia et notior est ista uetus agricolis concepta opinio, nec tamen Hipparchi subtilitas pinguioribus ut aiunt rusticorum litteris necessaria est.

            Columela, Los doce libros de agricultura IX 14: Desde el primer equinoccio, que se produce en el mes de marzo hacia el octavo día antes de las calendas de abril [25 marzo] cuando el sol está en el octavo grado de Aries, hasta el orto de las Pléyades hay cuarenta y ocho días de primavera. [...] Desde el ocaso de las Pléyades hasta el solsticio de invierno, que se produce por el octavo día antes de las calendas de enero [25 diciembre] en el octavo grado de Capricornio, los enjambres se sirven de la miel almacenada. Y no ignoro el cómputo de Hiparco, que expone que los solsticios y equinoccios se producen no en el octavo grado de los signos, sino en el primero. Pero yo, en esta instrucción de la agricultura, sigo los calendarios de los antiguos astrónomos Eudoxo y Metón, los cuales están adaptados a las festividades de la religión del Estado, ya que esta opinión, concebida en los tiempos antiguos, es más conocida por los labradores, y, aun así, tampoco la sutil teoría de Hiparco es necesaria a los rudimentarios conocimientos de la gente del campo.

Hipótesis sobre la divergencia entre el comienzo de año y el solsticio invernal (lat. bruma < bre(ui)ma dies ‘el día más breve’) antes de la reforma gregoriana.

Sep. Epist. 2.30 (Salamanca 1557, f.70): Haec cum ita sint, uideo tamen difficile factu fuisse, septem dies brumae et Cal. Ianuar. interiectos publico mortalium errore latenter obrepuisse. [...] Iulium Caesarem, uel potius Sosigenem, principio anno solsticium brumale fecisse, Ianuario uero nouam lunam, quae proxime secuta est, octauo scilicet post die. [...] Non igitur hanc causam, quae nulla est, secutus esse Caesar, uel Sosigenes uideri potest, sed illam quam solam mihi uenit in mentem suspicari, quod tum ad fastorum sibi conficiendam rationem accommodatius, tum inueteratae sacrificiorum consuetudini conuenientius Caesari uisum est, a noua luna Ianuarium mensem inchoari, saltem eo anno, unde decemnouem annorum circuli ab ipso traditi principium sumendum ac repetendum erat.

            Carta de Juan Ginés de Sepúlveda al cardenal Gaspar Contarini, ca. 1541, en Epistolarum libri septem (Salamanca, 1557), lib. II, ep. XXX, fol. 70, [BUS  A Res. 14/6/08, Res. 27/7/14]: Aun así, veo difícil de explicar por qué se han introducido subrepticiamente los siete días entre el solsticio de invierno y las calendas de enero, que implica un manifiesto error [...] En efecto, Julio César, o mejor Sosígenes, hizo coincidir el principio de año con el solsticio de invierno, pero esperó ocho días hasta la próxima luna para hacer coincidir con ella el primer día del mes de enero. [...] Así pues, Julio César o Sosígenes, no parece haber seguido esa razón, que no tiene fundamento alguno, sino tan sólo aquella que a mí se me ha ocurrido sospechar, a saber, que la coincidencia del primer día de enero con la luna nueva resultaba más adecuada para abrir el calendario por estar más en armonía con las viejas costumbres de celebrar en tal fecha los sacrificios. Por ello, empezó a contar el año desde el primer día lunar, constituyéndolo así como fundamento y principio del ciclo de diecinueve años, ciclo que, una vez transcurrido, habría de repetirse el primer día del año en el mismo día.

El calendario es la institución romana más perdurable.

Plinio, Historia natural, XVIII (57).211: Tres autem fuere sectae, Chaldaea, Aegyptia, Graeca. his addidit quartam apud nos Caesar dictator annos ad solis cursum redigens singulos Sosigene perito scientiae eius adhibito. Hubo, pues, tres escuelas [de medición astronómica], la caldea, la egipcia y la griega. A estas añadió una cuarta de nuestra nación César el dictador, al restablecer cada año al curso del sol mediante el asesoramiento de Sosígenes, experto en esta ciencia.

El Pensamiento Romano en los Textos Literarios Latinos, Optativa de 4º curso del Grado y Doble Gr. FilClás. Universidad de Sevilla