Departamento de Historia de América, Universidad de Sevilla
Historiador, Doctor en Historia por la Universidad Pablo de Olavide y especialista en Historia y crítica de la Arquitectura y el Urbanismo por la Universidad de Buenos Aires. Desde el año 2011 es profesor Titular del Departamento de Historia de América de la Universidad de Sevilla. Como investigador cuenta con tres sexenios de investigación y con numerosas publicaciones sobre diferentes aspectos relativos a la historia urbana de América Latina. Ha participado en diferentes proyectos de investigación internacionales y nacionales, en algunos como investigador principal, y realizado estancias postdoctorales en universidades de Europa, América Latina y Estados Unidos de Norteamérica. Es coordinador del grupo de investigación ‘HUM-1042 Dinámicas sociales e identitarias en la historia de América Latina y el Caribe’, del Plan Andaluz de Investigación, director de la Colección Americana de la Editorial Universidad de Sevilla y presidente de la Asociación Española de Americanistas
Imagen de Portada: Gobernador don Miguel Antonio de Ustáriz. José Campeche y Jordán. 1789-1792, Puerto Rico, óleo sobre madera. Fuente: Colección Instituto de Cultura Puertorriqueña
Según menciona el historiador Stuart Schwartz, con la temporada de huracanes del año 1766 comenzó un ciclo intensivo de eventos de El Niño y La Niña que se prolongó durante cuatro décadas, aspecto que se tradujo, entre otras cosas, en el incremento de la frecuencia y la intensidad de las tormentas y lluvias en el Atlántico Norte. De manera alternativa, se produjeron períodos prolongados de sequía que generaron malas cosechas y empeoraron las condiciones de la erosión del suelo, aspecto que contribuyó a que la región del Caribe fuera más vulnerable a las inundaciones cuando regresaban las lluvias. Esta situación exigió, según destaca el mencionado autor, “un nuevo tipo de respuestas por parte de las sociedades y los gobiernos imperiales de toda la región”.
Todo ello se produjo precisamente en el contexto del auge del interés científico ilustrado relacionado con el estudio del origen de determinados fenómenos naturales, si bien, como menciona la antropóloga e historiadora Virginia García Acosta, la producción bibliográfica en el campo de las ciencias en la América hispana era por entonces todavía limitada, por factores relativos tanto al control político-religioso, al proteccionismo de la imprenta española y a la prioridad que se daba a la publicación de obras de carácter religioso.
Existen diferentes estudios que desde la disciplina de la Historia se han interesado por el análisis de los efectos que fenómenos meteorológicos adversos han tenido sobre diferentes enclaves del Caribe, especialmente los huracanes más devastadores, por ser los que generaron más información y respuestas más contundentes por parte de las autoridades. Entre ellos se encuentran varios trabajos relativos a las respuestas dadas por las autoridades de la isla de Puerto Rico durante el siglo XVIII y las primeras décadas del XIX a situaciones de desastre originadas por huracanes, también por lluvias torrenciales o períodos de sequía, que hemos realizado en el marco del proyecto europeo Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World, dirigido por la Dra. Consuelo Naranjo Orovio del CSIC (España).
A partir de los resultados obtenidos podemos afirmar que, si bien las ideas de la Ilustración llegaron a Puerto Rico con cierto retraso en relación con otros territorios de la América hispana, siendo el momento de su máximo apogeo el período que se corresponde con el gobierno de Miguel de la Torre (1823-1837), durante las últimas dos décadas del siglo XVIII se llevaron a cabo algunas iniciativas con las que las autoridades trataron de dar respuesta a los efectos ocasionados en la isla por huracanes y lluvias torrenciales, más allá de las habituales para garantizar el abastecimiento de determinados alimentos y evitar con ello hambrunas en la población.
En este sentido, la Corona española, mediante la real Orden de 10 de mayo de 1784, requirió a las autoridades de diferentes territorios de su jurisdicción, informaciones semestrales sobre “los tiempos experimentados” y el estado de cosechas y ganado. Así lo hicieron los gobernadores de Puerto Rico, apoyándose para ello en los tenientes de Guerra de cada uno de los partidos.
Otra de las medidas propuestas para el caso de la ciudad de San Juan de Puerto Rico, de manera similar a lo que se produjo en otros centros urbanos del período, fue la del empedrado de sus calles. La iniciativa en este caso había partido del comandante de Ingenieros, siendo el Cabildo de la ciudad la institución encargada de gestionar su materialización mediante la aprobación de “los arbitrios menos gravosos”, según lo indicado en la real orden de 28 de febrero del año 1784. De esta manera, con el empedrado de las calles que se situaban de norte a sur, las que tenían más pendiente hacia la bahía, y la construcción de husillos, se pretendió, entre otras cosas, dar respuesta al problema del cegamiento del puerto, por el derrame de tierras y desperdicios que se originaba como consecuencia de las frecuentes lluvias torrenciales, que podrían hacerlo impracticable para la navegación. Para evitar esto último, la real orden de 22 de febrero de 1785 ordenó también la construcción y colocación en el puerto de unas embarcaciones, concretamente pontones y gánguiles, “para su limpia”.
En el plano arquitectónico, también durante las décadas finales del siglo XVIII, se sustituyeron en algunos edificios de la isla los tradicionales techos de tejas por azoteas, con el argumento de que eran más resistentes a los temporales, en unos momentos en los que existía, dentro del espíritu renovador de la Ilustración, un interés por las virtudes de las azoteas y terrazas. Esto se produjo, por ejemplo, con las reformas que se realizaron durante el gobierno de Miguel Antonio de Ustáriz (1789-1792) en la Fortaleza, edificio que servía como residencia oficial de los gobernadores de la isla. Al mismo tiempo, los ingenieros empleados en las reales obras de fortificación de la plaza tuvieron que reforzar algunas de las estructuras defensivas, especialmente los baluartes, “en precaución de los derrumbos que causan las copiosas lluvias de este clima”, según se manifiesta en algunas de las relaciones con las que cada seis meses debían informar a la Corona sobre el estado de las obras y los gastos originados.
Con relación a los períodos de sequía, las medidas más habituales tuvieron que ver con las reparaciones de fuentes o el requerimiento al vecindario del mantenimiento y aseo de los aljibes. A diferencia de otros centros urbanos del período, no hubo propuestas para la construcción de sistemas más complejos de canalización para el abastecimiento de agua. El mayor número de disposiciones adoptadas en este sentido, fueron de carácter paliativo, es decir, buscaban el alivio inmediato de la escasez de agua, si bien hubo ocasiones en las que también se hicieron de forma preventiva.
Estudiar la forma en la que las sociedades del pasado dieron respuesta a los efectos derivados de fenómenos meteorológicos adversos, contribuye a que podamos entender y contextualizar coyunturas similares actuales desde una perspectiva más amplia. Concretamente, advirtiendo en qué medida las características del clima han experimentado variaciones con relación al presente. También, identificando los efectos que esos fenómenos tuvieron sobre determinados espacios, lo que puede ser de gran utilidad para los planes de planificación territorial en curso. Con relación al caso de la isla de Puerto Rico de fines del siglo XVIII, nos permite también contar con un conocimiento más preciso sobre la circulación y aplicación de las ideas ilustradas, entre ellas algunas relativas a la ciencia de policía, así como de conocimientos científicos de la época. Todo ello pone de manifiesto cómo desde la disciplina de la Historia se puede contribuir al fomento de una cultura de resiliencia y prevención, así como a la planificación de estrategias territoriales de adaptación al cambio climático.
Castro Arroyo, Mª de los Ángeles, “Los moldes imperiales: ordenamiento urbano en los bandos de policía y buen gobierno”, Cuaderno de la Facultad de Humanidades, 12, 1984, pp. 11-34.
García Acosta, Virginia, Los sismos en la historia de México, México, Universidad Autónoma de México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social / Fondo de Cultura Económica, 2001, t. II.
Luque Azcona, Emilio José, “Respuestas institucionales desde lo local a situaciones de desastre en la América hispana (1730-1820)”, en Luque Azcona, Emilio José y Petit-Breuilh Sepúlveda, Mª Eugenia (editores), Ante la “ira de Dios”. Naturaleza, desastres y respuestas en la América hispana (siglos XVIII y XIX), Madrid, Sílex Ultramar, 2022, pp. 23-58. ISBN: 978-84-19077-79-0. Depósito Legal: M-30155-2022.
Luque Azcona, Emilio José, “Análisis y contextualización de las respuestas articuladas en San Juan de Puerto Rico contra los efectos de lluvias torrenciales (1750-1850)”, en Agua y Territorio (Water and Landscape), Universidad de Jaén, 22, Julio-Diciembre, 2023, pp. 29-42. ISSN 2340-8472. ISSNe 2340-7743. DOI 10.17561/AT.22.7140. https://revistaselectronicas.ujaen.es/index.php/atma/article/view/7140
Schwartz, Stuart B., Mar de Tormentas. Una historia de los huracanes en el Gran Caribe desde Colón hasta María, San Juan, Puerto Rico, Ediciones Callejón, 2018.
Sepúlveda Rivera, Aníbal, San Juan. Historia ilustrada de su desarrollo urbano. 1508-1898, San Juan, Carimar, 1989.
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