Estrategias de comunicación y de intervención frente a calamidades y epidemias en el Reino de Nápoles (siglos XVII-XVIII)

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Domenico Cecere

Profesor de Historia Moderna en la Universidad de Nápoles Federico II. Doctorado en Historia, Università di Bari. Coordinador del proyecto de investigación DisComPoSE, financiado por el Consejo Europeo de Investigación (ERC) 

Semblanza del colaborador

Domenico Cecere es profesor de Historia Moderna en la Universidad de Nápoles Federico II. Se ha doctorado en Historia en la Università di Bari (2010) y ha llevado a cabo investigaciones en las Universidades de Ginebra, de Aix-Marsella, de Cambridge y en el Institut d’Etudes Avancées de Lyon. Ha abordado los conflictos sociales y la protesta popular en el Mezzogiorno moderno y la movilidad y los flujos migratorios en las ciudades de la Europa mediterránea, con especial atención a Nápoles.

Desde febrero de 2018 coordina el proyecto de investigación DisComPoSE, financiado por el Consejo Europeo de Investigación (ERC), con sede en la Universidad de Nápoles Federico II. Es autor del libro Le armi del popolo. Conflitti politici e strategie di resistenza nella Calabria del Settecento (Bari 2013) y de varios artículos publicados en revistas cuales «Studi Storici», «Quaderni storici», «Revue d’Histoire Moderne & Contemporaine», «Revue Suisse d’Histoire», «Città e Storia»; con Chiara De Caprio, Lorenza Gianfrancesco y Pasquale Palmieri ha coordinado el libro Disaster Narratives in Early Modern Naples. Politics, Communication and Culture (Roma 2018).

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Esta ponencia tiene como objetivo de explorar la elaboración e implementación de políticas de gestión de emergencias en el Reino de Nápoles en la segunda mitad de la edad moderna. Trataré de comparar las actitudes de los actores institucionales ante tipos de amenazas diferentes: las epidemias y los desastres de origen medioambientales. Más concretamente, me centraré en dos brotes de peste no muy conocidos que afectaron al Sur de Italia a finales del siglo XVII y a mediados del siguiente.

La cuestión que impulsa esta investigación es: a la hora de desarrollar determinadas conductas preventivas o adaptativas que permitían poner en práctica respuestas concretas, ¿cuáles fueron los protocoles de intervención? ¿Dónde se basaron las estrategias y las prácticas de respuesta? Frente a la amenaza de morbos epidémicos o el fantasma de la hambruna, los magistrados y oficiales podían remitirse a un conjunto de normas y procedimientos consolidados para guiar su acción, además de un gran número de tratados. Además, sobre todo en la segunda mitad de la Edad Moderna, frente al riesgo de epidemias los Estados italianos no actuaron de forma aislada, sino coordinaron sus estrategias profilácticas con las aplicadas en otros Estados de la península italiana y de la región mediterránea: este modus operandi los insertó en una red de relaciones amplia y compleja.

En cambio, menos rico en referencias normativas fue el ámbito de la intervención tras catástrofes de origen medioambiental. La ausencia de modelos consolidados, de medidas preventivas y de tratados comparables, por ejemplo, a los de los remedios contra la peste, ha llevado tradicionalmente a varios estudiosos a afirmar que en la edad moderna la intervención de las instituciones centrales, en lo inmediato, se limitaría principalmente al establecimiento de cordones sanitarios para frenar la propagación de las epidemias y asegurar el abastecimiento de alimentos: es decir a la aplicación casi mecánica, incluso en caso de catástrofes ambientales, de los mismos procedimientos en caso de peste y de carestía. 

Hasta cierto punto, esto es lo que podemos notar después de algunos terremotos. Está claro que el modelo de acción de los oficiales enviados en las regiones arruinadas se inspiró, al menos en el período inmediatamente posterior, en las medidas generalmente adoptadas en tiempos de peste. Así, una comparación con la gestión de unas epidemias puede ser muy útil.

Podemos considerar en primer lugar ante el brote de peste en Conversano en 1691. Esta epidemia fue un caso único, en comparación con los anteriores, porque las autoridades centrales tomaron la decisión de aislar inmediatamente la región de Bari para asegurar que la enfermedad no se propagara en dirección a la capital. Y lo consiguieron, ya que la plaga sólo afectó a una docena de pueblos de esta región y no se extendió a otros lugares. El gobierno central logró establecer un buen control del territorio, porqué se dio cuenta de que había que confiar poderes extraordinarios a un oficial, que fue enviado en la provincia afectada y gestionó la emergencia de forma “despótica”, a menudo en conflicto con los poderes locales.

Cincuenta años después, en 1743, algo similar ocurrió en Calabria. Una actitud “despótica” o casi fue adoptada por los oficiales enviados en esta provincia para hacer frente a la peste que se había propagado en Messina en Sicilia y en Regio en Calabria. Las fuentes disponibles permiten captar los puntos de vista y la cultura política yo diría de los diferentes actores institucionales y sociales involucrados en la gestión de la crisis. Para supervisar las operaciones se envió al general James Joseph O’Mahony, quien había que había combatido en varias guerras europeas de la primera mitad del siglo XVIII y había llegado a Italia con el sequito de Carlos de Borbón: se le otorgó el título de vicario general, de alter ego del soberano, y autoridad sobre todos los oficiales, los tribunales y los barones de ambas provincias calabresas. 

Las cartas que Manony escribió y las que recibió en estos meses revelan su actitud ante la emergencia y las discrepancias con otros funcionarios y con personajes influyentes en la región. Según el general, los magistrados no tenían que perderse en las largas prácticas judiciales, ya que «la razón de Estado no ha de caminar con la circunspección de los tribunales ordinarios». No sólo el consideró la seguridad de la dinastía como el objetivo principal que tenía que cumplir, sino que contaba con la gratitud y la devoción que se derivarían para el soberano de una acción eficaz contra la amenaza epidémica: el consideraba que la capacidad de proteger la vida de los súbditos, incluso a través de medidas muy duras y extraordinarias, a la larga daría sus frutos al soberano y a sus funcionarios, y habría mejorado la imagen y la reputación de la dinastía.

Cuarenta años después, la misma área (es decir Mesina y el sur de la Calabria) se vio afectada por un fuerte terremoto. La intervención planeada por la monarquía borbónica tras los terremotos de finales del siglo 18 tenía como objetivo transformar las estructuras sociales, las prácticas religiosas, la planificación urbana, y la distribución de la riqueza. Sin embargo, se necesitó algún tiempo para esbozar y desarrollar este plan muy complejo y ambicioso. Por lo tanto, quedan por aclarar otros componentes de esa intervención, que son importantes especialmente en las fases iniciales de la gestión de la emergencia. Me parece de gran interés explorar también estos aspectos, ya que en ellos juega un papel fundamental el modelo de acción que se había ido consolidando durante las décadas precedentes y que se había convertido en patrimonio de saberes y prácticas transmitidas dentro de las instituciones del Reino. Los oficiales no podían referirse a normas o procedimientos consolidados: entonces, ¿qué directrices, qué modelos inspiran su acción en los primeros meses? El modelo de acción de los oficiales enviados en Calabria se inspiró en las regulaciones y medidas generalmente adoptadas en tiempos de peste.

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