La prensa y el cólera en 1887. Anotaciones sobre una epidemia mediática.

Autor del Texto

Jorge Martin Bascuñán.

Miembro de la Red GERIDE. Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez y Doctorando en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile

Semblanza del colaborador

Miembro de la Red GERIDE. Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez y Doctorando en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, se dedica a la historia de la salud, historia de la medicina, historia social y historia de Chile (siglos XIX y XX), centrándose particularmente en fenómenos de enfermedades epidémicas y endémicas, políticas públicas de salud e higiene, institucionalidad sanitaria y de salud pública, discurso y pensamiento médico, desarrollo de las ciencias médicas, medicinas tradicionales, discursos y prácticas sociales ante el fenómeno de la enfermedad, estadísticas sanitarias, entre otros temas afines 

Texto

El texto propone un acercamiento al impacto mediático de la prensa en un fenómeno epidémico, como fue el caso del cólera en Chile, durante la segunda mitad del siglo XIX., para vincular dicho efecto con el tratamiento mediático de la actual pandemia de Covid 19.

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Desde el inicio de la pandemia de Covid 19, la prensa está cubriendo su desarrollo, y en ese sentido cumple con el objetivo de informar a la población, pero, al mismo tiempo, transmite, en muchas ocasiones, notas sensacionalistas o falsas que provocan miedo y ansiedad en la opinión pública; sumando una dimensión mediática que, en otros eventos de este tipo ya hemos observado. En este sentido, la cobertura la pandemia presentó, desde las primeras semanas, una notable evolución desde breves notas sobre la aparición y extensión de una “nueva” enfermedad en una ciudad de un lejano país del oriente, y de cómo se extendía lenta pero mortalmente. Unas pocas semanas más tarde la cobertura mediática fue aumentando, a medida que se presentaban casos en otros continentes y se anunciaba como una verdadera amenaza para la salud global.

Resulta sintomático que la prensa, en el pasado, en otros episodios de epidemias y enfermedad, procediera, guardando las proporciones, de formas similares. En las páginas de los diarios se puede observar esa cobertura informativa, en muchas ocasiones sensacionalista o con información de dudosa credibilidad, para los conocimientos de la época.

Una expresión muy ejemplificadora al respecto es la cobertura de la prensa chilena dio a la epidemia de cólera de 1887. Los diarios de la época muestran una evolución muy similar a la forma en que los medios actuales han informado sobre la actual emergencia.

A comienzos de 1886, la prensa solo dedicaba un reducido espacio a los cables del extranjero, que informaban sobre diversos brotes de cólera en puertos del Medio Oriente, casi de forma anecdótica. Unas semanas más tarde, las agencias de noticias internacionales anunciaban los primeros casos de la enfermedad en algunos puertos europeos del Mediterráneo, reportaban el pánico de la población y como las principales ciudades comenzaban a tomar medidas para evitar la llegada del flagelo y, del mismo modo, en que se extendía la epidemia, crecía el espacio que se le dedicaban las páginas de los diarios. Ahora ya no eran solo cables desde el extranjero, también se incluían extensos artículos y relatos tomados de medios internacionales.

Los relatos informativos daban cuenta del terror desatado en las ciudades europeas ante la llegada del cólera morbo asiático; la huida despavorida o el encierro de familias enteras, la muerte repentina de personas en la calle o en los salones, las medidas de control de las autoridades: los cordones sanitarios, la creación de lazaretos, el cierre de fronteras, las cuarentenas de los barcos y las restricciones de la venta de algunos productos e incluso su destrucción para evitar su consumo, entre otras disposiciones. Mientras, la epidemia avanzaba rápidamente hacia por el continente hacia el Atlántico.

Unos meses más tarde, en noviembre de 1886, luego de una leve calma en el avance de la epidemia, las noticias se reactivaron con su llegada a la Argentina, en Rosario y Buenos Aires se notificaban casos y muertes sospechosas. En este punto la prensa chilena comenzó a dedicar casi totalmente sus páginas a cubrir el avance del cólera, informando cómo avanzaba localidad tras localidad al otro lado de Los Andes y cómo las autoridades chilenas preparaban las medidas ante la eventual llegada al país; lo que motivo una discusión en la prensa sobre la verdadera efectividad de las prevenciones gubernamentales. El conocimiento de casos en la ciudad de Mendoza, significó la primera de ellas, el cierre de los pasos cordilleranos resguardados por fuerzas militares y las cuarentenas para los pasajeros de los barcos que arribaban desde zonas con la peste, que ya estaba vigente desde un tiempo antes.

Finalmente, solo unas semanas después, en la Navidad de 1887, el primer caso aparecía en un poblado de la provincia de Los Andes; se informaba de la rápida reacción de las autoridades al decretar un férreo cordón sanitario en torno a esa localidad, asegurando la posibilidad de contenerla, al prohibir la entrada o salida de cualquier persona. Sin embargo, en poco tiempo, a comienzos del nuevo año, se reportaron los primeros casos en Valparaíso, y luego en la zona poniente de Santiago. Desatando el pavor de la población.

En los meses siguientes, durante la primera oleada de la epidemia, la prensa entregaba detallada cuenta de sus efectos y evolución, así como de las medidas destinadas a combatirla. La instalación de lazaretos en las ciudades y barrios, el recuento de los enfermos ingresados y de los decesos, las opiniones de médicos sobre cómo prevenir el cólera, las medidas tomadas por el Gobierno, rogativas y documentos eclesiásticos, remedios caseros y estrafalarios para tratar la enfermedad, casos anecdóticos, eran, entre otros, los temas recurrentes en las páginas de los principales diarios.

Un debate relevante, en todo este abanico de información, que nos deja la prensa de este periodo, fue la reiterada petición de médicos y otros personajes públicos, de contar con una institucionalidad sanitaria que permitiera prevenir, pero, a la vez, tomar las medidas adecuadas según la ciencia para enfrentar futuras amenazas epidémicas como el cólera. Situación que unos años más tarde se concretó con la organización del Consejo Superior de Higiene y sus instituciones anexas, primer paso para contar con la institucionalidad estatal básica para este tipo de amenazas.

Precisamente, durante la epidemia cólera de 1887 a 1888, ante la emergencia y la ausencia de una red sanitaria organizada, la sociedad, a pesar del miedo, colaboró con las instancias estatales para enfrentar el flagelo, organizando ambulancias, recolección de fondos, voluntariados y organización de grupos de vigilancia sanitaria, instancias que recibieron una amplia cobertura por parte de la prensa nacional.

A medida que pasan los meses, la prensa fue dejando, poco a poco, de informar con tanta profusión sobre el tema, cuando el contagio descendió en las ciudades importantes, sólo se reportan los brotes de las localidades más pequeñas de la zona central del país.

Al observar todo el torrente de información en la prensa chilena, durante el contexto de una las epidemias mundiales de cólera, se plantea la interrogante de cuál habrá sido su efecto en la población. Difícil es medir la dimensión real de la ansiedad y el pánico que pudo provocar ante su inevitable llegada y su aparición, sobre todo tomando en cuenta que el alto porcentaje de analfabetismo que existía en el país. Con todo, es indudable que se produjo esta situación; en los reportes de las rogativas religiosas convocadas por la Iglesia, se informaba de una gran cantidad de fieles, de todos los sexos y sectores sociales, que acudían para pedir el fin de este “castigo divino”; asimismo, como en las urbes europeas, muchas familias acomodadas dejaron sus casas en la ciudad para recluirse en sus fundos o se encerraban restringiendo todo contacto social.

Es interesante considerar como, tanto en el pasado como los actuales eventos epidémicos, los medios de información han proporcionado un carácter mediático a muchos de ellos, amplificando, en algunos casos sus efectos secundarios, el temor de la población y la divulgación de noticias falsas, y en otros minimizando el riesgo o la peligrosidad de otras enfermedades con mayor mortalidad. También, es necesario reconocer el papel positivo que han tenido en contener los contagios al informar sobre medidas de prevención y autocuidado, como ocurrió en Chile, con la epidemia de cólera de 1991, y en la presente emergencia del Covid 19.

Prestar atención a las páginas de la prensa y otros medios de información, pasados o más recientes, nos permiten analizar, no sólo el contenido de la información y los discursos que subyacen en sus artículos, también permiten obtener lecciones del papel, positivo y negativo, de los medios en la dinámica de las epidemias y en su prevención y control.


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