Desastres Contemporáneos y Propaganda Política en el Perú: Juan Velasco Alvarado y Alberto Fujimori ante el terremoto de 1970 y el fenómeno del Niño de 1997-98

Víctor Emilio Álvarez Ponce

PhD en Historia contemporánea, Universidad Libre de Berlín. Licenciado y Magíster en historia, Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Profesor en los Departamentos de Humanidades y Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Miembro del Instituto Riva-Agüero (PUCP). 

Semblanza del colaborador

PhD en Historia contemporánea por la Universidad Libre de Berlín. Licenciado y magíster en historia por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Fue becario de la Sociedad Alemana de Investigación (DFG) y del Katholischer Akademischer Ausländer-Dienst (KAAD). 

Especialista en historia global, historia ambiental, historia de los medios audiovisuales y del estudio político de catástrofes naturales. En el 2014, fue ganador del premio franco-peruano ‘François Bourricaud’ para la investigación en ciencias humanas y sociales, por su tesis magistral sobre tsunamis en el periodo virreinal. 

En la actualidad se desempeña como profesor en los Departamentos de Humanidades y Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es miembro del Instituto Riva-Agüero de la misma casa de estudios, donde habiéndose desempeñado como coordinador de investigación y publicaciones, ahora dirige la jefatura de la Casa O’Higgins.

Perú, terremoto de 1970, GEC Archivo Histórico.

Durante la segunda mitad del siglo XX, a nivel global, los medios de comunicación de masas se desarrollaron con gran fortaleza, en especial la televisión que capturó el interés de una teleaudiencia que se volvió asidua a sus contenidos. Este poder informativo, a su vez, guardó importante relación con la toma de decisiones políticas nacionales e internacionales, para la creación de una opinión pública expectante. Así, sobre un acelerado desarrollo tecnológico, se apertura una expansión de la noticia, en un mundo mucho más interconectado, se iría fortaleciendo el proceso de globalización. 


Dadas estas condiciones, la cobertura de una serie de acontecimientos de gran impacto pasó a formar parte de las agendas políticas de turno en muchos gobiernos, como parte de estrategias mediáticas. En ello, en regiones como América Latina, la ocurrencia de desastres de importante envergadura ha dado lugar a momentos de oportunidades políticas para diversos regímenes, en el objetivo de obtener diferentes réditos, lo que, sobre todo, se ha evidenciado en democracias debilitadas o dictaduras, llegando a adquirir dimensiones transnacionales. 


El Perú, con una geografía sumamente abrupta y amenazada de manera recurrente por diferentes tipos de fenómenos, ha sido escenario de grandes alteraciones de la naturaleza, los cuales han producido, en muchos casos, desastres “no naturales”. Estos eventos establecieron momentos clave para poner en ejercicio diferentes liderazgos políticos, por medio de la mediatización de las catástrofes, capitalizando así una plataforma visual otorgada por las situaciones de emergencias. 


En ello, la historia revela un primer dramático momento que vivió el Perú el 31 de mayo de 1970, cuando un devastador terremoto en el norte del país, dejó una masiva destrucción, con un saldo de 70 mil pérdidas humanas. Esta emergencia, acontecida durante el gobierno militar dirigido por el general Juan Velasco Alvarado, aperturaría un espacio de negociación política y mediática para el proyecto de reformas y transformaciones que se había iniciado con la “revolución peruana”. La propagación informativa sobre toda la ruina y desaparición de ciudades en el Callejón de Huaylas, en la franja costera de Ancash y otras provincias, coadyuvó a que surja en la opinión pública global, un sentimiento de compromiso inmediato por socorrer a las decenas de miles de damnificados. Así, tendría lugar en los días, semanas y meses posteriores, una enorme movilización de ayuda humanitaria para Perú, desde los cinco continentes, un fenómeno social sin precedentes en el país, y que resultaría crucial para los intereses políticos, relaciones internacionales y futuros proyectos de cooperación que lideró la dictadura que representó el velasquismo. 


No obstante, otro segundo momento importante se produjo en el Perú entre fines de 1997 e inicio de 1998, cuando un devastador fenómeno “El Niño” afectó el norte del país, lo que significó la ocurrencia de manifestaciones hidrometeorológicas de gran intensidad, con precipitaciones pluviales que produjeron grandes inundaciones y desbordes, huaycos, entre otras alteraciones. Si bien, los departamentos de Tumbes y Piura fueron los más afectados, el impacto destructivo también se extendió por gran parte del territorio nacional: más de 590 mil damnificados y más de 110 mil viviendas afectadas, además de serios daños en la infraestructura del país. Asimismo, alcanzaría una dimensión global, teniendo incidencia en 41 países, los cuales que resultaron afectados, a su vez, por sequías, inundaciones e, incluso, incendios forestales. Dado ello, la catástrofe fue calificada como “Meganiño”. Siendo ese el escenario, el régimen de Alberto Fujimori, durante un segundo periodo de gobierno que comenzaba a ser cuestionado por su liderazgo autoritario y los visos de corrupción que se iban poniendo en evidencia en la opinión pública, tuvo la oportunidad de capitalizar en este desastre una imagen mediática, tanto nacional como internacional, de una exitosa labor de asistencia y reconstrucción de las zonas afectadas, en medio de dicha emergencia. 


En ese sentido, la propaganda política ligada a los efectos y el control frente a desastres, ha sido parte de la agenda pública de varios regímenes dictatoriales que se han desarrollado en la región. El uso de la mediatización de la emergencia y de la labor asistencial, ha sido el argumento para otorgar, en muchos casos, una legitimidad por acción efectiva. Siendo así, esta investigación busca analizar estos ejemplos en el Perú de cómo algunos gobiernos y actores políticos utilizaron la ayuda en casos de catástrofe como instrumento de apertura o consolidación de múltiples agendas, tanto locales como globales. 


Referencias