Los desastres no son naturales, son el resultado de procesos históricos y sociales

Entrevistado

Rogelio Altez

Antropólogo e Historiador, miembro de Red GERIDE. Profesor Titular de la Escuela de Antropología, Universidad Central de Venezuela. Especialista en el estudio histórico y social de los desastres, sociedad colonial hispanoamericana, antropología política, y antropología económica.

Semblanza del entrevistado

El Dr. Altez es Antropólogo e Historiador. Doctor en Historia (Universidad de Sevilla); Magister en Historia de las Américas (Universidad Católica Andrés Bello); Premio Nuestra América (CSIC-Universidad de Sevilla, 2015); Premio Extraordinario de Doctorado (Universidad de Sevilla, 2014); Premio Nacional de Historia (Academia Nacional de Historia, Venezuela, 2011). Ha publicado 17 libros de autoría individual, edición, o coautoría y cuenta con más de 90 artículos y capítulos de libros en publicaciones académicas y científicas especializadas. Ha sido profesor e investigador visitante en España, México, Chile, Francia, Colombia y Perú.

En esta oportunidad se le hicieron tres preguntas por parte del Equipo Coordinador de la Red GERIDE, pensadas para explicar a nuestros lectores algunos conceptos básicos de la historia de los desastres.

Texto de la entrevista

Equipo Red GERIDE: ¿Por qué es equivocado utilizar el término “desastre natural”?

R. Altez: Los desastres son el resultado de procesos históricos y sociales producidos por la forma en que los humanos nos relacionamos con las manifestaciones de la naturaleza. Los procesos naturales tendrían lugar con o sin seres humanos; lluvias torrenciales en medio del océano solo representan un fenómeno natural, pero si descargan sobre laderas inestables ocupadas por viviendas autoconstruidas, el resultado es nefasto. Lo mismo sucede con sismos o huracanes, y otros fenómenos que liberan grandes cantidades de energía. Lo que convierte a esos fenómenos en una amenaza es la relación que los humanos establecen con su ocurrencia, la cual puede estar determinada por el olvido, memorias equívocas, percepciones, modos de producción, tecnologías, patrones de asentamientos, y todas las formas materiales o simbólicas que se interponen entre la cultura y la naturaleza. Estas relaciones, históricamente producidas, pueden conducir a resultados desastrosos; por ello no es correcto pensar que los desastres son “naturales” por involucrar a un fenómeno natural. No obstante, también observamos desastres en procesos estrictamente sociales: dictaduras, totalitarismos, crisis económicas e institucionales, terrorismo, y otros problemas alejados de la naturaleza, pero igualmente conducentes a muertes masivas, migraciones, pérdidas, hambre, torturas, explotación, y tantas otras adversidades propiamente humanas que califican como desastres. Los desastres son el producto de procesos históricos y sociales, y por ello no son naturales, en ningún modo ni circunstancia.

 

Equipo Red GERIDE: ¿Qué podemos aprender del estudio de los desastres del pasado?

R. Altez: Si los desastres son el resultado de procesos históricos y sociales, la comprensión del problema pasa por el análisis del proceso. De esta manera, los desastres del pasado dan cuenta de cómo las sociedades, en otros contextos simbólicos y materiales, han producido relaciones y situaciones capaces de conducir a adversidades graves, aún en condiciones tecnológicas o materiales de menor complejidad o desarrollo que los contextos modernos e industriales. El conocimiento analítico de esos procesos revela la conformación de relaciones equívocas con la naturaleza, y no necesariamente su desaparición, sino también la probabilidad de que esas relaciones, transformadas histórica y simbólicamente a través del tiempo, pervivan en las estructuras de sociedades que hoy heredan territorios y descendencias de aquellas del pasado. El estudio de casos, ya puntuales o concatenados con otros, representa un camino interpretativo hacia la comprensión de los procesos materiales y subjetivos que van a dar en catástrofes de todo tipo. Los desastres enseñan ventanas críticas que desnudan procesos, y es por ello que en el estudio de los casos observamos las estructuras y dinámicas de las sociedades que atraviesan coyunturas desastrosas, así como los problemas preexistentes que desembocan en esas crisis, y la reproducción de tales condiciones a la vuelta de verse estremecidas por el hecho en sí mismo. El estudio de los desastres del pasado es la prolongación analítica de la interpretación de sociedades que hoy se sumergen en condiciones de vulnerabilidad y riesgos.

 

Equipo Red GERIDE: Cuándo un científico social habla de vulnerabilidad, ¿a qué se refiere?

R. Altez: Vulnerabilidad es una categoría polisémica, y su contenido va desde la literalidad del término hasta la aplicabilidad analítica. Para buena parte de las ciencias naturales, vulnerabilidad es sinónimo de fragilidad e inconsistencia, y por ello la atención al problema forma parte de ecuaciones y cálculos que diseñan resistencias. Queda claro que el discurso de las ciencias sociales ha tomado de la ingeniería, por ejemplo, muchos de los conceptos que hoy poseen otras funciones más allá de la descripción, como en este caso. Sin embargo, en ciencias sociales la vulnerabilidad oscila entre un sinónimo de pobreza o debilidades subjetivas, y una estructura social que produce percepciones distorsionadas de la realidad, o bien reproduce condiciones que aumentan los riesgos. No existe un consenso conceptual sobre el término pues tampoco existe un consenso epistemológico sobre los problemas que estudiamos cuando nos aproximamos a los desastres. Desde mi punto de vista, la vulnerabilidad es la totalidad de condiciones objetivas y subjetivas de existencia históricamente producidas que determinan los resultados adversos ante la manifestación de las amenazas. No obstante, una sociedad puede ser vulnerable ante sí misma, por lo que podría asumir, al mismo tiempo, ser amenaza y contexto vulnerable. La vulnerabilidad no tiene ángulos ni apellidos: es una condición producida por las sociedades humanas en relación con otras variables y aspectos de su contexto a los que ha convertido, a su vez, en amenazas. No existe vulnerabilidad sin aquello que determina su condición. 

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