Los temblores en el México prehispánico

Autora del Texto

Elena Mazzetto

Profesora en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Semblanza de la colaboradora

Elena Mazzetto es Profesora en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es autora del libro Lieux de culte et parcours cérémoniels dans les fêtes des vingtaines à Mexico-Tenochtitlan (2014, British Archaeological Reports, Oxford). Sus temas de investigación son la cultura y religión de los nahuas prehispánicos, en particular las fiestas del año solar y la alimentación consumida en contexto ritual. 

Texto

Los sismos representaban fenómenos muy arraigados en la cosmovisión y el pensamiento de los pueblos mesoamericanos. Los manuscritos pictográficos autóctonos, copiados por los frailes evangelizadores en el siglo XVI, así como las crónicas alfabéticas que los religiosos recopilaron con colaboradores indígenas, proporcionan relatos sobre las creencias de los pueblos de México antiguo.

El temblor era un fenómeno conocido en la vida cotidiana. El fraile franciscano Bernardino de Sahagún, quien reunió un conocimiento enciclopédico sobre la cultura nahua, gracias a sus colaboradores indígenas, nos ha dejado una descripción reveladora sobre este fenómeno. Reza el fraile:

Tlalloliniliztli (temblor)

“Tenían otra abusión: que cuando temblaba la tierra luego tomaban a sus niños con ambas manos, por cabe las sienes, y los levantaban en alto; decían que si no hacían aquello que no crecerían y que los llevaría el temblor consigo. También cuando temblaba la tierra rociaban con agua todas sus alhajas, tomando el agua en la boca y soplándola sobre ellas, y también por los postes y umbrales de las puertas y de la casa; decían que si no hacían esto que el temblor llevaría aquellas cosas consigo; y los que no hacían esto eran reprendidos de los otros; y luego que comenzaba a temblar la tierra comenzaban a dar grita, dándose con las manos en las bocas, para que todos advirtiesen que temblaba la tierra”.

Desde el punto de vista histórico, algunos anales de la época prehispánica, copiados o comentados en caracteres latinos, dan cuenta de los años en los que se llevaron a cabo los sismos. 

En los Anales de Tlatelolco, se explica cómo en el año 13 Casa, “hubo también terremoto y la tierra se agrietó y las chinampas se derrumbaron”. Asimismo, en el Códice Telleriano-Remensis, se registran temblores en l1460, 1462 y 1468.

Algunas fuentes mitológicas del siglo XVI transmitieron información reveladora sobre las eras o “soles” que habían precedido la época actual en la que vivían los hombres. Según los nahuas del Altiplano central mexicano, se trataba de cuatro soles, cada uno de los cuales acabó con terribles cataclismos.

En el primero, Nahui Ocelotl o Cuatro Jaguar, los gigantes poblaban la tierra, y perecieron devorados por jaguares. El dios que dominaba durante este primer Sol era Tezcatlipoca, “Espejo Humeante”. La segunda era fue Nahui Ehecatl, o Cuatro Viento, dominada por el hermano enemigo de Tezcatlipoca, Quetzalcoatl, o Serpiente emplumada. Al final de esta era, los hombres fueron arrastrados por vientos fuertísimos y se convirtieron en simios. El tercer sol fue Nahui Quiahuitl, o Cuatro Lluvia. Esta era acabó con una lluvia de fuego que convirtió a los hombres en guajolotes, mientras que en Nahui Atl, o Cuatro Agua, el cuarto sol, un diluvio derrumbó la bóveda celeste y convirtió a los hombres en peces. 

En cambio, los mexicas vivían en la quinta era o sol cosmogónico, llamado Nahui Ollin, o Cuatro Movimiento. La conclusión de esta época estaba relacionada con la manifestación de sismos que anunciarían el cataclismo conclusivo y la destrucción de toda la humanidad. 

El momento más temido, al respecto, era la conclusión del “siglo mesoamericanos”, un periodo de tiempo que abarcaba 52 años. Al acabarse este lapso temporal, los mexicas realizaban una ceremonia cuyo objetivo era conjurar el fin del mundo. Este rito, llamado Toxiuhmolpilia, consistía en apagar todos los fuegos de las ciudades y en romper todos los utensilios domésticos. En la montaña Huixachtecatl, en el sur del Valle de México, los sacerdotes esperaban en la oscuridad y en silencio. Si el sol no iba a volver a aparecer, del cielo bajarían unos espectros nocturnos, llamados Tzitzimime, que devorarían la humanidad y causarían los sismos destructores tan temidos. 

La aparición de las Pléyades en el cielo ponía fin a la espera angustiosa y proclamaba que el mundo iba a seguir, al menos 52 años más. Con esta señal, se prendía el “fuego nuevo” en el pecho de un cautivo sacrificado. La lumbre era sucesivamente distribuida en todas las ciudades, los templos y los barrios.  

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