Entre enfermedades, plagas e inundaciones: amenazas históricas y vulnerabilidad social en Morelos, México

María N. Rodríguez Alarcón

Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México. Asesora de la Oxford Research Encyclopedia e investigadora de RED GERIDE.

Semblanza del colaborador

Antropóloga, Maestra en Antropología Social y Doctora en Ciencias Sociales. Es Investigadora postdoctoral en el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Sus trabajos se enmarcan en el estudio histórico y social de los desastres, antropología de los desastres y ecología política. Ha participado en varios proyectos de investigación, es autora y coautora de más de treinta publicaciones científicas y de difusión del conocimiento. 

Es asesora de la Oxford Research Encyclopedia e investigadora de RED GERIDE. Ha sido profesora de asignaturas relacionadas con sus áreas de especialidad, así como directora y sinodal de trabajos de grado.

Inundación de Jojutla, Morelos (1957). Fuente: Acervo fotográfico y documental de doña Jovita Sánchez Sedano, recuperado por Julián Vences, 2020

La interacción dialéctica entre naturaleza y sociedad es indisociable del devenir histórico de los contextos humanos, pues dicha relación incide en las dinámicas de uso, apropiación y explotación de los recursos del medio ocupado. En el caso concreto del actual estado mexicano de Morelos, al sur de la capital del país, históricamente se ha construido y reproducido una serie de contradicciones en la ocupación del territorio, de espaldas a las características del entorno natural. Dichas transformaciones pueden definirse a partir de dos etapas interconectadas. La  primera comenzó con la colonización y alcanzó el primer tercio del siglo XX, para entonces una porción importante del territorio estaba dominado por vegetación de barriales, arenales y otros suelos sedimentarios, con escurrimientos, brotes de agua y zonas con altos niveles de humedad. En general, había diversos cuerpos acuíferos que fueron aprovechados gracias a una estructura hidráulica desarrollada por sus primeros pobladores. Pero, con la llegada de los colonizadores se inició un proceso sostenido de reorganización de dicho territorio y la intensificación de la explotación de la naturaleza, concretamente desde la actividad agrícola. Ello derivó en la consolidación de grandes propiedades y un emporio agroindustrial,asentado en el cultivo de caña de azúcar. Para la última fase de este período, como resultado de la Revolución Mexicana (1910-1917), se dieron mutaciones en el régimen de propiedad y se fortaleció el carácter primario de las actividades productivas. 


La segunda etapa inició con los referidos cambios. Aunque seguía vigente el modelo económico previo, germinaron una serie de elementos que delinearon el panorama nacional y que fueron determinantes en la transformación de los ámbitos económico y territorial a partir de la segunda mitad del siglo XX: la aceleración de la urbanización y el impulso dado a la industrialización. Esos cambios han traído como resultado la exposición a diversos fenómenos naturales y antropogénicos; entre ellos, enfermedades, plagas agrícolas, inundaciones, así como la sistemática degradación del agua y el suelo. Elementos que denotan amenazas “cotidianas” con las cuales han convivido históricamente los pobladores de la entidad. Un escenario social con estas particularidades se plantea como una oportunidad para repensar la forma cómo  se habita un espacio, construyendo condiciones de riesgo. Pero, además, se trata de un proceso histórico que permite identificar y comprender de qué manera se genera el conocimiento y se delinean acciones frente a dichas condiciones. Ello, en tanto, la negación, invisibilización y/o subestimación de las experiencias del pasado tienen un papel decisivo, no sólo en la profundización de las referidas problemáticas, sino además en la ausencia de medidas de prevención, preparación y respuesta social e institucional frente a los desastres. 


La pertinencia de advertir dichas contradicciones se develó, por ejemplo, con la llegada del virus SARS-coV-2 a Morelos en el año 2020; tras lo cual se exhibieron profundos estremecimientos y alteraciones en la vida diaria, en los sistemas productivos y actividades económicas; y se develaron consecuencias heterogéneas y desiguales entre la población. La propagación del virus colocó de manifiesto condiciones de vulnerabilidad, carencia de preparación y prevención, surgimiento de respuestas básicamente reactivas; lo cual, además, develó las consecuencias que tiene el  olvido, la falta de aprendizajes deexperiencias similares del pasado. En ese sentido, es posible afirmar que la manifestación de amenazas como epidemias, plagas e inundaciones en un contexto expuesto y vulnerable, como el morelense, se han concretado, en tanto, “crisis reveladoras”. Allí, las consecuencias adversas han dejado al descubierto múltiples contradicciones sociales preexistentes, que se  manifestaron a través de sus profundosimpactos negativos. Incluso, en algunos casos, varias amenazas han coincidido en tiempo y espacio, profundizando sus resultados y complejizando situaciones contradictorias previas: epidemias con sequías, movimientos telúricos con enfermedades e inundaciones. Asimismo, estas particularidades sociales de la realidad de Morelos permiten esbozar reflexiones críticas sobre la forma en la que se configura la historia oficial que, generalmente, se ha orientado a construir y reproducir una narrativa sesgada, que responde a intereses políticos que niegan ciertos acontecimientos. Esa situación ha decantado en la elaboración y divulgación de un discurso del pasado lleno de lagunas e imprecisiones. Esto tiene implicaciones profundas para un contexto social como Morelos, cuya memoria se encuentra asentada en el olvido de las amenazas con las que convive, de espaldas a las experiencias del pasado como marcos de referencia para habitar e intervenir sobre elterritorio. De allí, la importancia de “convertir el conocimiento histórico en memoria”, como una estrategia que contribuyan a prevenir y enfrentar exitosamente los efectos e impactos de las amenazas con las cuales se convive; y donde, al mismo tiempo, las instituciones se vean compelidas a diseñar e implementar medidas tendientes a mitigar el riesgo y reconocer e incidir en las condiciones de vulnerabilidad de  la población. Además, esos aspectos tienen implicaciones en la percepción sobre las amenazas, pues la ausencia de memoria histórica puede generar una visión distorsionada de la realidad, convenciendo a la población de que se trata de hechos excepcionales y que, en general, se encuentra a salvo de este tipo de fenómenos. Si bien, la memoria no puede transformarse a voluntad, se pueden realizar esfuerzos para reconstruirla, pero desde una apuesta metodológica de recopilación, confrontación e interpretación de información histórica,  científica y oral, alejada de una mitificación ideológica del pasado, propia de lahistoriografía nacionalista. La memoria y el aprendizaje pueden tener lugar en varios niveles. Los gobiernos y sus formuladores de políticas pueden sacar conclusiones de lo que salió mal para delinear medidas técnicas y administrativas, pero la memoria y el aprendizaje son también una cuestión de personas comunes que aplican conocimientos prácticos en la vida cotidiana, individual y colectivamente. Cuando no es posible erradicar el peligro o la conmoción por completo, el aprendizaje y la memoria pueden ayudar a reducir sus efectos y permitir una recuperación más rápida.

 

Referencias