Un desastre siempre inminente en la Edad Moderna. Repuestas institucionales a las epidemias de peste en el Reino de Nápoles en el siglo XVII

Idamaría Fusco

ISEM - Istituto di Storia dell’Europa Mediterranea, CNR – Consiglio Nazionale delle Ricerche, Italia

Semblanza de la colaboradora

Licenciada en Derecho y Doctora en Historia Económica, actualmente se desempeña como investigadora en el Instituto de Historia de la Europa Mediterránea (ISEM) del Consejo Superior de Investigación Científica italiano (CNR). 

Ha realizado estancias de investigación en Madrid, Simancas y Ávila. Sus líneas de investigación se centran sobre el estudio de las epidemias de peste, demografía, fiscalidad y gobierno de las emergencias en el Reino de Nápoles en el siglo XVII. Es autora de numerosas publicaciones, entre ellas destacan los libros: Peste, demografia e fiscalità nel Regno di Napoli del XVII secolo (FrancoAngeli, Milán, 2007) y La grande epidemia. Potere e corpi sociali di fronte all'emergenza nella Napoli spagnola (Guida, Nápoles, 2017).

Micco Spadaro, Largo Mercatello durante la peste a Napoli, 1656.

En la edad moderna, la peste, una enfermedad que solía viajar por el Mediterráneo, atacó varias veces el reino de Nápoles. A veces las consecuencias de las epidemias fueron devastadores, mientras que, otras veces, los gobernantes lograron controlar mejor la enfermedad. 

¿De qué dependió esta diversidad? Para comprenderla es necesario interrogarse sobre los instrumentos que los hombres del tiempo tenías para intentar contener una epidemia contagiosa. 

¿Cuáles eran, pues, estos instrumentos en el siglo XVII? ¿Fueron estos instrumentos siempre adoptados y de qué manera? 

En este siglo, faltando tratamientos médicos, la prevención era el principal instrumento realmente eficaz a disposición de los gobernantes. Se basaba sobre todo en medidas de aislamiento, cierre de puertos y fronteras, cuarentenas de personas y mercancías que llegaban por tierra y, sobre todo, por el mar.

¿Se aplicaron adecuadamente estos instrumentos en el caso del reino de Nápoles? En caso negativo, ¿por qué no se adoptaron, teniendo en cuenta que era bien sabido que sin prevención una epidemia entraba fácilmente en una localidad con efectos devastadores sobre su población?

Para abordar estas preguntas, vamos a analizar dos epidemias que se propagaron en el reino de Nápoles durante el siglo XVII: una en 1656 y otra en 1690. Estas epidemias fueron notablemente diferentes entre sí. Su diversidad también estuvo influenciada por la forma en que fueron gestionadas, es decir, cómo se implementaron medidas preventivas como el aislamiento y la cuarentena. Entre marzo y mayo de 1656, la peste llegó a Nápoles y se extendió por casi todo el reino. La principal causa de su propagación fue la fuga de numerosas personas de la capital infectada. No fue sino hasta mediados de diciembre de 1658 que se declaró al reino completamente libre de la peste, lo que significa que la situación de emergencia se prolongó por más de dos años. La situación fue grave con tasas de mortalidad muy altas. En Nápoles, el 50% de la población falleció, mientras que en el reino el porcentaje fue del 42%. Sin embargo, las localidades más alejadas de Nápoles, situadas en áreas montañosas e inaccesibles, lograron protegerse de manera más efectiva.

Muchos factores influyeron en el comportamiento inicial de los gobernantes en 1656, cuando la prevención no fue adoptada rápida y adecuadamente. Entre estos factores, cabe destacar, el no conocer la etiología de la enfermedad, la falta de memoria de las otras epidemias que azotaron Nápoles en el pasado, el miedo de los médicos y de los gobernantes a admitir que existía el riesgo de un posible contagio, no poder contar con un número suficiente de médicos y oficiales. En general, estos factores indican, por una parte, la dificultad de identificar el problema “peste”, pero, por otra parte, también el hecho de que el problema no se podía (¡y a veces, incluso, no se quería!) abordar de manera eficaz. Sin embargo, el factor más importante que favoreció la difusión de la epidemia en todo el reino fue la dificultad de los gobernantes de controlar, a nivel central y local, el territorio y el movimiento de las personas. En general, en el 1656 una política preventiva adecuada y rigurosa fue una excepción.


Expansión de la peste en 1656.


De forma diferente, en la siguiente epidemia del final del siglo la prevención fue más efectiva. En los últimos meses del 1690 otra epidemia de peste se propagó a partir de Conversano, un pequeño pueblo en la provincia de Terra di Bari, en Apulia, y luego en otras nueve localidades cercanas y duró cerca de un año y medio. Esta epidemia se contuvo de manera más efectiva, manteniéndose dentro de la provincia. Así, en comparación con la peste de 1656, en 1690 la enfermedad tuvo un alcance más limitado.



La epidemia de 1690 presentó notables diferencias en comparación con la de 1656: la distinción principal radica en sus respectivas gestiones por parte de las autoridades. Específicamente, en 1690, se implementaron medidas preventivas de manera más rigurosa en comparación con el pasado. El factor de éxito en la gestión de la emergencia fue la delegación, casi absoluta, de poder a un oficial real, don Marco Garofalo, marqués de la Rocca, emanación del poder central, llamado a actuar a nivel local en nombre de la capital. Gracias a los amplios poderes otorgados, Garofalo implementó una exitosa política de emergencia, centrada en un aislamiento casi completo y riguroso de la zona afectada.


Ubicación del pueblo de Conversano.

 Por tanto, al buscar conclusiones, ¿Qué podemos aprender de las dos epidemias mencionadas? La historia nos enseña que dirigir una emergencia nunca es sencillo, ya sea en el pasado o en la actualidad, porque lograr una buena gestión de la emergencia implica implementar medidas de aislamiento y cuarentena estrictas, incluso a expensas de causar graves daños a la vida y a la economía de la población. Y adoptar medidas tan drásticas, aunque necesarias, no era tan fácil, ayer como hoy.

Son los gobernantes los que tienen la responsabilidad de imponer medidas que, cierto, la población tiene que observar. Medidas que ellos tienen que adoptar de manera rápida para que sean eficaces. En este contexto y considerando la importancia de actuar rápidamente en la gestión de las epidemias, se reafirma la función crucial de las autoridades y sus decisiones en situaciones que son difíciles de controlar. Estas decisiones son complicadas, ya que implican una serie de limitaciones a las libertades individuales que no son fáciles de aceptar. Durante las crisis sanitarias, la esfera “pública” se expande y prevalece sobre la esfera privada para proteger el bienestar colectivo. Para concluir, las epidemias ponen al hombre delante situaciones de emergencia que él tiene que gobernar, pudiendo poner al descubierto una sociedad y sus problemas. En el pasado, y todavía hoy en día. En este sentido también, las epidemias del pasado siguen siendo un objeto interesante de estudio, porque ofrecen interesantes elementos de reflexión útiles para el gobierno de las epidemias actuales.

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