Dios por la piel
Dios por la piel
Paso por el despacho de C., tras el tiempo pasado en España. C. es la responsable de la biblioteca de la facultad. Antes de verano cogió el Covid y este le dejó como secuela una afonía áspera, oscura, cóncava. Esperaba encontrarla recuperada, pensaba que la cosa sería temporal. Pero no. Me dice que es como si se le hubiera secado una parte de las cuerdas vocales: ahora son un fideo antes de cocer, en blanco y negro. Y no tiene cura. Ella parece animada, pero me da pena su situación. Lo único que puede hacer es ejercitar las cuerdas vocales vivas. Como hacer largos de piscina, pero con la logopeda. Me pregunto, al escucharla hablar desde muy lejos estando a mi lado, si su marido la querrá igual, ahora que es un poco menos ella; si sus hijos reconocerán a la misma madre. Algunas preguntas que nos surgen frente a la fragilidad ajena hablan más –claro– de los propios miedos que de la realidad.
Cuándo tenemos un contratiempo en la vida ¿somos #GenteEsperanzada?
Pastoralsj