Hoy he preparado mi primer curriculum. Al principio no sabía muy bien ni siquiera cómo se escribe la palabra curriculum. Pensaba que currículo podría ser un término más apropiado, pero quizás algún sabio reconoció en su momento que currículo no tiene una terminación elegante. Curriculum tiene fuerza, prestigio. Inspira. Es un vocablo que te recuerda a los romanos, sus leyes y sus calzadas, y te hace pensar en toda la tradición que nos precede. Sí, es verdad, venimos de los romanos y somos herederos de mucha historia...

Es una pena, pero yo apenas sé latín. Me acuerdo de que estudié un poco hace años, pero me ha dejado poco poso. ¡Qué pena! El paso de los romanos por mi vida ha sido demasiado fugaz, y eso es una pérdida, supongo... No sé lenguas antiguas, pero estoy inmerso en las nuevas tecnologías. Curriculum me suena a chino –aunque sea latín– y sin embargo siglas como ADSL o Skype son para mí muy familiares. Todo lo nuevo lo absorbo y en cambio ahora caigo en la cuenta que todo lo heredado lo desecho. Me pierdo el vino viejo, añejo... y me lleno el gaznate de vino joven. Los caldos que me bebo apenas tienen un año y me pierdo los licores que se atesoran en las barricas de roble. Me gustaría revisar lo que aprendo. Me siento como un montañero que olvida meter en su mochila los calcetines gordos de la abuela y sin embargo no puede prescindir de su móvil. Voy cargándome de muchas cosas supuestamente prácticas en la vida moderna que son absolutamente irrelevantes cuando te pones en marcha, en camino. Meto en el morral el pendrive y me olvido de llevarme la capa de agua. Me creo la persona más preparada para la travesía y lo que llevo es una mochila llena de cosas inservibles. Estaba convencido de que mi currículo era inmejorable y ahora descubro con pena que no es más que un corredeculo.

Creo que voy a revisar qué cosas no pueden faltar en mi mochila si quiero ser persona. Intuyo que debo mirar lo primero a mis mayores y aprender de ellos cuáles son los principales ítems a incorporar para hacer con dignidad y honestidad el camino de la vida. La alegría la voy a poner al fondo, para que dé soporte al resto de las cosas. Inmediatamente colocaré la paciencia y la confianza: ambas irán en el cuerpo central del macuto para que no haya ni problemas de hambre ni de sed en el camino. Fe y amor en los compartimentos laterales, cubriendo bien todos los huecos. Y mucha esperanza en la parte alta de la mochila, para ir siempre ligero.

Con una mochila así la carga me resultará llevadera y la travesía, un paseo...

¿Por qué me alimento de esto y no de aquello? ¿Por qué no aprecio ciertas cosas?

Fernando Gálligo, sj

PastoralSJ

TODO ESTO DIOS LO PONEMOS EN TUS MANOS Y AQUÍ TIENES LAS NUESTRAS