Algo comienza a nacer de nuevo en nosotros

Hay momentos vitales y en la fe, en los que nos vemos envueltos en una noche que penetra en lo más profundo de nuestro corazón. Parece que todo se detiene, nuestras fuerzas fallan y el valle verde se convierte en un desierto duro. Deseamos parar, comenzamos a mirar atrás, pensando si desandar el camino ya andado. Nos sentimos solos, y no sabemos reconocer en el otro nada más que una compañía que muchas veces sentimos vacía. La desolación se convierte en un eco constante en nuestro interior y comienzan a surgir preguntas. Preguntas que nos alejan de la esperanza, del hermano y de Dios. Todo es noche. Todo es tragedia. Todo es cruz. O eso pensamos.

Pero los planes de Dios son mucho mayores que nuestras percepciones y realidades. Él traspasa la oscuridad, o más bien la disipa, porque la luz, muchas veces escondida, siempre está detrás de la tormenta que ocupa y preocupa nuestro pobre corazón. Y en silencio, poco a poco, muchas veces sin darnos cuenta, comienza a darnos un poco de calor y a despejar las nubes negras que creíamos permanentes. Una luz que penetra, que nos mantiene vivos y nos recuerda que Él siempre desea estar con nosotros. Y esto es lo que va a ocurrir en unos pocos días.

Por esto, Dios se quiere hacer concreto y, sin hacer mucho ruido, esa enorme esperanza decide llegar no solo a nuestro corazón, sino a todo un mundo lleno de corazones en los que la lucha entre lo bueno y lo malo está cada día presente. Él quiere inclinar la balanza, y además, desea acercarse a cada uno de nosotros experimentando y pasando por las mismas dificultades que el vivir supone. Y no lo hará de puntillas, sino con su entrega radical.

Como en nuestra vida, quiere nacer en lo pequeño y lo pobre. Es ahí donde lo encontramos y es desde ahí donde Él quiere venir a nuestro mundo. Porque también es su mundo. Frágil, en un pesebre y sin grandes acontecimientos que lo anuncien, Jesús nace y comienza a experimentar también esas oscuras tormentas que a veces a todos nos tapan el corazón. Pero Él brillará y su fuerza, por sí misma, vencerá. Y nos recordará que, por muy tristes que estemos y por mucha noche que experimentemos, Él siempre será más grande que todo eso. Porque el Rey ha llegado, y ha venido para quedarse en cada uno de nosotros. En Él la esperanza.

¿Eres una persona Esperanzada para este nuevo año?

Pablo Sánchez

Pastoral SJ

¡Todo esto Dios, lo ponemos en tus manos!