Hoy les ha nacido un Salvador
(Lucas 2,11)
Hoy les ha nacido un Salvador
(Lucas 2,11)
Hace semanas que nos anuncian la Navidad. Primero los supermercados, luego la televisión, después las luces en las calles. Todo nos empuja a consumir, a darnos caprichos, a pensar que la Navidad va de tener más, de aparentar más, de llenar mesas y agendas. Parece que es tiempo de exceso, de ruido, de convertirnos —aunque sea por unos días— en el centro de todo.
Pero junto a esas señales tan visibles, hay otras mucho más discretas, que casi nadie anuncia. Son las historias que se parecen a la de Belén. Una familia que llega de fuera, lejos de los suyos, sin recursos ni papeles, y a la que muchos cierran la puerta porque no encaja, porque estorba, porque no es rentable. Una sociedad donde a veces pesa más lo económico que lo humano. Y, aun así, siempre aparece algún portal humilde, alguna persona sencilla, capaz de ofrecer lo poco que tiene para acoger, acompañar y compartir.
En esa Navidad escondida también hay ángeles. No llevan alas, pero anuncian esperanza: personas que acompañan a ancianos, jóvenes que renuncian a un capricho para la Operación Kilo, quienes regalan tiempo para ayudar a otros a estudiar, quienes ofrecen un café y unas galletas a los que duermen en la calle, profesores que se quedan hasta tarde pensando cómo cuidar mejor a sus alumnos. Y también hay magos: personas que buscan, que siguen un destello interior, un deseo profundo, convencidas de que otra forma de vivir es posible.
La espiritualidad ignaciana nos invita a afinar la mirada y a elegir dónde ponemos el corazón. Adviento no es solo esperar una fiesta, sino descubrir a Dios naciendo hoy, en lo pequeño, en lo frágil, en lo humano. Cuando bajamos al fondo de la realidad y la tocamos, cuando miramos de verdad a las personas y sus historias, ahí aparece Dios. No en el ruido, sino en lo profundo.
¿En qué momentos de mi día estoy viviendo una “Navidad de escaparate” y en cuáles me atrevo a mirar de frente la realidad de los demás?
¿Dónde siento que Dios me está invitando a acogerlo hoy para que pueda nacer de verdad en mi vida?
Lo esencial no hace ruido, y el ruido no deja ver lo esencial.
Ernesto Sábato