Hola, soy Francesco y estoy muerto. Estaba en mi casa durmiendo cuando empecé a soñar con la muerte.
Me despertó exaltado, fui a buscar un vaso con agua pero en vez de eso, vi a la muerte en mi casa.
Le dije:
-¿Me puedes dar un día?
-Sólo puedo una hora -respondió negativa.
Al escuchar eso me cambié rápido y salí corriendo de mi casa hacia la casa de mi amada, llamada Julieta. Cuando llegué a su casa no me dejaba entrar.
-Mi padre no está en el palacio y mi madre no está dormida.
Mientras pensábamos otra idea la muerte casi me estaba alcanzando. Entonces, intenté subir a la torre donde estaba ella con un hilo de seda. Pero la muerte ya había llegado. Y yo, al voltearme para verla, me caí del hilo y morí.
Me fui al infierno.
Cuando llegué, lloré por horas ¡me había muerto! Dejé sola a mi amada, no podía creerlo. Unos días después, me tranquilicé. Pensé que tarde o temprano mi amada también moriría y nos podríamos reencontrar.
El infierno es como una cárcel, cada tanto hay alguna pelea pero en general todos los días pasa lo mismo: me aburro, como, me aburro y como. Así todo el día, todos los días.
Excepto los domingos, ese día salva la semana. Los domingos nos dejan ir al cielo con la condición de que no nos escapemos. Si nos llegamos a escapar nos dan un castigo que hasta el propio Hades, el dios del infierno, le daría miedo.
En mi último mes en el infierno. ¡Por fin! ¡Por fin me reencuentro con mi amada! Como se imaginan, le conté de todo y le pregunté de todo. Me contó que era reina y soltera, su padre había muerto de una neumonía y su madre todavía vivía. Mi novia había muerto en una guerra. Intentó salvar a su bebé pero tampoco pudo.