Acabo de morir.
Yo sé que la muerte rompió ese cordón. ¿Qué más puede ser? Acababa de pasar la hora que la muerte me había prometido. Si hay algo que sé es que detesto a la muerte.
Estaba subiendo flotando, flotando hasta el lugar que tenía que llegar y ahí estaba mi amada doncella, llorando desamparadamente. Veía cómo sus rizos dorados se le pegaban en la mejilla por las lágrimas. Tengo que decir que me salió una también pero apreté la mandíbula y me senté en su cama.
Tenía la necesidad de decirle que estaba ahí pero las palabras se perdían en mi boca. Momentos después, entraron sus padres, le dijeron que se calmara porque conocían a un español para casarse con ella, pero no aceptó. Yo ya estaba muerto, no había posibilidad alguna de que me casara con la doncella.