El trabajo de los obreros no era fácil. Las jornadas de trabajo eran muy extensas y muy manuales. Bajo condiciones horribles, los obreros eran sometidos al trabajo seis días por semana de 16 a 14 horas diarias. Los trabajadores llegaban muy entrada la noche a sus hogares y se despertaban muy temprano para ir directo hacia la fábrica. Las condiciones de trabajo eran tan terribles que las enfermedades eran muy frecuentes. Pero no era como hoy en día. Si un trabajador se enfermaba, no podía tomarse unos días de descanso para recuperarse, si el obrero decidía hacer esto, se le descontaba del salario, que era mínimo. Incluso, si un obrero se enfermaba, era echado y reemplazado por otro. Había tanta pobreza, que ya ni siquiera importaba. Como mencioné antes, el salario era mínimo y el trabajo era demasiado. Las máquinas sobre las que trabajaban aumentaban y disminuían la velocidad, por lo que no podías descansar o bajar el ritmo de trabajo. Tenían 40 minutos al día para comer, y si querían comer algo fuera de esos minutos debían hacerlo mientras trabajaban. El capataz los vigilaba y descontaba del salario y/o echaba a cualquiera por la más mínima ofensa como, por ejemplo, llegar tarde o faltar al trabajo. En esos tiempos, los niños también trabajaban en las fábricas, al igual que los adultos porque no había tal cosa como “la infancia”, este término comenzó a utilizarse más tarde. Muy poco descanso, muy poco dinero, muchas horas, muchos días, muchas enfermedades, poca recompensa.
El método de la división del trabajo consistía en un pequeño trabajo para cada obrero, muy manual y agotador. Como por ejemplo, ajustar una tuerca o un tornillo.
El salario era muy pequeño para las largas jornadas. Y las condiciones de trabajo no eran satisfactorias para la salud de los trabajadores.