En esta primera Situación de Aprendizaje hemos reflexionado en clase sobre la pregunta: ¿Cómo y por qué la realidad se convierte en un problema filosófico? Al principio puede parecer una cuestión sencilla, porque todos convivimos con la “realidad” cada día, pero resulta que no es tan evidente como parece.
A lo largo de las sesiones vimos que la realidad no es algo que podamos entender solo con mirarla, sino que necesita una interpretación propia. Cada filósofo ha intentado responder a qué es realmente “lo real”, y sus respuestas son muy diferentes entre sí. Por ejemplo, Parménides defendía que la realidad es única y permanece siempre igual, mientras que Heráclito pensaba que todo está en continuo cambio. Platón distinguía entre un mundo sensible lleno de apariencias y un mundo inteligible perfecto, mientras que Aristóteles rechazaba esta división y afirmaba que la realidad es única pero compleja. Más adelante, con Descartes, llegamos a plantearnos si todo lo que percibimos puede ser engañoso.
Todas estas perspectivas me han ayudado a entender que la realidad no es un concepto cerrado, ni algo que se dé por sentado. Lo que creemos que es real puede variar según quién lo observe, cómo lo piense o qué herramientas utiliza para analizarlo. Por eso la realidad se convierte en un problema filosófico: no basta con vivirla, también hay que cuestionarla e interpretarla, para poder entender qué hay detrás de lo que vemos.
A lo largo de este primer trimestre creo que he aprendido varios saberes básicos y destrezas importantes, especialmente en relación con la comprensión de textos. Me ha sorprendido mi capacidad para entender los textos filosóficos, y creo que gran parte de este progreso se debe a que estoy llevando la asignatura al día y que las clases me resultan realmente interesantes (tanto por el temario como por las explicaciones), lo que hace que me mantenga atenta. También me ha ayudado que cada actividad esté claramente explicada en el Classroom, con su correspondiente rúbrica, y que después de realizar las tareas pueda revisar mis errores gracias a los comentarios constructivos del profesor, que suelen señalar exactamente aquello que pienso que debo mejorar.
Además, los esquemas y los mapas conceptuales han contribuido a que pueda integrar mejor los contenidos, para posteriormente encontrar una conexión que luego aplico en las actividades evaluables.
Otro aspecto que siento que he aprendido es a comentar un texto filosófico de una manera más profunda, sin quedarme en una lectura literal. Ahora entiendo que siempre hay un trasfondo y una intención reflexiva que el autor quiere transmitir, y que mi tarea consiste en identificar ese sentido y explicarlo con mis propias palabras. Este cambio de enfoque me ha ayudado a leer con más atención y a comprender mejor el mensaje real del texto.
A lo largo de este primer trimestre me he dado cuenta de que todavía no domino del todo la expresión escrita ni la gestión del tiempo. Aunque por ahora entiendo perfectamente los textos que leo, cuando tengo que plasmar mis ideas en una hoja me bloqueo y tardo más de lo que debería. Además, a veces cometo faltas (sobre todo castellanismos a la hora de colocar conectores, errores de puntuación o de acentuación) que hacen que mis comentarios de texto no queden tan claros como me gustaría.
Supongo que parte del problema es que últimamente apenas dedico tiempo a la lectura, cuando antes era una actividad que disfrutaba muchísimo. Aunque sigo leyendo cosas a lo largo del día, me he dado cuenta de que no es una lectura profunda ni continuada, y por eso no me ayuda tanto a mejorar la expresión escrita como lo hacía antes la lectura por placer. También influye que, cuando escribo, tiendo a querer que todo quede perfecto a la primera, y esa exigencia me hace perder tiempo y dificulta que avance. A veces debería recordar que “menos es más” y que lo importante es ordenar bien las ideas y pulir el texto antes de obsesionarme con los pequeños detalles.
Otro aspecto que puedo mejorar es la seguridad al escribir en catalán. Aunque el catalán es mi segunda lengua y la domino bastante bien, cuando tengo que redactar bajo presión noto que en castellano me cuesta menos mantener la fluidez. Por eso creo que también sería buena idea practicar más los comentarios de texto en esta lengua para sentirme más segura.
Para mejorar, puedo volver a incorporar la lectura de forma más regular, aunque sea con ratos pequeños cada día. También me ayudaría practicar más con las webs de apoyo a la escritura que tenemos en Classroom, en el apartado de recursos. Además, quiero intentar ser menos perfeccionista, porque a veces esa exigencia me frena más que ayudarme. Si trabajo estos aspectos de manera constante, creo que podré ganar soltura, reducir los errores y gestionar mejor el tiempo y, sobre todo, acabar satisfecha al final de cada actividad.
Lo que más ha despertado mi interés en este primer trimestre ha sido descubrir el origen de las preguntas filosóficas. Me ha sorprendido darme cuenta de que la filosofía no nació como algo complicado o reservado a expertos, sino del simple gesto de atreverse a preguntar cuando las respuestas tradicionales ya no bastaban. Esa actitud inconformista me ha hecho pensar en lo necesario que es no aceptar cualquier explicación solo porque “siempre se ha dicho así”. Creo que ese espíritu sigue siendo igual de importante hoy en día como en el pasado.
A partir de ahí me han surgido varias preguntas nuevas. La primera tiene que ver con el propio conocimiento: ¿realmente pensamos por nosotros mismos o solo repetimos ideas que hemos escuchado desde pequeños? Otra cuestión que me inquieta es por qué algunas preguntas nos acompañan desde la infancia, como si fueran parte de lo que somos. Cuando recuerdo mis dudas (no necesariamente de hace mucho, preguntas aparentemente simples sobre por qué ocurren ciertas cosas) me doy cuenta de que, en el fondo, ya estaba tratando de entender el mundo de una manera muy parecida a la de los primeros filósofos. Eso me hace pensar que la capacidad de cuestionar es algo natural en nosotros, aunque a veces parezca que la intentamos alejar.
Reflexionar sobre esto también me ha llevado a preguntarme si todo tiene un propósito o si simplemente intentamos darle un orden a lo que no entendemos. Estas dudas me parecen relevantes porque no se quedan en la teoría, sino que influyen directamente en cómo interpretamos lo que nos pasa y en nuestra manera de tomar decisiones.
En general, este proceso me ha hecho darme cuenta de que pensar de manera crítica no consiste solo en aprender ideas de filósofos, sino en aplicarlas a mi propia vida. Por eso creo que los interrogantes que me han surgido son valiosos: porque no buscan una respuesta inmediata, sino que me obligan a mirar con más profundidad y a entenderme mejor a mí misma.
Siempre he sido una chica bastante curiosa, pero desde que empezamos el curso siento que pienso más las cosas y me hago más preguntas desde un punto de vista más crítico y estructurado. También noto que estoy construyendo mis opiniones e ideas basándome en mis propios principios. En el fondo, creo que es lógico que ahora lo vea de esta manera , porque cuando somos pequeños ya actuamos, casi sin darnos cuenta, como pequeños filósofos: no dejamos de preguntar, queremos entender las cosas a fondo y no nos conformamos con respuestas rápidas o vacías.
Aunque Platón y Aristóteles abordan el mismo tema, sus planteamientos siguen caminos muy distintos. Esta diferencia ha sido lo que más me ha hecho reflexionar en esta Situación de Aprendizaje, especialmente al comparar sus explicaciones sobre qué es la realidad y cómo podemos llegar a conocerla.
Cuando en clase trabajamos un fragmento de “La alegoría de la caverna”, como posible texto a evaluar, lo entendí mucho mejor. Platón defiende que lo que percibimos con los sentidos no es la realidad tal cual, sino algo que puede engañarnos. Para él, lo que vemos son apariencias y cambios que pertenecen al mundo sensible, ocultando la auténtica realidad. Esa verdadera realidad solo existe en el mundo suprasensible y es eterna, perfecta e inmutable, a la cual únicamente podemos acceder mediante la razón.
Aristóteles, en cambio, rechaza la existencia de dos mundos separados. Para él, lo que vemos y tocamos forma parte de la realidad misma; no es la sombra de algo más perfecto. Considera que las apariencias pueden ser manifestaciones de la realidad y que, gracias al razonamiento, podemos comprender el mundo de forma completa. Por eso se dice que es un pensador monista y no dualista.
La alegoría de la caverna también me hizo pensar en cómo muchas veces la realidad queda oculta tras apariencias que nuestros sentidos no captan de manera inmediata. El interior de la caverna simboliza lo que creemos que es real (el mundo sensible) donde permanece la mayoría de personas porque no se cuestionan nada más. En cambio, fuera de la caverna estaría el conocimiento auténtico, al que solo se accede mediante un esfuerzo racional.
Si tengo que posicionarme, como ya expliqué en el ensayo por parejas, me siento más cercana al pensamiento aristotélico. Me resulta más fácil entender que una persona puede cambiar a lo largo del tiempo sin dejar de ser ella misma. Por ejemplo, yo misma voy cambiando: mi forma de pensar, mi manera de vestir o incluso algunas de mis ideas no son iguales que hace unos años, pero sigo siendo la misma persona en esencia.
En cuanto a Platón, me cuesta asumir que lo verdaderamente real sea algo totalmente separado de lo que experimentamos cada día. Además, no acabo de ver claro cómo podríamos acceder a unas supuestas realidades perfectas si él considera que somos seres limitados y cambiantes. Por eso, aunque entiendo el sentido de su alegoría, me resulta difícil situarme dentro de su pensamiento.
Todo este proceso me ha hecho reflexionar sobre lo rápido que solemos quedarnos con lo primero que vemos o que nos cuentan, sin preguntarnos si detrás puede haber algo más. Creo que es importante aprender a mirar de una forma crítica y no dejarnos llevar únicamente por las apariencias. Además, esta reflexión me recuerda al papel del filósofo (o incluso del profesor) como guía hacia el conocimiento. En La alegoría de la caverna, el prisionero que consigue salir representa a quien ha logrado comprender la verdad y, aun sabiendo lo difícil que es regresar al entorno en donde predomina la ignorancia, decide volver para ayudar a los demás a descubrir la verdad. Esa idea me hace pensar que el aprendizaje no solo implica entender algo por uno mismo, sino también acompañar a otros en ese mismo camino.
Utilizando mis conocimientos del año pasado junto con los de este primer trimestre, a partir de “La alegoría de la caverna”, me ha surgido otra duda ¿Se vive mejor con conocimientos, sabiendo todas las cosas malas que esto implica, o en la ignorancia, donde tienes muchas menos preocupaciones, pero muchas más limitaciones mentales?
En la actualidad, creo que la caverna podría representar a las personas que han sido adoctrinadas. Ya que cuando un niño es adoctrinado y crece con estas creencias impuestas, su capacidad para cuestionar o explorar otras perspectivas por sí mismo se ve limitada, y pierde la libertad de elegir sus propias ideologías por voluntad propia, conociendo solo aquello que le han enseñado como la única verdad. Por eso, aunque con el tiempo muchas de estas personas tengan acceso a mucha información que les permitiría documentarse sobre otras convicciones y formar un criterio propio, terminan dando por hecho que los demás son quienes están equivocados, ya que crecieron con esta idea desde muy pequeños.
Creo que no hay pensamiento sin curiosidad.