Si de orígenes míticos se trata, algo puede afirmarse del plantel "Benito Juárez": según sea el fundador que se entreviste para indagar sobre sus orígenes, se erigió sobre una ala arrebatada al Panteón Civil de San Lorenzo Tezonco, del cual ahora es vecino separado sólo por una barda. En otra versión se afirma que se construyó sobre un antiguo tiradero. Y otra historia, tanto o más truculenta que las anteriores, señala que se erigió en uno de los sitios donde fueron a dar los escombros de edificios y casas que destruyera el terremoto de 1985.

Cualquiera que sea la versión correcta, si tiradero, panteón o depósito del cascajo de un sismo, los orígenes un tanto macabros del plantel dan rienda suelta a la imaginación. Pero aún mejor -y esto resulta muy estimulante desde un punto de vista no solamente literario- es el sentido realmente mítico que puede otorgarse a esta parte del proyecto del IEMS: la vida y el conocimiento que resurgen de la muerte; la educación que nace de la destrucción… la renovación, el ciclo virtuoso del conocimiento que resurge, se reconstruye, vive.