En el siglo XIX, época en la que vivió esta científica, la mujer podía encargarse del cuidado de los enfermos, pero no desde la posición de médica. Seguía siendo un tabú que estudiaran medicina, pero conforme el siglo iba avanzando, un gran número de mujeres decidieron romperlo y desafiar los estándares sociales establecidos entonces.
Martina no iba a ser la excepción. Al cambiarse el gobierno y permitirse el acceso de la mujeres al Bachillerato, Martina logró pasar por esta etapa y accedió a la carrera de Medicina. La mayoría de sus compañeros, de ideología liberal, la apoyaban a ella y a sus compañeras, pero aun así encontraban la resistencia de las autoridades, mucho más conservadoras.
A pesar de no ser la primera mujer en acceder a esta carrera, fue la primera en doctorarse. Posteriormente, trabajó en el Hospital Militar de Reus, donde su marido era médico militar.
Un ejemplo a seguir para todas las futuras médicas, pues llevó a cabo una lucha incansable por alcanzar el éxito que merecía, o al menos, el puesto de trabajo que deseaba; y sin duda, por romper tabúes y avanzar respecto a los derechos de la mujer.