Rita vivía en un pueblo triste y aburrido.
Todos andaban ocupados y preocupados;
de tanto correr, habían olvidado cómo reír.
Entre tantas caras largas, un día Rita no aguantó más
y estalló en carcajadas.
Su risa inundó las calles;
se metió a las casas,
invadió los bancos,
los colegios, las oficinas,
las tiendas y las plazas.
Entonces, todo fue algarabía.
Nadie entendía qué pasaba y al preguntar,
la risa les contagiaba.
Después de ese día, todo se hizo más lento
y en el pueblo vivieron más contentos.
Nunca se supo la razón de tal alegría,
sólo Rita sabía que motivos no había.
Fue así como Rita, la tortuguita, logro vencer
el afán de los afanados
y recuperar, para siempre,
la risa de los despreocupados.