La historia de la civilización es la historia de la invención de cada vez más métodos nuevos para convertir la energía, dominar sus nuevas fuentes y, en última instancia, aumentar el consumo de energía.
Un aumento particularmente notable en el consumo mundial de energía se ha producido en los últimos 200 años desde el comienzo de la era industrial. Un hombre de una sociedad industrial consume 100 veces más energía que un hombre primitivo y vive 4 veces más.
En el mundo moderno, la generación de electricidad es la base para el desarrollo de industrias básicas que determinan el progreso de la producción social.
Existen dos grandes fuentes de energía: las energías renovables y las no renovables. Las energías renovables:
Son recursos limpios y casi inagotables que nos proporciona la naturaleza.
Por su carácter autóctono contribuyen a disminuir la dependencia de nuestro país de los suministros externos.
Favorecen el desarrollo tecnológico y la creación de empleo.
Las energías no renovables:
Son aquellas cuyas reservas son limitadas y, por tanto, disminuyen a medida que se consumen.
A medida que las reservas son menores, es más difícil su extracción y aumenta su coste.
Se consideran energías no renovables el petróleo, el carbón, el gas natural o la energía nuclear.