Dicen que cuando somos niños, uno de los anhelos más grandes que tenemos es conocer a nuestros abuelos, conocer a esos seres tan maravillosos con tantas experiencias vividas a lo largo de su vida, experiencias que les quedan marcadas tanto en la mente como, en algunos casos, en el corazón... pues yo no podría ser la excepción.
Me llamo Rubi Alexandra Blanco Fiscal y tengo 18 años. Desde pequeña, siempre fui una niña privilegiada con unos padres maravillosos, unos padres que siempre están para mí en las buenas y en las malas, y que a pesar de todo nunca me dejaron sola. En algunos momentos de mi vida tuve caídas como todos los seres humanos, pero siempre me levantaba y seguía adelante. Siempre lo tuve todo, pero a pesar de que conocía a mis abuelos por parte de mamá, siempre quise poder conocer a mis abuelos por parte de papá. Pero todo siempre era muy complicado, ya que mi padre no corrió con la misma suerte que yo y él sí tuvo una infancia muy difícil. Por eso, hoy quiero contarles esta historia tan maravillosa, la historia de él, que a pesar de que no todo fue color de rosas, siempre trató de hacer las cosas bien y de la mejor manera. Y no siendo más, empezaré a contar su historia y espero que les guste.
Mi padre es un hombre llamado Ruben Blanco y hoy en día tiene 63 años de edad y, a pesar de que ya está un poco mayor, es un hombre lleno de vida y con muchas ganas de seguir adelante. Cabe resaltar que es el mejor padre del mundo, mi mejor amigo y mi más fiel confidente.
Mi padre, en su infancia, llegó a vivir en la vereda de Vegas, más allá de un pueblito llamado Onzaga, Santander, que queda ubicado más allá de Bucaramanga. No puedo decir que toda su infancia la vivió allá, ya que a sus 9 años de edad y siendo el primer hijo de mi abuela, él decidió irse lejos de la casa de él y poder ayudarla con el sustento. Siendo solo un niño, agarró dinero de mi tío y en la noche partió hacia el pueblo, y de allí tomó rumbo a Bucaramanga. Estando allá en Bucaramanga, entró a un restaurante a comer, y la dueña del negocio se le acercó y le empezó a hacer preguntas, tanto así que le dijo que si quería trabajar allí con ella. Él aceptó y se quedó un tiempo. Después de como 6 meses, según lo que me contó mi padre, decidió agarrar rumbo a Santa Marta con unos amigos de él. Estando allí, llegaron a una tienda y un señor que estaba tomando en esa tienda decidió hacerle unas preguntas a mi padre para entrar en confianza, tanto así que le ofreció trabajo a mi padre en la Sierra Nevada de Santa Marta. Mi padre aceptó y se fue con él. Al llegar allá, le dijeron a mi padre lo que tenía que hacer y se puso manos a la obra. Después de unos años, decide volver a donde mi abuela y habló con el señor. El señor nunca le había dado plata a mi padre, por el contrario, le daba techo, comida y vestimenta, pero el señor le estaba ahorrando todo el salario de mi padre y el día que mi padre decide marcharse, le da el dinero. Lo llevó al centro a comprar ropa nueva y zapatos, el pasaje de vuelta a casa, y se despiden allí con la esperanza de que mi padre volviera, pero él no volvió. Estando donde mi abuela, le devolvió el dinero que tomó prestado de mi tío y decidió quedarse en casa de ellos, junto con mi abuela. Tiempo después, tomó rumbo a Venezuela y de allí a otros países. Jejeje, su infancia no fue fácil, le tocó trabajar desde pequeño y le tocó vivir las verdes y las maduras, pero sin embargo, nunca cayó en tentaciones como las drogas ni nada por el estilo. Siempre ha sido un hombre honrado y con buenos valores. Pasó frío, pasó hambre, pero nunca se dio por vencido. La verdad, casi no cuenta mucho de la vida personal de él, pero lo que sí sé es que estuvo en el ejército prestando servicio, estuvo muy enfermo y casi se muere. Siempre quiso tener una niña, y pues bueno, aquí estoy yo contando su historia. Jejeje... cuando digo que nunca conocía a mi abuela por parte de él y que siempre la quise conocer es porque él, al ver que mis tías y mi abuela ya estaban bien, decide venirse para Cúcuta y sin pensar que en algún momento la comunicación podría perderse, pues sucedió. Mi padre perdió comunicación con mi familia por parte de él y desde ese entonces no volvió a saber nada de ellos. Estamos hablando de aproximadamente cuando mi padre tenía como 30 años. Pero esperen, eso no es todo.
Cúcuta, ciudad donde conocí a mi madre y juntos decidimos irnos a Venezuela a vivir junto con mi hermano mayor, quien mi padre crió desde los 3 años de edad. Años después nací yo y, a medida que fui creciendo, fui preguntando por mis abuelos. Mi padre siempre me hablaba de mi abuela, al menos eso recuerdo, pero era pequeña y las redes sociales aún no existían. Cuando tenía unos 10 años, quise saber de mi abuela, pero mi padre no me dijo cómo se llamaban mis tías y yo ya no me acordaba. Con el pasar del tiempo, siempre quise buscarlas y poder saber de ellas. Cuando cumplí 16 años, un día común y corriente estaba en casa de una de las hermanas de mi madre y me dijo que se habían comunicado desde Onzaga buscando a mi padre para decirle que mi abuela estaba muy enferma. Me emocioné mucho, era la primera vez que íbamos a buscarla de verdad. Aunque no me gustaba la idea de que estuviera enferma, estaba muy feliz de saber que estaba viva. Salí corriendo de la casa de mi tía y le llevé la noticia a mi padre. De inmediato me puse en plan de búsqueda por Facebook y logré localizar a mis tíos, pero ninguno contestaba. Sin embargo, pude hablar con el hermano menor de mi padre y no podía creerlo cuando le dije que yo era nieta de la señora Rosalbina Blanco y que mi padre era Rubén Blanco. No lo podían creer porque ellos estuvieron buscando a mi padre y no lo encontraron. Esa misma noche llamamos a mi tío y logré hablar con él, y mi padre habló con él y le dijo cosas que solo ellos podían saber. Seguían sin creerlo, ¿cómo era posible que después de 30 años apareciera mi padre? Mi abuela ya lo había dado por muerto e incluso le habían hecho misas en su nombre. Sin embargo, ella muy en el fondo sabía que su hijo mayor estaba vivo y seguía esperando. Duramos un año hablando con ellos por celular y al siguiente año, es decir, el año pasado, logramos viajar en junio para poder verla después de 30 años y yo poder conocerla. Fue la semana más maravillosa del mundo. Por fin, mi sueño se hizo realidad y tenía a la mujer más hermosa y maravillosa que había podido conocer. Estaba tan feliz de estar allí con ella, me sentía genial a su lado y me di cuenta de que era igual que ella en todo, hasta en los gestos. Le agarré mucho amor y cariño. La semana pasó muy rápido y tuvimos que volver nuevamente a Cúcuta. La abracé y me despedí de ella, al igual que hizo mi padre.
Pero con el tiempo, lo que fue puro amor se convirtió en tristeza, ya que ella estaba muy enferma y al mes siguiente falleció. Cuando la conocí, quedé encantada con tan hermosa mujer y con lo fuerte que era. Pero para nadie es un secreto que ella quería volver a ver a su hijo mayor para poder descansar en paz. Solo le pido a Dios que la tenga en su santa gloria y gracias por haberme permitido conocer a tan grandiosa mujer.
Fuimos al velorio de ella y tengo que decir que nunca había visto llorar a mi padre hasta aquel día que vio el cuerpo de mi abuela en ese ataúd. Nunca lo había visto así. Duramos una semana en la casa donde ella vivía y conocí a toda mi familia por parte de mi padre. Por fin se cumplió mi deseo, aunque no tuvo un final feliz logré conocerla y mi padre logró volver a verla después de unos años, o para ser más claros, 30 años. Esta es una historia basada en hechos reales y se llama "Un amor a través del tiempo" porque, a pesar del tiempo, el amor que hay entre una madre y un hijo nunca acaba y la esperanza siempre estuvo allí con ellos... Gracias por leer mi historia."