La isla de los sueños de Jhon
En una lejana isla del Océano Pacífico vivía una pequeña comunidad llamada Toral; en dicha comunidad una humilde familia trabajaba arduamente como todas las demás para lograr sobrevivir. Pero lo que en realidad la hacía diferente era su pequeño e inquieto hijo Jhon, a quien todos apodaban “pequeño león marino” por su gran habilidad para pescar y defenderse en el mar.
A pesar de su corta edad, Jhon salía con su padre Jacobo todas las madrugadas a pescar y ayudar a su familia en el sustento diario; aunque lo hacía con gran agrado, su mayor deseo era luchar contra la contaminación del hermoso mar. Noche tras noche soñaba que con una red gigantesca y un extraordinario poder sacaba toda la basura del mar hasta dejarlo limpio y cristalino.
Cada mañana antes de ir a pescar con su padre como de costumbre, Jhon se le adelantaba a su padre para recoger las basuras y desperdicios que llegaban hasta la playa traídas por las olas del mar. Mientras las recogía, pensaba: -¿Cómo es posible que existan hombres capaces de hacer tanto daño?- Y continuaba recogiendo las desperdicios de la playa mientras era hora de partir.
A las cuatro de la madrugada su padre Jacobo alistaba la pequeña y destartalada canoa y ambos se embarcaban en ella llamada la milagrosa mar adentro entonando preciosas canciones de mar. Una vez en altamar su padre echaba las redes al mar, esperaba un tiempo prudente, las sacaba a flote, revisaban la pesca y devolvían al mar los peces más pequeños. De vez en cuando la red se atoraba en las rocas o en la vegetación y Jhon, el pequeño león marino, se lanzaba gustoso al mar e incluso fingía dificultad para desatar la red con el único fin de disfrutar de la belleza del mar.
Día a día realizaban las mismas actividades, pero Jhon no se cansaba, era tanto su amor por el mar que descubría nuevas cosas que lo atraían a él. De igual manera crecía su preocupación por la contaminación excesiva, así que decidió cambiar su estrategia para recoger basuras diariamente y planeó algo diferente y mágico.
A la mañana siguiente como cualquier día, Jhon se levantó, se asomó por la ventana de su pequeño y humilde cuarto, que se encontraba de frente al mar, y miró fijamente al horizonte. Parecía que quería medir de alguna forma la extensión del maravilloso mar. Tan concentrado se encontraba que no escuchó la voz de su padre que lo llamaba desde la playa con potentes gritos: - Miguel ¿Hoy no vas a recoger basuras en la playa? Primera vez en diez años que esto sucede, llevo media hora esperándote en la playa hijo.
Jhon no puso atención a la lejana voz de su padre y terminó de organizar su plan. Caminó lentamente, le dio un fuerte abrazo a su madre Sofía y no quiso tomar el caldo de pescado que le había preparado su madre.
- Jhon ¿te sientes bien?
- Sí mamá, no te preocupes por mi estaré bien te amo madre.
Padre e hijo se embarcaron y navegaron mar adentro. Por una extraña razón, esa madrugada el mar se encontraba demasiado tranquilo y apacible, como si esperara algo y Jhon no quiso cantar, pero en su rostro se dibujaba una enorme sonrisa.
- Jhon, te noto muy extraño. Tu mirada es diferente el día de hoy y no quisiste cantar...
¿Qué dices a eso?- Preguntó su padre. - ¿Sabes algo papá? Quiero guardar mi alegría para cuando mi sueño se haga realidad. - ¿Tu sueño? ¿Qué sueño?. - Pero su pregunta se quedó sin contestar. Al cabo de un rato Miguel exclamó: - Papá, ¿podemos navegar hacia el arrecife de toral? - Pero Miguel, es demasiado lejos y tu sabes que allí no debemos pescar, el lugar está poblado de vegetación y fauna. -Papá, sólo quiero disfrutar del paisaje.
- Está bien, dijo su padre. Mereces un poco de descanso.
Y comenzaron a remar hacia el arrecife de toral. En el trayecto hacia el arrecife, era tan fuerte el poder del pequeño Jhon y las ansias de hacer su sueño realidad, que invadió a su padre del mismo deseo y en pocas palabras le contó tan preciado anhelo y lo mucho que significaba para él. Así que su padre decidió apoyarlo y compartir su sueño.
Al llegar al arrecife, padre e hijo se miraron fijamente, se tomaron de la mano y se lanzaron a lo profundo del mar; con ellos llevaron su red; que al ser mojada por las cálidas aguas su tamaño se triplicó una y otra vez.
Cada uno tomó un extremo de la inmensa red y un poder maravilloso se apoderó de ellos. Se sumergieron y nadaron rápida y ágilmente por las grandes profundidades del mar Caribe y toda la contaminación que había en el mar quedaba atrapada en la red como si ésta tuviera un poderoso imán. Ballenas, delfines, tiburones, pulpos y estrellas se unían a la labor y juntos arrastraban la enorme red. Su labor duró tres días y tres noches sin descanso...Pero lo lograron y regresaron felices a “Toral” en su vieja y destartalada canoa; el padre entonando canciones de mar y Miguel repitiendo una y otra vez: -Mi sueño se hizo realidad, ¡lo logramos papá!.
La basura fue llevada por Jhon y su padre hacia un lugar apartado del arrecife de toral y allí como por arte de magia, fue convirtiéndose en vegetación y en pequeños pececillos de color dorado como el sol. La inmensa red quedó sumergida en lo más profundo del océano y desde allí atrapa a los hombres inconscientes que siguen contaminando los mares y los convierte en pequeños gotas de agua que se evaporan en los días calurosos.
Jhon sigue colaborando en la pesca diaria y fue nombrado por su comunidad como “Guardián de la isla” por su gran amor al mar y su interés por el medio ambiente.