La iniciación cristiana es una realidad unitaria en el interior de la experiencia de la construcción de la identidad cristiana y como tal ha de ser estudiada. Supone un proceso que marca el paso desde la no fe a la madurez de la condición creyente teniendo en cuenta todos los pasos intermedios y su relación. Proceso jalonado por tres sacramentos que, por lo afirmado, guardan entre sí una relación conexa: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. El Bautismo sería el inicio y la Eucaristía la culminación. La vida cristiana puede ser entendida, así, como un Bautismo que se ha de hacer Eucaristía.
Este hecho está revelando que entre al progreso creyente (que es vida y sabiduría desde la que entender la vida) y las celebraciones sacramentales del creyente hay una unidad que ha de ser considerada y respetada. El crecimiento en la fe abarca la totalidad de la existencia humana y se expresa sacramentalmente. El viejo adagio latino es del todo acertado para nuestro caso: ley orandi, lex credendi.
A la hora de tratar nuestro tema, parece necesario considerar en un primer momento qué quiere decir iniciación y por qué se emplea en la historia de la teología cristiana este término. Tal circunstancia nos permitirá descubrir la relación de la iniciación cristiana con otros procesos similares en las religiones o en la experiencia humana secular. En esto hay una originalidad cristiana dentro de un horizonte de vivencia humana compartida con todos. No habrá que olvidar que el cristianismo descubre en la experiencia humana (sobre todo en la de Jesús de Nazaret) el camino de la revelación de la palabra de Dios y que sobre este mismo presupuesto se levantan la sacramentalidad y los sacramentos cristianos: la posibilidad de descubrir en el mundo humano la presencia misteriosa y eficaz de Dios (claro, por designio divino, no por voluntad de la criatura).
La historia del cristianismo demuestra que la iniciación cristiana y el modelo catecumenal que suponía ha sufrido a lo largo del tiempo transformaciones de bastante relieve que conviene conocer y que, a su vez, explican el problema anejo que la celebración del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía ha ido teniendo. De hecho, la Iglesia Católica hasta el Vaticano II no restaurará el catecumenado antiguo, camino iniciático pensado fundamentalmente para adultos.
En el curso, además de la aproximación al concepto de iniciación, se estudiarán cada uno de los tres sacramentos que la articulan. Su tratamiento por separado, pero dentro de la lógica de la maduración en la fe, permitirá un conocimiento suficiente de cada uno de ellos, especialmente de la Eucaristía, meta de la iniciación y centro de la vida cristiana.