El suelo agrícola enfrenta varios problemas que amenazan su capacidad para sostener cultivos. La erosión es uno de los más graves, ya que arrastra la capa superficial rica en nutrientes, dejando la tierra menos fértil. Además, la pérdida de nutrientes por el uso intensivo del suelo reduce la calidad de los cultivos, mientras que la compactación, causada por maquinaria pesada o pastoreo, impide la absorción de agua y el crecimiento de las raíces.
En zonas de riego intensivo, la salinización acumula sales en el suelo, afectando la absorción de agua y el desarrollo de las plantas. Por último, la contaminación por pesticidas y químicos daña la salud del suelo y de los organismos que dependen de él. En Suelos Sin Fronteras, trabajamos para combatir estos problemas y garantizar un suelo saludable y sostenible
Este suelo agrícola muestra signos claros de deterioro. La compactación del terreno dificulta la infiltración de agua y el crecimiento de las raíces. Además, los restos vegetales no están bien integrados al suelo, lo que impide que este se enriquezca con materia orgánica. La falta de cobertura vegetal deja el suelo vulnerable a la erosión, provocando la pérdida de nutrientes. Esto podría ser consecuencia de prácticas como el monocultivo, que agota el suelo. Además, la sequedad visible refleja problemas en la gestión del agua, ya sea por falta de riego o por insuficiencia de lluvias.
Para mejorar la situación, es necesario implementar prácticas como la rotación de cultivos, el uso de abonos orgánicos, labranza mínima y técnicas para conservar la humedad y prevenir la erosión. Esto ayudaría a recuperar la salud del suelo y mejorar los rendimientos