CONSIDERACIONES SOBRE LA ASISTENCIA PSIQUIATRICA EN VENEZUELA

Revista de la Universidad del Zulia

ISSN LUZ-00000 versión on-line

RLUZ v.03 n.9 Maracaibo mar. 1960

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CONSIDERACIONES SOBRE LA ASISTENCIA

PSIQUIATRICA EN VENEZUELA

Dr. Ramón Avila Girón.

Leído en Asamblea de la Sociedad Venezolana do

Psiquiatría y Neurología el día 4 de Marzo de 1959.

Venezuela es un país en el cual la lucha sanitaria ha logrado magníficos triunfos en diferentes aspectos. La efectiva campaña antituberculosa, la erradicación casi total de la malaria, la supresión de las más graves enfermedades infectocontagiosas, la acentuada disminución de la mortalidad infantil, el aceptable nivel de los servicios quirúrgicos entre otras conquistas, la colocan en una posición de avanzada en relación con otras naciones de idénticas posibilidades. Ello pone de manifiesto buena capacidad organizativa y competencia en nuestros sanitaristas para resolver los problemas a los cuales se han enfrentado con esmero y entusiasmo.

Pero al lado de ese progreso en tan diversos y difíciles campos, se observa un alarmante atraso y descuido en otros sectores de la Salud Pública.

Así, lo concerniente a ese don inapreciable de los seres humanos que es la salud mental, ha sido siempre mirado con gran indiferencia por los funcionarios sanitarios. Estos no han querido entender que la mayor parte del esfuerzo se pierde si no se encamina a la búsqueda de la salud integral del hombre. Esa actitud de huida ante tan grave problema ha contribuido a agigantarlo de tal modo que hoy puede afirmarse con toda sensatez y seguridad que el problema sanitario más grave de Venezuela es el de la Higiene Mental. Mientras la Organización Mundial de la Salud sustenta desde hace varios años "que el principio único más importante a largo plazo para su futuro trabajo es el fomento de la Salud Mental", entre nosotros se le descuida, se le relega al último plano y aún se le pretende ignorar.

Ello, a pesar de esa lucha dura y tenaz que durante varios años ha venido sosteniendo la Sociedad Venezolana de Psiquiatría y Neurología para que el interés por el bienestar físico corra paralelo con el interés por el equilibrio psíquico. En ese noble empeño esta sociedad ha insistido en las más diferentes formas, con los mas sólidos argumentos y ante las más adversas circunstancias. Por ese motivo ha chocado en varias oportunidades con los personeros del despacho de sanidad, los cuales no sólo han desatendido los constantes reclamos de esta sociedad, sino que incluso, algunos han llegado a expresar con fastidio y con violencia no querer saber nada de los psiquiatras ni de las psiquiatría.

Esa frialdad y apatía de los organismos competentes hacia los problemas de la salud mental, se objetiviza con rasgos de crueldad en el desastroso estado de la asistencia psiquiátrica en el país. En los meses subsiguientes a la caída del régimen dictatorial, los más importantes diarios y revistas de toda la República publicaron horripilantes reportajes y fotografías de nuestros hospitales psiquiátricos. Por ellos el público conoció una parte de la trágica realidad de esos vergonzosos institutos. Allí se mostraba la espeluznante verdad de hambre, abandono y hacinamiento, derrumbe físico, destrozo espiritual y ruina total en que se debaten nuestros infelices enfermos mentales. A raíz de esas publicaciones se extendió una gran alarma a todo lo largo y ancho de la nación y el gobierno provisional hizo promesas de encarar seriamente tan gravísima situación. Todas las instituciones psiquiátricas expusieron sus necesidades y demandaron rápida solución de sus problemas.

El Capítulo Zuliano de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría, en su exposición presentada ante el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social en febrero de 1.958, dice entre otras cosas lo siguiente: "nuestros enfermos mentales han sido víctima hasta ahora de un injustificado olvido por parte de los sanitaristas y autoridades venezolanas". Enumera las más notables deficiencias de la asistencia psiquiátrica y propone las soluciones más factibles, en especial para el occidente del país.

Asimismo una comisión de médicos del Hospital Psiquiátrico de Caracas pasó varios meses estudiando minuciosamente los principales problemas de la asistencia psiquiátrica en la capital. Después de un concienzudo análisis de todos los datos importantes, esa comisión elaboró un proyecto de reforma que contempla una acentuada mejora de la atención a los enfermos mentales. Ese proyecto de reforma elaborado por los médicos del más importante Hospital Psiquiátrico de Venezuela y que han vivido y sentido el problema en toda su crudeza, fue considerado y discutido en todas sus partes por un equipo de neurosiquiatras de lo más variado que pueda concebirse. No surgió pues como arte de magia, ni tampoco de la mente exclusiva de un solo hombre. Presentado al Ministerio de Sanidad, nunca más volvió a saberse de tan detallado proyecto.

También los directivos del Dispensario Central de Higiene dental que funciona en la capital de la República, han hecho en varias ocasiones intentos para que se reestructure ese organismo y pueda desempeñar la beneficiosa labor que realmente le corresponde.

Este dispensario inició sus actividades en el mes de marzo de 1 948, y si bien sus postulados teóricos tuvieron desde el comienzo sólida base científica, en la práctica se ha visto impedido de efectuar un trabajo realmente útil. Las campañas profilácticas contra las causas de las enfermedades mentales, la atención psicopedagógica de los trastornos psicológicos de la infancia y las otras finalidades propias de un dispensario de higiene mental se han cumplido con muy poca extensión. Eso se puede apreciar al conocer las quejas de los propios funcionarios de ese Centro de profilaxia mental. Así, en el memorándum presentado por el personal del Dispensario Central de Higiene Mental, a la Dirección de Salud Pública del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social en el año 1.958, se lee textualmente lo que sigue: "En repetidas oportunidades se han llevado nuestras inquietudes ante los organismos competentes, pero la política de oído sordo que aplicaban los personeros de la tiranía a todos los clamores de la sociedad que no respondiera a un criterio de propaganda bien explotada, había silenciado nuestra voz y ante el argumento de la falta de presupuesto, caímos en una labor improductiva y falsa que hoy deseamos superar para siempre".

Además de esa justa queja, en el citado memorándum se hace una exposición bastante clara y precisa de las finalidades del Dispensario y se concretan los modos de cumplir exitosamente con todas ellas, siempre que sus necesidades presupuestarias sean satisfechas. Este memorándum sufrió también la "amargura de los olvidados" en una de las gavetas del Despacho de Sanidad.

De modo pues, que cuando el grave problema de la asistencia psiquiátrica se planteó con toda claridad a la luz pública y cuando la colectividad alarmada exigió que se prestara más atención a este aspecto de la salud del pueblo, se prometió hacerle frente de inmediato, mejorando las condiciones de los institutos que actualmente existen en el país, y creando otros que sean suficientes para atender a las miles de personas que están necesitando de urgente tratamiento psiquiátrico. Pero el tiempo ha pasado y la asistencia psiquiátrica continúa tan deficiente como antes.

Y así ha venido ocurriendo desde hace muchos años. Cuando el clamor general se deja oír, se aparenta interés por la eliminación definitiva de tan caótico estado de cosas. Mas cuando las justas protestas se acallan con la esperanza de la solución prometida, cae nuevamente 'la bruma del olvido" sobre esos seres humanos que, perdido su equilibrio psíquico, arrastran su infelicidad sin alternativas de redención.

Ya pertenecen al pasado los reportajes de los diarios y revistas que informaron a la colectividad de lo mezquina y denigrante que es nuestra asistencia psiquiátrica; ya los diversos proyectos de reorganización enviados al Ministerio de Sanidad y Asistencia Social han acumulado una gruesa capa de polvo, pero la atención a los enfermos de la mente no ha mejorado absolutamente nada.

La situación puede resumirse de la manera siguiente: Según las estadísticas mundiales, en los países bien desarrollados, como por ejemplo los Estados Unidos, por cada mil habitantes hay tres que padecen trastornos mentales que ameritan internamiento. En los países subdesarrollados como Venezuela, la incidencia de las enfermedades mentales es menor y se ha calculado que por cada mil habitantes, dos sufren alteraciones mentales cuyo tratamiento debe hacerse en un hospital psiquiátrico.

La población actual de Venezuela es aproximadamente de un poco menos de los siete millones de habitantes. Según esos datos, en nuestro país se necesitarían catorce mil camas para enfermos de la mente. Sin embargo, el Comité de Expertos en Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud ha dicho que, si se hace uso de los adelantos actuales en terapéutica psiquiátrica, y si además se aplican precozmente e intensifican los tratamientos ambulatorios, sería suficiente si se dispusiera únicamente de una cama por cada mil habitantes. De acuerdo con esto último necesitaríamos sólo por los momentos de unas 7.000 camas. Ahora bien, en Venezuela la capacidad de todos los sitios habilitados para encerrar enfermos mentales no llega a los 3.000 cupos. Sufrimos entonces un déficit de más de 4000 camas, lo cual significa que aproximadamente otros tantos pacientes no pueden recibir la atención que están necesitando. Si agregamos a ello que nosotros no tenemos la oportunidad de tratar a los enfermos precozmente, ni la posibilidad de aplicar en la debida proporción los tratamientos ambulatorios, la necesidad de camas se eleva en alarmante proporción.

Ello, refiriéndonos sólo al punto de la asistencia a los enfermos mentales en institutos psiquiátricos. Haciendo abstracción, por lo tanto, de los otros aspectos propios de la higiene mental, cuya sola mención sería larga, es suficiente con hacer esta reflexión: si el cuidado al enfermo psicótico, a ese que hace ruido en las calles, promueve escándalos, agrede a personas, destruye objetos y alarma a todos, no recibe la adecuada atención, ¿qué ocurrirá con ese otro aspecto de la salud mental que se concreta en campañas psicoprofilácticas; en difusión y aplicación de normas muy precisas en ayuda a la infinidad de neuróticos que pululan en las ciudades, en orientación psicopedagógica, etc.? Es fácil imaginarse lo grave de esos problemas que son más silenciosos pero mucho más importan. Es necesario convencerse de que el problema de la salud mental en Venezuela es de proporciones gigantescas y que para aliviarlo hay que acometerlo con firmeza y decisión, teniendo clara idea de su dificultad y amplitud, pero más aún, teniendo siempre presente que el don más importante del hombre y lo que le concede precisamente sus atributos de tal, son sus funciones psicológicas especiales. La prosperidad de nuestro país corre paralela con la capacidad mental de todos los venezolanos. Cuidar la salud psíquica de la población es abogar por la patria grande a que todos aspiramos.