Comentarios de otros Profesionales

Salomé Guadalupe Ingelmo se me ha develado ahora en su real alcance y trascendencia. No sólo me han llegado sus relatos, verdaderas joyas narrativas de cuidada e impecable factura, textos que cuentan de las realidades y conflictos del ser humano y su mundo. He conocido, también, quizás como necesario complemento a sus historias de ficción, las ideas, los puntos de vista, las opiniones, que, sobre el arte de narrar, preocupan y ocupan a esta talentosa escritora española. No se equivoca, por ello, cuando categóricamente afirma que la narrativa nos ayuda a no olvidar, a recordar o a descubrir quiénes somos; a forjar y defender nuestra identidad. Salomé Guadalupe Ingelmo está convencida de la certeza de sus palabras y, quien lo dude, que lea estos cuentos antologados en La imperfección del círculo. Fernando Rodríguez Sosa, periodista y crítico literario, Premio Nacional de Periodismo Cultural del Ministerio de Cultura de Cuba.

Salomé Guadalupe Ingelmo vuelve a dar muestras de su buen saber literario en Vendrá la muerte y tendrá tu rostro (Calabazas en el trastero: Siglo de sombras. Editorial Saco de Huesos, 2015), una bella historia que homenajea a la obra de Mary Shelley y reivindica, sin florituras ni aspavientos, el papel de la mujer en la literatura, tan olvidado y despreciado. Francisco José Segovia Ramos, escritor.

La octava pasajera, de Salomé Guadalupe Ingelmo. Con un final bello y terrible, el relato es una muestra excelente del género. Me gana rápidamente al homenajear a unas de las firmas seminales de la ciencia ficción patria: Tomás Salvador [...]. En La octava pasajera, Salomé Guadalupe Ingelmo retuerce la historia recordándonos que este es un volumen dark y nos brinda un relato in crescendo, oscuro y subyugante, de corte clásico y estilo pulcro. Jesús Ayuso, escritor.

Salomé Guadalupe Ingelmo recrea en La octava pasajera, una magnífica y bien construida historia que nos trae reminiscencias de obras de Heinlein, o de películas como Vampiros del Espacio. Francisco José Segovia Ramos, escritor.

Una de las preguntas más célebres que se han formulado en el campo de la crítica literaria pertenece a Roland Barthes: “¿Par où commencer?” Frente a ese cubo negro y atravesado por la opacidad que es un libro en su carácter objetual más extremo, ¿por dónde comenzar su análisis, su lectura, su abordaje? Con igual pertinencia, el lector (poco importa que sea avezado, diletante o profesional) podría preguntarse: ¿cómo escribe quien escribe?, habida cuenta de que las respuestas “bien o mal” suponen un comienzo, pero también un límite: el puro impresionismo que no va más allá del primer vistazo y se revela carente de fundamento. ¿Cómo escribe, pues, Salomé Guadalupe Ingelmo?, ¿por dónde acceder a su prosa?

Me permito, en principio, una alusión: SGI escribe al borde de la letra, al borde del relato; y escribir al borde de la letra es escribir poesía aunque el texto en cuestión se presente en límpida prosa. “Todas las artes tienden a la música”, decía con admirable lucidez Walter Pater. Parafraseando, todos los relatos de SGI tienden a la música. Sus relatos cuentan (y cuentan mucho), pero lo primero que se escucha en ellos es la resonancia de la música de las palabras, la poesía. La palabra de la autora dice, pero también modula; cuenta, pero también reverbera; sus relatos son minuciosos edificios de palabras sustentados en la armonía.

Pero también detrás de sus relatos se percibe el aliento de una particular cosmovisión, de una determinada filosofía, de una conjetura tan parmenídea como nietzscheana: el tiempo es circular, hay un eterno retorno con ligeras variantes. Un relato exquisito como “Sacrificio: el Evangelio según Poncio Pilatos” desenvuelve su trama a partir de las transposiciones temporales del eterno retorno, de los gestos in illo tempore: aquello que se ha hecho una vez se reitera, levemente modificado, a través de los tiempos. O en “La estirpe de Judith”, donde una sensibilidad refinada se aúna a la violencia de la historia.

No en vano en la narrativa de SGI se aprecia una inclinación acusada hacia los motivos plásticos, es una preferencia que se corresponde de modo impecable con el puntillismo del que hacen gala sus descripciones. En “Bienaventurados los sedientos”, por ejemplo, la filigrana literaria que maneja el pulso firme de la autora se borda sobre la superficie del exilio, de la marginalidad y del erotismo, tres corrientes de agua que confluyen y desembocan en la trama del relato escrito bajo la advocación de El aguador de Sevilla, de Diego Velázquez. En este cuento, hacia el final, uno de los personajes, conocido hasta ese momento sólo por su sobrenombre (“el Corso”), se nombra, y en ese gesto de identificación se inscribe para su propia posteridad; en efecto: escribir es inscribir un nombre propio. “La imperfección del círculo” dibuja un paralelismo aterrador en su perfección: la invasión a Polonia perpetrada por el nazismo en septiembre de 1939 y El jardín de las delicias, de Hyeronimus Bosch. Y si de paralelismo se trata, baste detenerse en el parangón brillante que sostiene el relato “El nido vacío”: los aviones y las palomas ensayando unos un vuelo homicida y otras un vuelo lúdico en el entorno de un relato que informa un episodio de la Guerra Civil Española y que es ejemplarmente ambiguo desde el título: el nido vacío de palomas y el nido vacío de familia.

Tal vez no sea impropio cerrar este bosquejo con el brevísimo comentario de un relato: “Vendrá la muerte y tendrá tu rostro”: es conmovedor. Habla allí Mary Shelley, pero lo verdaderamente esencial es el concepto que desborda el relato y lo trasciende: la escritura salva, restaura y justifica. No es otra cosa lo que hace la escritura de SGI. La Narrativa de Salomé Guadalupe Ingelmo. Osvaldo Gallone, narrador, poeta y ensayista.

Hablar de Salomé Guadalupe Ingelmo no es tarea sencilla. Como no lo es hablar de las personas con un talento especial, aquellas en las que se materializa el prodigio. Su intensa dedicación a la literatura hace brillar doblemente su faceta artística, en su caso, totalmente inseparable de la persona. En ella autor y ser humano se funden indisolublemente, y es precisamente esa rara cualidad la que reviste de un encanto misterioso sus obras.

Nos encontramos ante una escritora perspicaz e intuitiva, receptiva ante el mundo que la rodea y comprometida con el mismo. Nos encontramos ante una autora que se implica y se vierte –por principio, por convicción de cuanto ha de ser lo literario– en el texto, también, cuando aborda argumentos más íntimos y desnuda sus experiencias personales. Poniendo al descubierto, incluso, su herida más profunda. Sin rastro de exhibicionismo o efectismo, simplemente con sencillez y honestidad: con el único fin de hacer la literatura más vívida y ponerla al servicio del público; de compartir sus experiencias con el lector y de empatizar con éste, siempre especialmente con el que por sus circunstancias más sufre y más apoyo necesita. Por eso su obra logra ese clima de intimidad inusual, esa conexión sobrecogedora con el lector, que fácilmente se identifica con el texto. Sus obras emocionan sencillamente porque la emoción que ella vierte en las mismas es real: no hay trampa ni cartón.

En Salomé se materializa la afirmación de Pio Baroja “Cada hombre se representa el mundo y la forma en que interviene en su representación”. Porque ella, que considera la palabra una poderosa arma, desde y con su obra, interviene siempre. Interviene creando literatura de calidad: literatura seria y profunda que nos insta a nutrir inquietudes, a reflexionar para crecer y ser más libres.

El microrrelato, el relato, la novela, el ensayo, la dramaturgia y la poesía cobran cuerpo en esta magnifica y polifacética escritora llena de recursos y artífice de un universo totalmente personal y fascinante. Salomé, partiendo de lo racional y cotidiano, incluso de lo vulgar y sórdido, nos restituye la magia. Y con ella, las alas perdidas: nos aligera el peso diario, nos devuelve al aire, nos catapulta hacia el cielo en busca de las expectativas que todos merecemos y que deberíamos poder alcanzar.

Sus obras, que nunca pretender responder a cánones impuestos ni conquistar con artimañas el favor del público, se caracterizan por estar trufadas de conflictos e incógnitas. A veces, incluso de sufrimiento. Sin embargo su visión se revela optimista, porque cree en el poder del deseo y la voluntad; en la capacidad el ser humano de reconducir su vida. La originalidad de su concepción creadora hace que de sus dedos broten textos directos y entregados, que nos invitan a ser leídos uno tras otro. Y ello porque, mientras leemos, sentimos que se nos empujan a ser mejores, más tolerantes; a buscar una perspectiva de justicia y humanidad muchas veces olvida.

El escritor ha de arriesgarse. Para hallar hay que buscar. Hay que ponerse permanentemente en discusión: destruirse para volverse a construir. La literatura no puede limitarse exclusivamente a las formas, por bellas que sean éstas. Ha de tener un mensaje que necesite comunicar, un mensaje que el autor sienta como realmente suyo. Sólo entonces en el interior de la obra brillará esa llama sagrada que la convertirá en algo totalmente original, especial y mágico. Si no hay sinceridad no puede haber verdadera emoción ni comunión de sentimientos con el público lector. La obra de Salomé, siempre en el polo opuesto a la mera retórica, nos enseña esto y más, nos brinda la experiencia de la literatura más útil y generosa. Como ella misma reconoce, “La pintura y la naturaleza dejan una profunda huella en sus obras, tanto en prosa como en poesía. Desconfía de las clasificaciones y huye de las categorías, pero si le pudiese satisfacer alguna, se definiría como una autora honesta y comprometida. Siempre, ante todo, como un ser humano." Alejandro Cabeza, Retratista y paisajista.

Es La imperfección del círculo una antología rica, y de la belleza y la minuciosidad. Marcada por el ejercicio de la escrupulosa composición, por un lenguaje cuidado al extremo, se advierte de principio a fin una preocupación desmesurada, inusual, por las palabras. No sólo por lo que éstas dicen, sino también por lo que sugieren en un plano racional y emotivo. Su autora se revela experta en apelar al inconsciente del lector, logrando implicarlo y conmoverlo con una prosa que, desde una poderosa convocatoria, tantas veces destila lirismo; una prosa siempre emotiva, de la más elevada sensibilidad.

Y todo ello aderezado con una concepción absolutamente moderna del relato en tanto estructuras, con unos tiempos casi cinematográficos que hacen extremadamente fluida y amena su lectura. Unas formas que la revelan hija de su tiempo y heredera de grandes directores, sin renunciar por ello a la inestimable herencia de los imprescindibles autores clásicos, de los que la escritora claramente ha sabido nutrirse.

Se puede afirmar que esta antología es un ejercicio de sinceridad y honestidad. Y, desde los múltiples argumentos tratados, es al mismo tiempo, libro de gran cohesión y coherencia; donde la autora nos revela muchas de sus preocupaciones respecto al mundo actual. Respecto al ser humano: el de ahora y el de siempre. Porque como su propio título indica, parecemos dispuestos a cometer los mismos errores una y otra vez hasta el fin de los tiempos. Tras el texto, y sin fatalismos, se vislumbra una mano intencionada a plantar batalla por las causas que considera justas; aún dispuesta a confiar incansablemente en la capacidad de redención humana.

Desde la literatura como arte, esta colección de relatos es, a la par que riesgo narrativo de virtuosismo y brillantes convocaciones de la expectación, una llamada a la reflexión. Al cambio. Abrimos la puerta, que ella primero ha abierto con su talento, a una autora franca, sin disposición a fariseísmo alguno para ganarse el favor del lector; a una escritora comprometida con la literatura, pero también, muy seriamente, con su propia especie. F.G.C, periodista y escritor.

Salomé Guadalupe Ingelmo es mujer de densidades, de manejo soberbio de la palabra, de exploración de la naturaleza y de los cuerpos y sus mentes. Desde ahí, sus cuentos del libro La imperfección del círculo se sumergen en imágenes que pudiéramos tildar de oníricas pero que parecen apoyarse en recuerdos, lecturas y descubrimientos personales (un fragmento familiar, una imagen pictórica, un retazo de historia, un juego simbólico...). Ha bebido de los grandes y juega con sus imágenes literarias, se ha dejado impactar por sus huellas. Sin embargo, cautiva por sus sugerencias y atrevimientos. No se frena, no se contiene, no compendia, sino que se desborda y presenta cuadros de pinceladas profundas donde el suceso es mínimo y los colores son protagonistas. A veces la intensidad extrema marca la estructura, y en ocasiones el desenlace no importa tanto como el arranque vital e indiscutible: Con sus textos el lector se ha de entregar para entender, no debe suponer, sino confiar y, claro es, no puede ser un lector primerizo, porque el hermetismo de algunos pasajes y el conocimiento de los antecedentes es condición sine qua non para disfrutarla. Su creación es para no perdérsela. Fátima Martínez Cortijo, escritora y profesora.

En geometría, el círculo es la base de todo elemento gráfico a realizar. Es hermoso, definitivo y preciso. A partir de él nace cualquier otra forma.

El libro La imperfección del círculo de Salomé Guadalupe Ingelmo es una precisión de la escritura, por su desbordante capacidad creativa y por la fascinación perfecta que desata en los ojos que desgranan sus historias. Historias con una base humana y emocional incontestables. La imperfección del círculo es la obra de una arriesgada e inmensa artista de la literatura, que nos lleva irremediablemente cual sombra de nuestro ser, a perseguirla hasta que nos damos cuenta de que es parte nuestra. Además, en un mágico descubrimiento, al leer el índice con los títulos de sus textos, descubrí una increíble historia, como si su creadora no hubiese querido que la obra finalizara con el punto final del último cuento. La imperfección del círculo es la precisión maravillosa de la emoción y de las palabras. José Víctor Martínez Gil, escritor.