Ojos Rubí

II Certame

Era mi primer año como estudiante universitaria en la facultad de Historia. Acaba de empezar el curso y en mi piso hay descontrol continuo, pues a diferencia de mí, todas están festejando su libertad. Nunca había sido el tipo de chica que va de fiesta o sale a divertirse. Yo siempre había preferido quedarme en casa con mis inseparables amigos: los libros de Shakespeare, Oscar Wilde, Dickens y sobre todo… Bram Stoker.

Estaba ansiosa por empezar a empaparme de todo la cultura que sólo las bibliotecas universitarias te ofrecen, así que me puse a buscar.

Encontré unas cuantas cerca del campus pero estaban absolutamente repletas de estudiantes.

Había pasado casi todo el día buscando alguna a mi gusto, pero al no encontrar resultado alguno, me propuse volver a casa. De repente empezó a llover, eché a correr por un callejón por el cual nunca había pasado y encontré una pequeña biblioteca con el cartel ya corroído por los años. El local no era muy grande, con estanterías repletas de libros antiguos y cierto olor a humedad. No había nadie en el mostrador, así que me aventuré por los laberintos de papel.

Aquello era un sueño para mí, primeras ediciones, colecciones exclusivas…

Cogí uno de los libros más viejos de temática histórica y me senté en un sillón de piel frente a la chimenea.

A los pocos minutos de haberme sentado, una ráfaga de corriente me recorrió toda la columna erizándome los pelos de la nuca y dejando tras de sí una tenebrosa oscuridad a la velocidad de un soplo de vela. Oí el sonido de puertas y ventanas cerrándose a un mismo compás y entonces volvió la luz. Habría jurado ver una sombra entre las estanterías, pero estaba segura de que estaba sola. Con un poco de miedo en el cuerpo, cogí mi mochila y me propuse salir, para mi sorpresa, la puerta estaba cerrada. Estuve un buen rato tratando de abrirla, pero desistí a los 15 minutos. Tendría que pasar la noche allí.

Supuse que a nadie le importaría que me quedara, pues aparentemente todo estaba desierto, suceso extraño en una biblioteca pública.

Volví a la chimenea con mi libro para intentar distraerme del terror que ahora me producía aquel lugar.

Llevaba un buen rato con la extraña sensación de que alguien me observaba, algo me perforaba la cabeza impidiéndome atender a la historia. Me di rápidamente la vuelta para encontrarme con unos centelleantes ojos rubí que me miraron durante un segundo.

Al día siguiente decidí volver al encuentro de aquellos seductores ojos de entre las estanterías, pues aunque no sabía cómo ni porqué, una fuerza mayor a la de un imán me llevaba hasta aquella recóndita biblioteca.

Me puse a curiosear por entre los estantes, hasta que volvía a sentir el mismo escalofrío acompañado de la aparición de la misteriosa sombra de ojos rojos, pero que a diferencia de la otra vez, se quedó de pie, quieta, mirándome. No conseguí ver su rostro pero su cuerpo parecía humano. Eché un pie adelante para verlo pero nada más hacerlo se esfumó.

Volví a sentarme junto a la chimenea para pensar en lo que había visto; centré la vista en el fuego y dejé vagar mi mente.

-Es del siglo XVIII- silbó una voz de terciopelo a mi lado.- La chimenea digo. Parece que te gusta.

Miré a mi vera para topar el rostro de un hombre de unos 65 años, canoso y vestido de negro que me miraba con ojos cielo y dulzura, pero tras los cuales pude percibir algo oscuro y misterioso. No entendía cómo, pero presentía que esos ojos que ahora estaban a mi lado, hace poco menos de media hora eran rojos.

-¿Quién eres tú? – susurré con temblor en la voz.

-Me llamo Charlie, encantado. Quita esa cara de horror, no te voy hacer daño.- Decía la verdad, lo sabía.

-Rachel

-Lo sé- No me sorprendió.

-Eras tú el de las sombras y el…

-Me temo que si- me cortó

-Ahora son azules

-Cierto, puedo cambiarlos de color

Eso si me sorprendió.

-¿Cómo…?

-Bueno, puedo adquirir la forma que quiera, soy un vampiro.-Me quedé helada y sin poder gesticular palabra alguna.

Pestañee y en el sitio en el que antes estaba el anciano, apareció un mimoso gatito y al instante el gran William Shakespeare.

-¿Qué? ¿Me crees?

Se materializó Bambi, Mick Jagger, John Lennon, Ophra Winfrey… y por ultimo, de nuevo Charlie, pero esta vez, con los ojos igual de rojos como los de sus transformaciones.

-Ahora son rojos

-Lo sé, los ojos es lo más difícil de cambiar, es el espejo del alma humana y cada persona es única. Tardo un rato en cambiarlos después de la transformación

-¿Quién eres tú?-Pregunté con la voz aún más rota.

-Ya te lo he dicho, soy Charlie…

-No, me refiero a que quién eres tú de verdad

-No puedo revelarte mi nombre

-Me refiero a tu apariencia

-Lo sé, sólo estaba jugando un poco- canturreó con una sonrisa burlona.

Todo se oscureció de nuevo y me levanté asustada.

Al volver la luz, un joven y atractivo vampiro me penetraba con su roja mirada agarrándome por la cintura.

-¿Cuál es tu nombre? Dije a la desesperada

Me agarró el mentón y se acercó aún más hasta que sus labios se toparon con los míos. Luego se separó melosamente de mí y me musitó al oído:

-Cierra los ojos y lo averiguarás.

No quería dejar de mirarle y los cerró el suavemente con su mano.

Al abrirlos, me encontré en mi habitación abrazando fuertemente un ejemplar de Drácula cuya foto se fijaba en mí con ojos color rubí.

Por Irene Álvarez, 4º ESO, 2009