"Viviendo como un campeón"


RAMÓN MUÑOZ SÁNCHEZ

Edición Digital de su libro autobiográfico publicado por la Editorial Monte Carmelo

PRESENTACIÓN

Un libro diferente en la lucha contra el cáncer

El autor

El autor de este libro es Ramón Muñoz Sánchez, un hombre totalmente desconocido... un hombre normal. Precisamente esta es la gran diferencia. Ramón ofrece al mundo su experiencia como enfermo de cáncer de pulmón, aportando un punto de vista único y muy diferente al que suelen dar las historias de casos de gente famosa.


Su obra

Viviendo como un campeón fue publicado por la editorial Monte Carmelo en 2004. Sin embargo, debido a la escasez de medios su difusión ha sido muy limitada. La primera edición, con una tirada de 2.000 ejemplares, se agotó rápidamente.

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CONTRAPORTADA

Ramón lo único que buscó en su vida, era seguir a Cristo en la vocación que Dios le había designado como esposo y padre.

Su larga enfermedad le ayudó a ofrecer lo mejor de sí mismo como ofrenda agradable a Dios. La certeza de saber que Ramón ya está en Aquel que tanto amó nos da la paz al corazón y nos anima, a aquellos que aún no hemos completado el camino de la vida, para seguir luchando y trabajando en el amor a Dios y a los demás.

¡Qué hermoso es tener fe y qué hermoso es corresponderla!

Ójala este libro sea aliento y ánimo para todos los que lo leamos y, al mismo tiempo, nos impulse a no desfallecer sea cual sea el designio que Dios tenga sobre nosotros.

+ D. Francisco Pérez González, arzobispo.

Vídeo homenaje con todas las motos del "abuelo motero".

Breve biografía

En el seno de una familia humilde, Ramón nació en Badajoz el 1 de abril de 1951, en la calle Las Peñas, nº 10, hoy llamada Eugenio Hermoso.

Su padre, Alfonso, era panadero. Su madre, Ascensión, abandonada en el Hospital Provincial, fue recogida por una pobre mujer llamada Juana González, que si bien era casi indigente, le prodigó cariño y ternura. En total, Ascensión tuvo cuatro hijos, todos ellos varones.

Su infancia, al igual que la de la mayoría de los niños españoles, transcurrió en aquellos años de posguerra, oscuros y tristes, con pocas alegrías y muchas carencias, aunque en su casa jamás faltó lo más elemental.

Podría decirse que Ramón era un niño "bueno". Con 10 años y por sus brillantes resultadosen los estudios ingresó en el Seminario de San Atón, donde cursó Bachillerato Superior. En el año 1968 dejó el seminario (por discrepancias con sus superiores) y opositó a la administración central ocupando plaza de interino como Contador del Estado, a la vez que impartía clases particulares por sus conocimientos de latín y griego.

Impulsado por su fe, ingresó en la Trapa de San Isidro de Dueñas. Tras permanecer allí durante un año decidió regresar para iniciar su noviazgo con Nieves Cruz, la que sería su mujer a partir de 1975.

Consolidó su carrera como funcionario en 1977, ocupando en adelante diferentes puestos de responsabilidad en la Administración Central y Autonómica.

Su espíritu comprometido le hizo participar en diferentes ámbitos: sindical, social, eclesial...

De su matrimonio nacieron cuatro hijos, los tres primeros en Badajoz y la más pequeña cuando ya se habían trasladado a la localidad de Don Álvaro, cercana a Mérida, hecho que aconteció en 1986.

Durante el verano de 2001 le fue diagnosticado cáncer pulmonar. Estuvo trece meses en la batalla, intentando vencer la enfermedad, sin que esto fuera posible, pero no dejó de luchar, viviendo como un campeón.

FRAGMENTOS

::Pulsa en los títulos para leer los fragmentos::

Trazadas de locura

"Ese sábado cogía la moto para dar una vuelta. Me marché hasta Guareña, que dista de casa apenas veinte kilómetros. No podía llegar más lejos. Había perdido la noción de la velocidad. Cuando iba a cien me parecía ir demasiado deprisa y si me ponía a ciento setenta tenía la sensación de estar parado. Entre curva y curva, en todo momento, creía que me iba a caer; el sentido del equilibrio lo había perdido. Podrían pensar que era por haber estado inactivo cinco días en una cama, pero la verdad es que yo sabía que no era por eso. Mi flojera era extrema, apenas si era capaz de mantener la moto en pie para echarle la pierna por encima y empezar a andar.

Desde ese día he medido mi bienestar o malestar en función de cómo me encontraba de fuerte para montarme en la moto. Es sobre ella como mejor me siento. La libertad que me da ir cara al viento, disfrutando de la naturaleza y contemplando el asfalto, cada bache, cada curva, cada piedra en el camino. A quien no tenga esta afición le será imposible comprender que cuando te montas en tu máquina, cada cosa que haces es una caricia a un pedazo de hierro, estar pendiente de cada acontecimiento. Si aceleras es como si te metieras dentro del cable del gas y lo vieras correr por dentro de su funda hasta el punto justo donde quieres llegar. Si cambias de marcha miras mentalmente a la palanca y le indicas con precisión el punto exacto donde debe ir, soltando el embrague como en ese momento deseas para sentir la rueda trasera agarrarse al asfalto y traccionar lo justo para no derrapar.

Cada trazada es distinta y nueva, pones la moto donde quieres, la inclinas con las cachas, sacas el culo, apoyas el pie en el estribo justo en la zona donde esa curva necesita para equilibrar debidamente la moto, acompasando el movimiento con el contramanillar para dirigirla a la salida en el momento justo de abrir gas. Todo esto lo llegas a pensar y lo haces en milésimas de segundo. Y luego... vista de nuevo al horizonte lejano que te enseña dónde está la próxima curva. Te echas hacia atrás, cierras las piernas, agachas las manos casi pegadas al depósito, pegas el pecho a él y escondes la cabeza tras la cúpula tirando de la cabeza hacia arriba para poder ver lo que ocurre delante y a los lados.

De vez en cuando te ríes mientras acaricias a tu máquina con los codos y vas viendo subir el velocímetro, jaleándola para que suba de vueltas más y más. No te asusta la velocidad porque sabes que vas controlándolo todo.

Si la vida fuera así de sencilla y de sensacional a cada momento... Si te gustan las motos, te darás cuenta de por qué durante tantos días la sacaba al patio, mientras yo desde el porche le hablaba diciéndole: “a ti te vuelvo a montar yo”, siendo este un verdadero reto de salud".

(Ramón Muñoz, "El Abuelo motero". Fuente: "Viviendo como un Campeón", agosto 2001).

22 de Enero de 2002 - otros libros sobre el cáncer.

Durante estos cinco meses de convalecencia y chutes (hoy me ha visitado el 7º de caballería), he leído libros importantes de personas cancerígenas como yo: el de Amstrong, corredor del tour de Francia, la hija de Adolfo Suárez, el de Juan Antonio Vallejo Nájera y el de Jaime Mahillo, profesor balear de filosofía. Todos ellos son gente importante, llenos de humanidad. Amstrong es el más interesante de todos por lo bien escrito que está, lo humano que es, lo que se significa de enfrentamiento a un cáncer realmente imposible de superar, sobre todo para alcanzar laureles en el ciclismo. La hija de Adolfo Suárez puede ser otra forma de tocar esta enfermedad...

(Ramón Muñoz, "Viviendo como un Campeón", agosto 2001).

Epílogo de la versión digital - 10 años después

Yo no tuve la oportunidad (ni el arrojo) de escribir mi 'testimonio' en

el libro de papá. El tiempo pasa volando... y nosotros también. Ahora

escribo desde el hospital donde la bisabuela Amalia se apaga...

aprovechando esta publicación en edición digital.1

La gente suele decirte que "esto sólo se supera con el paso del

tiempo", y ciertamente el duelo es algo por lo que tenemos que

pasar para poder continuar viviendo sin que la ausencia de los seres

queridos nos entristezca, nos angustie o nos llegue a paralizar.

Sin embargo, mi respuesta fue y es siempre la misma: "Esto no se

supera, se espera". La no-existencia de un padre - de un hijo, de la

persona amada o de cualquier ser querido - es un absurdo que sólo

tendría cabida en el olvido consentido. Superar la ausencia

equivaldría entonces a devaluarla, a vaciarla de afecto y de contenido.

No. El duelo pasará, pero el recuerdo vivo -la Vida que se mantiene y

da sentido a nuestro existir- se alimenta en la esperanza de volver a

encontrarnos en la eternidad. El duelo se supera pero la muerte se

espera. El reencuentro se espera y dota de significado a la ausencia.

El ser sigue existiendo y permanece no sólo "en nuestro corazón",

sino de un modo efectivo, real y palpable (que llamamos alma). Así al

menos lo experimento, lo siento y lo creo con total firmeza. [...]

Daniel Muñoz - segundo hijo.

CONTACTO

Editorial Monte Carmelo

http://www.montecarmelo.com

editorial@montecarmelo.com


Daniel Muñoz (hijo de Ramón) - danielmail.com@gmail.com