Vivienda. Dentro del hogar, fuera de la sociedad

“La vivienda no es sólo un bien inmobiliario, es también una forma de consolidación espiritual” Mario Benedetti


La vivienda es el espacio íntimo de convivencia humana, en el que las personas aprenden y maduran, mientras van interiorizando roles y estructuras sociales que les permiten explorar su potencial y alcanzar su integración plena en la comunidad.

En este sentido, podemos considerar que una vivienda es adecuada en la medida en que es capaz de garantizar la consecución de ese objetivo de desarrollo vital. El cual, a su vez, es resultado de una serie de condiciones que afectan a los ámbitos legal, social y físico[1]. Esto es, una vivienda debe garantizar el uso del espacio de forma estable, segura y accesible, posibilitando el abastecimiento de servicios básicos y las condiciones socio-ambientales que permitan a sus ocupantes desarrollar las actividades productivas y reproductivas de un modo saludable (Mira, 2001; Cruz Roja, 2018).

La Federación Europea de Asociaciones que trabajan en el área del sinhogarismo y la exclusión residencial (FEANTSA), ha desarrollado una tipología que se ha convertido en el marco de referencia en la Unión Europea en el abordaje de las condiciones de exclusión que afectan a la vivienda y que utilizamos a continuación para abordar el asunto (García et al., 2019).

[1] Esta es la tipología ETHOS elaborada por Federación Europea de Asociaciones que trabajan en el área del sinhogarismo y la exclusión residencial (FEANTSA).

Un espacio legítimo

“el derecho humano a una vivienda adecuada es el derecho de toda mujer, hombre, joven y niño a tener y mantener un hogar y una comunidad seguros en que puedan vivir en paz y con dignidad” (Relator Especial de Naciones Unidas)

La existencia de un derecho fundamental a la vivienda es la base para su plena exigibilidad jurídica y, por lo tanto, también para su plena garantía y satisfacción, más allá de su consideración como una necesidad básica (de las más importantes) del individuo. Solo a través del reconocimiento formal de un derecho fundamental a la vivienda podemos exigir un adecuado desarrollo legislativo en términos de igualdad y una acción judicial directa en caso de su vulneración o no satisfacción. Respecto a la investigación en materia de vivienda existen dos grandes retos a los que el jurista ha de enfrentarse: el primero es la estrecha relación que tiene la vivienda con la realidad socioeconómica y política del contexto en el que se trate; y el segundo reto o dificultad es la no uniformidad en la doctrina y en la legislación respecto a la consideración de la vivienda como un derecho subjetivo fundamental. Finalmente, se indica brevemente cómo se está efectuando esta investigación en el marco de la cátedra UNESCO de vivienda de la Universidad Rovira i Virgili.

Disponer de una vivienda supone disponer de algún título que garantice cierta estabilidad, seguridad y el uso privativo de la misma, ya sea en alquiler o en propiedad .

Caben dentro de este apartado consideraciones relacionadas con las barreras de precio para el acceso a la vivienda o la disponibilidad de un stock de vivienda digna adecuada al nivel de ingreso de la población. Sobre la gravedad de esta situación en España ya advirtió el Defensor del Pueblo en 2018, señalando que “el esfuerzo necesario para acceder a una vivienda, tanto en propiedad como en alquiler, es excesivo” (Cruz Roja, 2018).

Un espacio de convivencia

“Los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes”

Isaac Newton

Un estudio realizado por Cruz Roja encontró que más del 90% de sus usuarios sufren graves problemas relacionados con el deterioro de la vivienda, la carencia de equipamientos o la incapacidad para cubrir los gastos de suministros (Cruz Roja, 2018).

En estas condiciones, la vivienda, lejos de cubrir las necesidades humanas de socialización e interacción, tiene un impacto negativo sobre la salud, las relaciones sociales y el desarrollo de las personas.

· Impacto sobre la salud física, psicológica y emocional. Este se refleja de forma evidente en los datos obtenidos por Cruz Roja entre sus usuarios:

· El 55% ha desarrollado enfermedades crónicas derivadas de la precariedad de la vivienda.

· Cerca del 50% reconocen sentirse anímica y emocionalmente afectados por los problemas relacionados con la vivienda.


· Impacto sobre la vida social de las personas que habitan viviendas poco seguras, insalubres o con escasos servicios es de carácter limitante.

· Un 58% de los entrevistados por Cruz Roja carecía de una red de apoyo social.

· El 35,3% no podía recibir visitas en casa.

· En la UE, los hogares destinan, en promedio, el 25% de de sus ingresos a gastos de vivienda (Cruz Roja, 2018).

· En España, las personas en pobreza extrema y muy alta pagan algo más del 40% de sus ingresos en gastos de vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles (Encuesta de Presupuesto Familiar del INE-Cruz Roja 2018).

· En condiciones donde el gasto básico apenas es cubierto, el gasto social y lúdico no tiene cabida.

· El desarrollo vital de las personas se ve comprometido cuando la vivienda no garantiza la accesibilidad y habitabilidad.

· Existencia de barreras arquitectónicas en áreas residenciales donde se concentra un mayor número de población envejecida, niños, bebes, personas dependientes y enfermos crónicos.

· Existencia de barreras económicas que limitan el techo de gasto (pobreza energética, brecha digital, etc.).

Se trata de una situación paradójica, pues encontramos que las familias con menos recursos y un mayor número de personas dependientes se ven forzadas a pasar mayor tiempo en casa. Al tiempo que son estas mismas familias las que gozan de equipamientos y servicios más deficientes.


Un espacio seguro

"Lo que vemos cambia lo que sabemos, lo que conocemos cambia lo que vemos"

Jean Piaget

Las viviendas y los edificios deben reunir unas condiciones mínimas de habitabilidad que permitan a las personas disponer de un alojamiento estructuralmente seguro, digno y adecuado a sus necesidades.

Sin embargo, una parte del parque edificado de las ciudades carece de estas condiciones por distintos motivos, entre los que encontramos viviendas y edificios:

· Sin condiciones mínimas de habitabilidad

· En malas condiciones de mantenimiento o deteriorados

· Construidos con materiales inadecuados o de baja calidad

· Con diseños y materiales escasamente reciclables y reutilizables

· Edificios que no cumplen la normativa sobre accesibilidad

· Infravivienda y chabolismo

· Edificios con asilamientos térmicos deficientes y mal comportamiento energético

· Edificios con asilamientos acústicos deficientes

· Deficiencias en paredes y techos: humedades, goteras y podredumbres

· Falta de equipo de aire acondicionado o con equipos obsoletos

· Carencia de equipos de calefacción o con equipos ineficiente o peligrosos

· Contaminación, suciedad y otras deficiencias medioambientales propias de zonas degradadas

El estado físico de los edificios y las viviendas es fundamental para que estos puedan cumplir eficientemente el resto de funciones sociales que le son reservadas a la residencia (Mira, 2001; Cruz Roja, 2018; García et al., 2019).