Miércoles 6 de setiembre de 2017
Puse un par de alarmas para no llegar tarde al aeropuerto. Una a las 12:00 y otra a las 12:45 (límite de tres horas antes). ¡Tenía que sacar plata antes de irme! Pero ¿cuánto? Saqué 180 dólares americanos que me imaginé serían suficientes para sobrevivir los primeros días y ya luego sacaría más de la tarjeta, en algún cajero automático de allá. Tenía que activar mi tarjeta para retiros allá. Llamé desde el banco, me dijeron que se hacía desde el internet. Entonces regresé a casa (estaba en bicicleta, así que normal). Revisé la página web del BBVA en línea. No encontraba el enlace. Ya no faltaba mucho para el límite. Lo encontré y me salían 3 interruptores virtuales. Activados todos.
Entonces ¿no tengo que activar ninguno? Pero el monto disponible me salía 0.00, fui otra vez al banco a preguntar en ventanilla. Me redirigieron a Banca Personal. Y había una señora siendo atendida. ¡Rayos!, ¡se me acababa el tiempo! Cuando salió, ¡entró otra! “¡Pero señora! ¡Me han transferido!” “Tiene que esperar su turno, yo llegué primero” “Pero tengo que tomar un vuelo, ¿qué le cuesta?” En fin… fui al teléfono y pregunté otra vez. Me dijeron: “las tarjetas de débito vienen activadas, por defecto, para gastos en el extranjero.” “¿Y es normal que diga 0.00 en monto disponible?” “Sí, señor así siempre dice.” “¿¿ Y no podían decírmelo en la primera llamada que hice??”, pensé. “Gracias”, dije y fui a toda velocidad a casa. Ya estaba lista mi maleta (supuestamente) y sólo faltaba llamar a un taxi. Usé Taxi Beat.
Me parece que aún con todo el rollo estaba yendo con tiempo al aeropuerto. Revisé con el teléfono el estado de mi vuelo. Hay un comunicado de la aerolínea: “A causa del huracán Irma, los que quieran cambiar sus días de viaje pueden hacerlo en un periodo de 15 días.” Pero no indicaba que el vuelo se haya cancelado. “Uff”, pensé. O sea que no es peligroso ir para allá. Tenía 2 posibilidades:
1) Decirle al taxista que regrese a casa y cambiar las fechas de vuelo para después del huracán. Pero tenía problemas: se me acababan las cortas vacaciones de Setiembre que yo mismo había elegido. Y había mucha dificultad en cambiarlas de fecha. Además que después del huracán no habría mucho que ver.
2) Seguir adelante con el plan, sabiendo que el huracán no iba a pasar por ahí (sino no mandarían a personas allí). Y si la cosa se ponía fea podía simplemente regresar a mi patria.
Así que decidí seguir. La Habana me interesaba más que otras ciudades. Me era más misteriosa y con los problemas que podían haber se me hacía más fascinante y no menos.
Dejé la maleta en el check-in sin dificultad. Me asignaron la fila 27 y me sonreí. Pasar por seguridad no tuvo mayor complicación, sólo me pareció raro que el lado de “Vuelos Internacionales” estaba bloqueado y entré por “Vuelos Nacionales”. “Una señal?”, seguí. Puerta de embarque 24. Estaba temprano, siendo la tarde. Esperé. Cada cierto tiempo preguntaba si el vuelo seguía en pie. La gente no decía mucho. “El vuelo sigue en pie”. Una señora toda segura de sí me dice “No hay problema, no va pasar por la Habana”. Quería confirmar eso. Una chica al lado mío más bonita me dijo que era cubana y que esperaba que el ciclón no pasara por la Habana. Confiaba más en la chica que dudaba que en la otra más segura de sí. Un chico con acento chileno me dijo que había leído que Irma iba muy lento en lo que respecta su traslación a unas 15 millas por hora y estaba a 400millas de la Habana; así que no llegaría hasta el viernes. Interesante.
Ya casi era tiempo de abordar el avión, y se me ocurrió sacar la mini-laptop y tomar el WIFI del aeropuerto Jorge Chavez. Busqué sobre Irma. Sólo tonteras sensacionalistas. Nada de por donde pasaba con exactitud. Busqué “Huracán Irma Mapa”. Me salió la trayectoria más probable del huracán. Perfecto. Me siento más tranquilo. Se lo mandé a mis padres y a mi enamorada. Ellos también merecen saber que no me iba a pasar nada.
Llegó la hora de cerrar mi máquina, ya habían estado llamando a los de mi vuelo. Primero del 16 al 29, creo, y luego los de las primeras filas. Como me demoré en la maquina tuve que entrar en este segundo grupo. Abordé el avión. Busqué mi asiento. Estoy casi al fondo. Escucho decir “los del fondo son los que más sienten las perturbaciones”. ¡Aysh!
Me di cuenta que estaba solo en la fila y en general que no había mucha gente en ese vuelo. Bueno, un huracán cerca desanima a cualquiera. Pero no a mí. Después de unos movimientos, el avión despegó. Me alejaba de la ciudad que me vio nacer, otra vez. “Ya pasé el punto de no retorno”, pensé.
Siempre es increíble ver como se hacen pequeñitas las casas. Luego el océano y ya no hay mucho más que ver. Igual tomé muchas fotos. De hecho tomé por doquier. Soy un fotógrafo compulsivo o algo así. Yo pensé que el vuelo duraba 6 horas, pero llegamos en 5. Era una cuestión de hora local. En la Habana es una hora más que en Lima. Hubo un poco de turbulencia, pero nada terrible. Lo que sí hubo mucho fue la comida.
Creo que llegué a comer en 3 ocasiones. Almuerzo, pre-cena y cena. Nos entregaron un papel del ministerio de Salud de Cuba, para llenar sobre nuestras enfermedades. Todo normal. Luego de un tiempo y ya cerca de Cuba. Anuncian por los parlantes que van a echar un gas, y que no se preocupen porque no es toxico. ¡¿Qué demonios?! Era una medida del ministerio de salud de Cuba. Que miedo. Eso no era parte del contrato. En fin, nada se podía hacer en realidad. Por la ventana ya se podía ver luces hacia abajo, en la noche. Avisaron que ya estaban listos para aterrizar. Y yo seguía pensando que faltaba una hora para la llegada, que era muy temprano para el descenso.
Llegamos a tierras cubanas y todos aplaudieron. Yo no. No es que no esté agradecido, que lo estaba, pero ¡bueno! Es el trabajo del capitán del avión y de la ingeniería. No era una misión a marte, para estar aplaudiendo. En fin. Obvio, dije gracias al pasar por cabina y salir.
Al salir, sentí por el pasillo un calor intenso, intenso. Pensé que habría aire acondicionado. Lo primero que me entretuvo fue el color del aeropuerto: rojo. Sonreí. Tome unas fotos y seguí. Tenía una arquitectura tecno-industrial o algo así. O sea, unas vigas gigantes estilizadas atravesando algunas zonas del aeropuerto. En el centro una tienda de comida. Fui a esperar mi maleta.
No aparecía. Esperar. Seguían sin aparecer. Como se demoraba mucho caminé y pregunté como hacía para llamar pues tenía el número de Diana Rosa en una libreta conmigo. Habían unas cabinas telefónicas de ETECSA (la empresa estatal de telecomunicaciones en Cuba) pero no tenía dinero local. La casa de cambios estaba afuera del aeropuerto. Estaba ya con un problema. Quién me ayudó fue la linda cubana que me encontré en la puerta de embarque allá en Lima. Me prestó su celular cuando le expliqué mi situación, muy amable.
Llamé y me contestó una chica, me dijo que estaba en el aeropuerto también, estaban esperando las maletas de Diana (era Liuba al teléfono) de su vuelo de Miami. Coordinamos como encontrarnos, me preguntó cómo vestía. Un polo con el continente americano que tiene marcado el Perú en América del Sur. Ella me indicó como estaba: con polo verde y falda negra o era al revés.
Le agradecí a la cubana y fui a buscar a Liuba. No estaba cerca.
Después de esperar por lo menos 30 minutos, apareció mi maleta y pensé que ya no tendría muchos problemas más en ese aeropuerto: error. Ahora podía hacer cola en la etapa de migraciones. Habían como 5 personas por cola, y habían aproximadamente 10 colas, quizá más. Cuando me tocó a mí, revisaron el pasaporte y me dijeron que espere un momento en la cola. "Ok". Luego, mandaron mi pasaporte a una habitación sólo para personal autorizado. Y los demás pasaban y pasaban.
Para esto me di cuenta que la mayoría de autoridades en el aeropuerto eran chicas. Y muy guapas. Y con una falda muy corta. "Normal, es verano y hace mucho calor", pensé mientras seguía esperando mi pasaporte. "Por favor va tener que esperar frente a ese escáner por allá", me dijo una de las policías. "Ok." Pasé mi mochila y mi maleta por el escáner. "Tiene un libro! Abra su maleta!" "Ok." Abrí la maleta con facilidad. En eso me di cuenta que no le había puesto clave a la maleta. "Ay", pensé. "Es un libro sobre las maravillas del Perú", dije. De reojo vi a la policía más guapa y sexy. Me estaba mirando. No sabía si todo esto se estaba poniendo peligroso, no sabía si molestarme porque me demoraban tanto o estar contento de tener tantas lindas policías mirando. "Tiene una caja!" "Es un postre de Perú", y luego vinieron las preguntas: "¿Qué va a hacer en Cuba?" "Turismo", respondí. "¿A que se dedica?" dudé medio segundo "Ingeniería", espero que con eso no parezca más terrorista, "¿Por qué estuvo en Estados Unidos?" "Semana de Conferencias de tecnología", la mujer me miró y habló con otro policía. "Ahora va esperar frente a esa puerta", "Ok." Y entonces me llamaron por mi apellido.
Entré a una habitación perfecta para un interrogatorio a un terrorista. Tenía una mesa grande y de madera. Estaban las dos policías de hace rato: la más guapa de medias sexis y la más estricta. "Policía buena policía mala", pensé. "Ahora va llenar este papel con su nombre y lo firma", leí el texto antes de firmar OBVIAMENTE. Hablaba de que yo les daba permiso para realizarme un examen de rayos X en mi cuerpo. "Ok." Firmé. "Mejor rayos que manos dentro del ano, jaja, aunque con ellas no estaría tan mal, jaja", pensé. No tenía idea que pasaría si me reía así que me aguante como pude. Estaba a punto de pasar a una maquina de rayos X, y me volví a sentir algo negativo. Dentro me sentí como parte de un experimento. El sonido de la maquina no ayudaba. Y antes de que me de claustrofobia (que nunca he tenido) ya se había terminado. Me dijeron "ya se puede ir". "¡SIGUIENTE!"
Al salir vi un chico como yo esperando en la puerta, estaba nervioso, pero al verme salir sin problemas se recompuso y entró. Ahora tenía que volver a pasar por migraciones. Pasé sin más. Y volteé como buscando a la guapa policía o a la cubana que me prestó el celular. Ninguna. Ya se habían ido casi todos. ¡Tenía que cambiar dinero! Sino no puedo pagar el taxi. Fui a la "CADECA". Casa de Cambio. Cambié $100, "debería ser suficiente para sobrevivir los primeros días, hasta sacar por el cajero más", pensé. Me pidieron el pasaporte. Me dieron 87 CUCs o Pesos Cubanos Convertibles. En Cuba existen 2 monedas (ya sabía esto, por el correo de mi padrino Jorge y una pagina web que vi unos días antes). La otra moneda es el CUP y vale 25 veces menos que la primera.
Ahora necesitaba llamar a Liuba y saber si estaban por ahí. Pregunté como llamar y varios taxistas ofrecian su celular por pocos CUCs, pero uno me lo dio sin pedir nada a cambio, bueno quizá su servicio. Llamé. "Juan! Ya nos fuimos, es tarde y Diana trajo muchas maletas. El taxi estaba lleno, lo siento. Ya nos fuimos, toma un taxi". Estaba solo en el aeropuerto junto a un oceano de taxistas autorizados. A este señor que me prestó el celular y que parecía un poco villano pero fue amable, le acepté el servicio de transporte a la Habana por 25 CUCs. Lo acompañé al vehículo. Me ayudó con la maleta. Lo que no me esperaba es que solo fuimos 2 en el carro. Sino 3. Adelante subió una chica. "¿Será su novia?" Partimos cuando le dije la dirección.
Eran como la 1 de la mañana, iba por la autopista del aeropuerto a la capital de Cuba con un señor y una chica. Me puse nervioso. El señor solo tenía que llevarme a mi hospedaje. Pero de vez en cuando le metía mano a la chica. Felizmente no me hizo muchas preguntas. No tardamos mucho en llegar. Hubiera preferido llegar de día. De noche y con muy poca luz publica el edificio al que llegué no se veía muy bien que digamos. El taxista a penas me cobró y dejó la maleta en el suelo, arrancó motores y se largó.
"Llegué, ¿y ahora?" fui a la puerta y tenía 5 timbres, uno para cada piso, el quinto decía Diana. Lo toqué. No tenía el teléfono de ella directamente. Bajó a abrirme. Era relativamente anciana, pero a la vez llena de vida y muy amable. Subí al ascensor. Era terriblemente antiguo. Me refiero a esos de puerta plegable y puerta exterior. Los sonidos que hacía me daba cosa.
Llegamos al quinto piso. Era grande y muy agradable. Muy de artista. Muchas fotos de ella más joven. Estatuas y más cuadros. "Me gusta", pensé. Conversamos de donde estaría y me dio mis llaves. Del dinero hablaríamos mañana. Hoy sólo quería echarme a dormir. ¡Descansar! "¡Ha sido un día demasiado largo!" Pude tirarme porfin en mi nueva cama (para dos).