#COLUMNA DE OPINIÓN
Por: Marianela Llinares- Docente y diseñadora gráfica.
La palabra discapacidad nunca me gustó, no entendía por qué, pero me negaba a usarla. Sentía que era mi propio prejuicio el que la connotaba así, inundándome la boca de amargura cuando la pronunciaba.
Dos modelos
El modelo médico-rehabilitador reduce el “problema de la discapacidad” a un déficit orgánico que requiere la asistencia permanente: es la persona la que debe esforzarse para ingresar y ser aceptada en una sociedad capacitista. Desde esta perspectiva las barreras sociales discapacitan, segregan y excluyen.
Este modelo, teñido de prejuicios, aún sobrevive en los imaginarios sociales. Se habla de autismo y se piensa en Rain Man sentado en el aula o de hipoacúsicos y Araceli González saltando sobre la orca1 es la imagen mental que sobreviene. Esos estereotipos, estancos como todo estereotipo, destruyen el espectro que un diagnóstico puede indicar.
El modelo social de la discapacidad es un enfoque conceptual que busca entenderla no solo como una condición médica individual, sino como el resultado de la interacción entre las limitaciones funcionales de una persona y las barreras sociales que enfrenta en la sociedad.
Una diferencia con del modelo médico (que se enfoca en el tratamiento de la discapacidad con el objetivo de curar, mejorar la adaptación o cambiar el comportamiento de la persona) es dónde sitúa el problema. El enfoque médico lo ve dentro de la persona, considerando que las causas de la discapacidad son limitaciones funcionales o pérdidas psicológicas que son causadas por algún tipo de deficiencia. El modelo social se enfoca en el tratamiento de la discapacidad con el objetivo de lograr una mejor adaptación. En realidad, este enfoque se centra en la dignidad del ser humano y, luego y sólo si es necesario, en las características médicas. (Victoria Maldonado, J., 2013).
Mientras que modelo médico tradicional se centra en las deficiencias y limitaciones del individuo, el modelo social destaca la importancia de eliminar las barreras sociales para lograr la inclusión y la participación plena de las personas con discapacidad en la sociedad.
Una ley
Adoptar a la discapacidad como una construcción cuyo origen no es individual, sino que es preponderantemente social, es el camino que plantean los educadores y analistas para Argentina.
El país garantiza el derecho a la educación de las personas con discapacidad en todos los niveles y modalidades a través de la Ley de Educación Nacional N°26.206, de los acuerdos internacionales y de la Ley 22.431 Sistema de protección integral de los discapacitados que exige una revisión.
Según la Convención de los derechos de las personas con discapacidad2, convención a la cual Argentina adhirió “la discapacidad es un concepto que evoluciona y que resulta de la interacción entre las personas con deficiencias y las barreras debidas a la actitud y al entorno que evitan su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás...”.
En el sitio Argentina.gob.ar, la educación inclusiva es definida como la posibilidad de transformar el sistema educativo para dar respuesta a las necesidades diversas de los alumnos. El concepto de inclusión implica que todos los niños de una comunidad puedan aprender juntos, independientemente de sus condiciones3. De esta manera la dificultad saldría afuera de la persona. Ya no es solo su problema, es el de todos. Ya no redunda en el asistencialismo pleno e individual, sino en lograr condiciones sociales en las que todos seamos diferentes, pero también un poco iguales.
Así, se avanza hacia una nueva ley sobre discapacidad con este enfoque. Una ley que contenga la voz de quienes serán sus destinatarios y destinatarias4. Y que considere a las barreras como el verdadero problema.
Las barreras
Un niño en silla de ruedas cuya aula se encuentra en un primer piso se enfrenta a una barrera. Una explicación basada en imágenes es una barrera para una alumna no vidente. Un docente de inglés que propone un listening es una barrera para un niño sordo o hipoacúsico. Una letra manuscrita en un primer grado es una barrera. Una niña a la que no se le da más tiempo para responder una pregunta, también se encuentra con una barrera.
Pero seguramente si vos necesitás lentes para leer este artículo, también te enfrentás a una barrera. El tema es que los lentes se pueden comprar y vos vas a poder seguir leyendo.
Entonces: ¿por qué para algunos es más fácil sortear las barreras que para otros? La respuesta está en una cuestión clave: porque no hay inversión.
Al final, el dinero sí puede cambiar al mundo
Con inversión educativa logramos espacios óptimos para alumnos con condicionantes diferentes y docentes a los que le proveemos capacitaciones y herramientas para incluir (pero inclusión verdadera). Se puede concientizar, informar y revisar los discursos; porque muchas veces el docente que excluye no lo hace con maldad, lo hace por ignorancia.
Esto no significa reducir los estándares, regalar notas o dejarlo pasar de año; sino encontrar otros medios de transmitir contenidos para que sea comprensible y accesible para todos. La diversidad en el aula no solo beneficia a aquellos con discapacidades, sino que también prepara a todos los estudiantes para un mundo mucho más amplio y complejo.
Con inversión se puede trabajar en las aulas con cronogramas más laxos, se puede a mirar a nuestros chicos con los ojos de la diversidad y el respeto y no con la intención igualitaria de facilitar las tareas como Taylor5 aplicaba en los procesos industriales en el siglo XIX. Con inversión, el niño que sortea barreras sin ayuda, aprende y mejor. El niño que se topa con barreras todos los días, también.
Un par de lentes
A veces no es solo inversión. Porque esperar estas decisiones de personas que muchas veces no han pisado un aula es un poco utópico.
A veces solo se trata de mirar con otro par de lentes. Quizás sirva imprimir una fotocopia con renglones más amplios, hacer la letra grande en el pizarrón, quizás sirva evaluar de forma oral y no escrita, poner una mesa más grande, hablar más fuerte (o más bajito) o sentarse junto a quien te está mirando para estar a su altura. Se trata de pensar qué puedo hacer yo por ellos con esto que tengo, aunque esto que tengo sea muy poco. Porque si fuera tu hijo el que necesita un par de lentes y vos pudieras comprárselo: ¿no se los darías?.
1. Rain Man es una película de 1988 en la que uno de los protagonistas, Dustin Hoffman, es un adulto autista con una gran inteligencia para los números. Nano fue una telenovela argentina emitida durante el año 1994 en la que Araceli González era una joven muda.
2. La Convención citada fue aprobada mediante Ley 26.378. Sancionada el 21 de mayo de 2008 y promulgada el 6 de junio de 2008.
3. Véase https://normas.gba.gob.ar/documentos/Vwy9yXSW.html
4. La Agencia Nacional de Discapacidad propuso desde el comienzo de la Consulta Federal que la construcción de la Nueva Ley de Discapacidad debía contener, indefectiblemente la opinión de personas a las que estaba dirigida. “Nada sobre nosotros sin nosotros”. El proceso de Consulta Federal estuvo abierto desde el 21 de marzo hasta el 15 de junio.
5. Frederick Winslow Taylor desarrolló la llamada "Teoría de la Administración Científica" a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Esta teoría se centra en la optimización de la eficiencia y la productividad en las organizaciones mediante la aplicación de métodos científicos al estudio de los procesos laborales.
Bibliografía
Victoria Maldonado, J. (2013). NAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, Boletín Mexicano de Derecho Comparado, núm. 138, pp. 1093-1109.
Maizares, N. (2015). El “modelo social de la discapacidad”: algunas notas para su discusión en Argentina. XI Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.
https://revistas.unlp.edu.ar/escenarios/article/view/13350/12304#content/citation_reference_6
https://fledni.org/blog/modelo-social-de-discapacidad-una-perspectiva-nec