#ENTREVISTA
El decano del Departamento de Humanidades de la Universidad Nacional del Sur, Emilio Zaina, dijo a Saberes en Red que hubo "un gran sector" de la institución que "fue cómplice de la dictadura" y que el accionar genocida "fue tan profundo, echó raíces tan hondas, que nunca pudimos sacarnos la amenaza que estaba allí en ciernes y cada tanto retorna".
El siguiente diálogo se registró horas antes a su participación en el conversatorio “A 40 años de la recuperación de la democracia en la UNS”, en el cual compartió panel con los doctores Alberto Casal, Roberto Bustos Cara y Raúl Dichiara, protagonistas de la normalización democrática de la casa de altos estudios.
-¿Cómo viviste el proceso del retorno a la democracia?
Yo era auxiliar reciente, nuevito, muy jovencito cuando llegó esta etapa de normalización de la universidad. Estudié durante la dictadura en un ambiente oscurísimo, opresivo, lleno de autoritarismo, que venía de arriba hacia abajo. El clima que vivíamos dentro de la universidad era verdaderamente infecto.
Esa etapa la viví -porque no pude militar como estudiante- con una intensidad que aún recuerdo como una época extraordinaria. No habíamos podido participar ni intervenir nunca en nada, había mucha censura, mucha vigilancia dentro de la universidad y no teníamos la posibilidad ni siquiera de participar en las clases. Imagináte lo que fue el retorno de la democracia y el proceso de normalización, algo verdaderamente increíble e inolvidable.
-¿Votaste en Bahía?
Sí.
-¿Qué expectativas tenías de la elección?
Enormes, enormes. A veces cuando uno revisa la cuestión hacia atrás, la democracia no siempre ha sido un valor, inclusive hoy en día está puesta en tela de juicio, o porque es formal o porque es una democracia burguesa o por el lado de la derecha más reaccionaria. La verdad es que es el mejor sistema que tenemos y en el que siempre ponemos esperanzas.
En ese momento, eran los albores de la democracia, las expectativas eran verdaderamente enormes. La movilización para nosotros era una constante, las reuniones eran cotidianas, creo que vivíamos reunidos, conversando, discutiendo acerca del destino de la universidad que por primera vez estaba en nuestras manos, creíamos eso, tal vez hay algo de ingenuidad, uno matiza esa cuestión pero fue un momento extraordinario.
-¿Cuál era la sensación? ¿Que se podía entrar a un proceso democrático amenazado por los militares como durante buena parte del Siglo XX o esta vez era diferente después de semejante dictadura?
Creo que la amenaza de la dictadura reciente estaba allí, persistía de manera verdaderamente potente. Recordemos que la asonada militar de los carapintadas llegó más temprano que tarde y siempre nos sentimos amenazados.
Recuerdo que nuestras primeras reuniones, quienes éramos docentes recientes, auxiliares, las hacíamos con bastante temor, pensábamos que en cualquier momento podían retornar los militares, íbamos todos presos y vaya a saber con qué destino. Lo que se vivió durante la dictadura fue tan profundo, echó raíces tan hondas, que creo que nunca pudimos sacarnos la amenaza que estaba allí en ciernes y cada tanto retorna.
"El taller, fundamentalmente, consiste en un acercamiento del adulto mayor a la literatura. Primero como lectores, después como lectores críticos y como escritores. Desde el primer día intentamos las tres posiciones. El alumnado es de hombres y mujeres y va de un guarismo de edad entre los sesenta y algo y los ochenta.".
La semana pasada conversamos con la Lic. Amparo Alonso acerca de cómo aprende el adulto y la profesional concluía que los adultos aprendemos cuando estamos motivados. En relación a esto, Palacio nos comenta "la dinámica de trabajo consiste en lectura, el diálogo sobre lo que se está trabajando y algún ejercicio de escritura literaria que en general parte de un juego que puede estar motivado por algún hecho puntual de lo que se esté leyendo. Para mi no fue muy difícil averiguar qué los entusiasmaría porque pensé qué me entusiasmaría a mí (si bien me faltan algunos años para ser considerada adulto mayor)" - Bromeó. "Traté de buscar cosas que fuesen frescas, con excesivas descripciones y que tuvieran algo del color de la literatura argentina".
-¿Qué implicó el proceso de normalización de la UNS?
Primero la posibilidad de elegir, de gobernarnos. La universidad tiene un sistema de cogobierno en el que participan estudiantes, docentes y no docentes en algunos de sus estamentos. Esa era una de las posibilidades. La de pensar nuestro destino, nuestro lugar en la sociedad, que es esto que a veces se olvida, pensamos en una universidad orbitando la abstracción, hablamos de rankings, de papers, cuando en realidad tendríamos que hablar de nuestro territorio, de nuestra región, de nuestra provincia, de nuestra patria, de la pobreza, la indigencia, la igualdad de posibilidades y demás.
Lo otro que sucedió es que se dio un proceso de reincorporación de las personas que habían sido echadas por la dictadura y ese no fue un proceso sencillo, estuvo lleno de cuestiones. Universidades como la de Rosario o del Comahue hicieron un proceso distinto, llamaron a concurso de nuevo a todo el mundo y se terminó. Acá no, quedaron los que estaban, muchos de los cuales militaron a favor de la dictadura, la militaron, fueron cómplices. Ojo, otros no, se comportaron con muchísima dignidad, pero hubo un gran sector de esta universidad que fue cómplice de la dictadura y después siguieron de lo más horondos, de los más campantes, fueron distinguidos.
Voy a decir una frase: "De aquellos barros, estos lodos". La universidad tiene un perfil que creo que en parte viene de aquella época.
-¿Por qué la diferencia con las universidades de Comahue o Rosario? ¿Tiene que ver con las relaciones de fuerza en la universidad? ¿El contexto? ¿Por qué no se empezó de cero aquí?
Pasó eso que vos decís, la relación de fuerzas internas, pero también esto es Bahía Blanca. La universidad está a orillas del Napostá, pensemos, la universidad fue fuertemente atacada durante la dictadura, un ensañamiento especial, dirigido, singular, ¿por qué? Porque era un foco irradiante de ideología y lo sigue siendo. Imaginemos los poderes de la ciudad: La Nueva Provincia, los militares, la Base Naval y demás. No era nada sencillo, todos esos poderes estaban dentro de la universidad durante la dictadura, estaba militarizada, estaba ocupada con esas fuerzas que nunca terminaron de irse. Entonces, cuando llegó el proceso de normalización, esas fuerzas se mantuvieron incólumes, entonces se hizo muchísimo pero tal vez no se hizo todo lo necesario.
Hubo una especie de "comité de bienvenida" hacia las personas que habían sido echadas y reincorporadas, digo entre comillas porque no fue justamente eso, hubo mucha resistencia dentro de la universidad a recibir, y no solo a recibir a quienes habían sido echados y echadas durante el proceso militar, sino que se los reincorporó no de la mejor manera. Son personas, investigadoras, investigadores, docentes, profes que fueron echados cuando tenían más o menos 30 años, es un momento en que a uno la cabeza le funciona al ciento por ciento, que está en este sistema universitario en pleno desarrollo, estudio, formación. En ese momento fueron echados y se los reincorporó con el mismo cargo, obstáculos, no fue un momento sencillo, por eso digo de nuevo: se hizo mucho pero no todo lo que pudo hacerse.
-Pienso en la recuperación que se pretende de la carrera de Trabajo Social, las modificaciones en el plan de estudios de Economía, ¿qué otras cuestiones fueron “víctimas” del terrorismo de Estado, además de las personas asesinadas, desaparecidas, exiliadas, cesanteadas?
Vos fijate el ejemplo que acabás de dar, la carrera de Trabajo Social. Dimos un primer paso con su aprobación en el Consejo Superior Universitario, pero por esta carrera se pelea desde 2012. La universidad la siente como un cuerpo extraño, un elemento al que no le resulta fácil asimilar. Si bien la universidad nació como un instituto tecnológico y nunca dejó de serlo del todo, su matriz me parece que está muy vinculada a lo que nos sucedió durante la dictadura.
No solo, como decías bien, echaron a una gran cantidad de profesoras y profesores sino que la universidad durante esa época permaneció completamente aislada de las necesidades de su territorio, en un punto sigue en el mismo lugar. Yo querría una universidad mucho más vinculada con los problemas de su territorio, de su región, de la patria, no tanto los rankings o papers o no sé qué, nos tendríamos que medir por cuánto contribuimos a mejorar las condiciones de igualdad, de posibilidades de desarrollo y de justicia social.