Familiarmente un infierno.

Por Valeska Plaza

Muchos de nosotros no tenemos tantos recuerdos de nuestra infancia, y de ser así, no recordamos la edad o detalles exactos de éstos, lo que se debe a la producción de neuronas desde que somos bebes hasta la adolescencia y madurez; o sea, cuanto más aprendemos, más recuerdos olvidaremos al mismo paso.

Camila (le vamos a llamar así para proteger su identidad) es una mujer de 22 años que fue víctima de abuso sexual por parte de su padre, un jefe de familia con pocos estudios (nulos en realidad) que había hecho con su esposa el tormento perfecto para su única niña dentro de los cuatro hijos que tuvieron. Ella no posee muchos recuerdos de su niñez; a comparación de otros niños que jugaban día y noche, ella solo lloraba. Posee un solo recuerdo de su infancia, siendo el más doloroso y oculto para todos quienes la rodean:

Un 7 de septiembre llega su padre a la casa borracho a altas horas de la madrugada, y ella en ese entonces de siete años de edad, recuerda cada momento, cada tocacion, respiración, y es que ser abusada por tu padre, el mismo que te brindaría amor y protección por toda tu vida, era el que te estaba matando al mismo tiempo.

“No era consciente de lo que me hacía, solo quería que terminara rápido, fue una interminable noche, pero no la última”.

Pasaron los días y el temor de la pequeña y frágil Camila eran cada vez más grandes, con largas semanas sin poder dormir, y cuando lo hacia sufría por las pesadillas, por el temor de que su padre volviese a entrar en su cuarto y cometer lo mismo. Decidió callar solamente por el miedo a lo que podría suceder en su familia. Ella pensó que la destruiría, que todo sería su culpa.

Tuvieron que pasar siete años para reunir el valor suficiente y contarle a su madre todo lo que le sucedió. No le importaban las consecuencias, ella con 14 años ya se sentía muerta por dentro, se había llenado de odio y rencor contra su padre, y es que aún las pesadillas eran constantes y tener que verlo día a día aumentaba más su dolor.

Logró quedar a solas con su madre en la casa y le contó todo, cada momento, con el mas mínimo detalle de éste. Se le hicieron interminables tanto los recuerdos como el describirlos. Luego de una larga charla a solas y con más lágrimas derrochadas que toda su vida, la madre solo reacciona a decirle: “ya lo sabía”; fue después de ésto donde ambas lloraron desconsoladamente. Su hija no la quería abrazar, en tanto que la madre solo repetía “por favor, no le digas a nadie”. Camila en ese momento sentía como se le salía el corazón del pecho, como con cada respiración que daba se ahogaba aún más y los gritos de dolor se convertían en susurros. Como si nada un gran momento de silencio quedó entre las dos y su madre solo le preguntaba una y otra vez: “¿acaso quieres que tus hermanitos crezcan sin un padre?”, “¿Qué dirá la gente?”, “¿Qué dirás tú?” Preguntas que a Camila, al día de hoy con 22 años, aún le dan vueltas en la cabeza, y es que si tu propia familia te rechaza y maltrata de esa forma, ¿en quién más confiarías?

Hasta el día de hoy vive con su padre, solo sufrió abuso una vez, pero posee el miedo constante de si le habrá pasado lo mismo a sus hermanos, o si su madre ha sido violada por él. ¿Cómo ayudarla, si no se puede ayudar a ella misma? Camila ha tenido dos opciones a lo largo de su vida, las que son: confesarlo todo y de esta manera lograr poder dormir en paz en las noches sin el temor de que en la pieza le esté ocurriendo lo mismo a su madre o a alguno de sus hermanos, y la segunda opción es con la que vive, -y como ella relata “la opción del débil”-, que es callar todo. Al fin y al cabo. su madre, quien se supone la salvaría del gran infierno en el que vivió durante 7 años, solo pidió silencio para conservar su marido y la “perfecta” familia que ella creía tener.

Este relato fue otorgado por alguien que prefiere mantener su verdadera identidad en anonimato, sin embargo, todo lo descrito anteriormente fue proporcionado por amigos para poder sacar a la luz todo lo que vivió una gran persona, hechos que hasta el día de hoy tenía ocultos.

Brindaron el testimonio para poder de alguna forma ayudar a todas las víctimas de abusos sexuales existentes en nuestro país, las cuales no son pocas: en los últimos cuatro años mas de 12 mil niños y niñas han sido víctimas de abusos sexuales, tanto reiteradamente como en una sola ocasión.

Quiero invitar a todos los seguidores de Revista Inbox a escuchar y ver lo que hay a su alrededor, porque nadie esta ajeno a sufrir abuso, acoso o violación, un rasguño, moretón, lesión, cambio de ánimo repentino, cierto rechazo a hablar sobre estos temas, entre otras situaciones. Son pequeñas cosas que marcan la diferencia en la vida de una persona que no tiene apoyo en nadie más. Entonces, ¿qué pasaría si tú le brindas tu apoyo? Serías su gran salvación.

Si identificas a alguien viviendo esta situación, te pido antes de denunciar el hecho por favor consuélale, ayúdale a descargarse sin criticarle ni culparle. Aprende a escuchar. Por ejemplo: es mejor no comentar sobre vestimentas o comportamientos provocativos, diciendo algo como “de ahora en adelante, usa ropa más conservadora, para que no te miren ni griten cosas en las calles”. Incluso si así lo crees, la ropa sexy no es una invitación para ser violado o abusado.

Además, es útil resumir lo que está diciendo el otro y ponerlo en tus palabras. Esto reasegura al otro que estás escuchando realmente. Así también, le da la oportunidad de corregir suposiciones equivocadas que puedan haber surgido durante la conversación. Esto es de mucha ayuda si al escuchar te sientes frustrado o inquieto y finalmente usa la frase “sólo puedo imaginar lo que estás sintiendo” en vez de “sé lo que sientes”.

Ayudemos a personas que han sufrido como Camila, brindemos nuestro apoyo a todo aquel que lo necesite. Hoy por ti, mañana por mí.

Recuerda… nunca estarás solo.