ESTAMOS AQUÍ Y TENEMOS VOZ.

Por Violeta Rayen

Esta semana se conmemoraron 111 años desde la Matanza de la Escuela Santa María de Iquique, momento en donde 3600 obreros, pampinos, mujeres, y niños fueron asesinados por exigir y luchar por sus derechos.

Todos alguna vez hemos escuchado hablar de la época del salitre. Se ha escrito del obrero, de la lucha, y del gran suceso que lo sucumbió, pero poco y nada se ha escrito de las protagonistas de gran parte de esa historia: las mujeres pampinas; mujeres que entrelazaron gran parte de la historia que ha estado oculta e invisible.

La ausencia de la historicidad de las mujeres ha sido un hecho que ha marcado una tónica común al momento de recoger relatos del pasado. Esto se ha aceptado y se ha sostenido. Debido a esto, se han desembocado investigaciones históricas de la humanidad, en patrones y experiencias desde la mirada de los varones y, por lo mismo, la presencia de las mujeres aparece como limitada, excepcional, y marginada.

Recuperar esta historia es un acto reinvidindicativo, que habla de procesos de ‘’desentierro’’ de información. Revelar y recuperar la presencia femenina de una forma más compleja e integral. Los movimientos sociales han sido un claro ejemplo del ímpetu femenino en la creación de lo social.

MUJERES EN LA PAMPA

En 1907 las mujeres constituían casi un tercio de la fuerza de trabajo manufacturera; eran costureras, trabajadoras de pulpería, amas de casa, cocineras y hasta prostitutas. Este hecho trajo consigo la sindicalización de las mujeres, con un gran poder organizativo y de movilización. Ellas empezaron a aparecer en los espacios mixtos del movimiento obrero, llegando a tener una participación de un 40,1% en todas las huelgas realizadas.

Entre 1905 y 1907, existía la necesidad de agregar a las mujeres a la lucha obrera de una forma más oficial. Es por esto, que las mancomunales de ese entonces y las sociedades de resistencia exigieron su incorporación en la lucha social.Se empezó a revelar en estos espacios, las características especificas de explotación femenina en los lugares de trabajo, y el cuestionamiento del poder masculino, no solo en las fabricas, si no también en el hogar. Aquí la prensa obrera jugo un rol importante, ya que empezó a hablar de ‘’la doble esclavitud femenina’’ que afectaba a las mujeres. Se llegó a la conclusión de que las mujeres, además de compartir demandas con el conjunto del movimiento obrero, tenían otras de carácter especifico, que se relacionaban con su condición de genero.

Aun así, esto causaba contradicciones en el escenario político de aquel entonces: por un lado se alentaba la lucha obrera junto con las mujeres en un sentido de ‘’igualdad’’, pero por otro lado, en lo íntimo, se seguían reproduciendo patrones hegemónicos, junto a paradigmas tradicionales y conservadores entre ambos géneros, donde las mujeres eran oprimidas por los oprimidos, que en este caso eran los pampinos.

Esto incomodó y molestó a las mujeres: ellas buscaban la emancipación en la vida íntima y también en la pública. Se empezaron a organizar entre ellas y como primera acción, se creó el primer periódico redactado por una mujer (Carmen Jeria), "La Alborada", que proponía promover la participación social femenina.

Un año más tarde, surgió un nuevo periódico de carácter feminista, con una propaganda emancipadora. Este era llamado ‘’La Palanca’’, el cual era de la Asociación de Costureras de Santiago. En ellos, abordaban temas acerca del movimiento obrero de manera general y se creaban artículos donde manifestaban su malestar por la opresión masculina, haciendo un llamado a la emancipación en el hogar, en la calle y en los talleres.

Aparecen también en la pampa organizaciones de mujeres librepensadoras y anticlericales, impulsados por Teresa Flores y Belen de Sárraga. Estos centros son considerados como las primeras organizaciones de carácter feminista del país. Aquí se luchaba contra la moral enjuiciadora latente sobre las mujeres, se promovia el laicicismo, la denuncia de la carestía de la vida y los abusos del sistema de pulperias. Estas fueron muy importantes en la creación de un sentido colectivo identitario en la lucha femenina, organizaban talleres y conferencias de propagación de ideas.

No podemos negar que las pampinas y su participación en la historia, empezaron discusiones políticas que hasta el día de hoy siguen en pie. Olvidar los relatos y la historicidad de nuestras antepasadas es olvidarnos a nosotras también. El ejercicio de memoria es un ejericicio de sentido y resistencia respecto al entrelazado que significo llegar al presente.

Es necesaria la memoria. Reconstruirla entera, sin espacios y con todas las voces. La memoria es acción activa que cobra sentido, más que como una actitud nostálgica respecto al pasado, como una fuente de saber que orienta y activa las acciones del presente. En este sentido, el pasado más que aparecer como algo inmóvil e inmutable, es resignificado de manera tal, que activa, potencia y da sentido al quehacer social actual de todos nosotros.

El ejercicio de mirar hacia atrás, es también un ejercicio de mirar hacia dentro. Por eso es necesario que no se olvide ni una voz.

Salitrera Humberstone, Amelia, Aurora, Angela, Santa Laura, Esmeralda. Mujeres y desierto, timón de lucha y rebeldia.