Un mea culpa

Por Makarena Sierra

Hago un mea culpa, porque en la vida cotidiana que me rodea a veces me olvido de que tener la oportunidad de estudiar una carrera universitaria en este país es casi un privilegio.

La educación superior chilena se caracteriza por ser una de las más caras en el mundo y no es precisamente porque sea una de las mejores o porque la calidad de vida en nuestro país sea un lujo y todos podamos acceder a ella, sino porque responde a un sistema en el que, para poder estudiar, debes venderle tu alma al diablo y endeudarte hasta las patas o acceder a alguna beca demostrando que comes una vez al mes o que ganas menos de $350.000. Para estas, tener una televisión en la casa ya es un lujo.

Desde el período de dictadura la educación ha pasado a ser un bien de mercado, en el que uno como estudiante es un consumidor y el conocimiento entregado en las instituciones educativas son el producto. La gratuidad ya no es más que un sueño, un cuento envejecido y sepultado por los principios de un sistema creado por unos pocos para un beneficio individual, en donde cada uno debe financiarse su propio futuro. Para ganar plata, estudias ingeniería, ganas prestigio social y te satisfaces tus propias necesidades. Tú ves cómo te salvas el potito.

Sin embargo, lo que muchas personas parecen aún no darse cuenta es que, si todos tuviéramos acceso a una educación pública y de calidad, se forman profesionales capaces de no solo beneficiarse a sí mismos, sino que beneficiar a todos, poniendo sus conocimientos a disposición de los demás y formando una sociedad capaz de sustentar su propia educación.

Los países lo saben y capitalistas se dieron cuenta y hasta ellos tienen educación gratuita. Finlandia se dio cuenta de esto hace exactamente 40 años y hoy tiene el mejor sistema educativo del mundo. En ese país los profesores son valorados, y no hay competencia entre instituciones porque todas entregan el mismo grado de conocimiento y en igual calidad.

Y si es tan fácil, ¿Por qué no simplemente lo implementamos nosotros también?

Porque aquí en Chile, el sistema funciona y sólo salen beneficiados los bancos, los empresarios y la clase privilegiada. A los demás nos sueltan una que otra beca para dejarnos tranquilos un rato. Si hay gratuidad, no hay negocio.

Es de suma urgencia que tomemos consciencia de lo que significamos en un país que promueve la segmentación y el individualismo entre sus ciudadanos. Debemos investigar e informarnos lo que estamos construyendo inconscientemente porque, aunque el sistema valga mierda, seguimos siendo parte de él. Hay que informarnos, hay que hablar y hay que formarnos como seres humanos críticos y no solamente como otro peón en el ajedrez.