No soy tu perro

Por Valeska Plaza

Caminas por la calle camino a tu casa, en la vereda de enfrente tres tipos te miran y comienzan a silbarte. Más adelante, un hombre te hace un comentario sobre tus piernas. Es sábado por la noche, de vuelta de tomar unas copas, alguien se te acerca para piropearte cuando vuelves sola a casa.

Todas las mujeres en algún momento de nuestra vida hemos recibido un piropo de alguien que no conocemos. Esta “inofensiva” expresión es una de las muchas manifestaciones de acoso callejero que, sin embargo, en la sociedad chilena suele ser vista como una cuestión de galantería.

El piropo se usa como excusa para justificar ciertos comportamientos en la calle. Muchas veces hay un intento de incomodar e intimidar, pero se justifica diciendo que es un piropo. Parece, además, que la persona que los recibe tiene que sentirse agradada y agradecerlo. Si no lo hace, ¿cuál es la reacción? Las mujeres que son capaces de increpar a estos sujetos a menudo son calificadas como lloronas, faltas de atención, feminazis e incluso de poco femeninas por el hecho de defenderse.

Un piropo que parece ser inofensivo, pero ¿qué tan lejos está éste de un abuso sexual?

El acoso callejero es una forma de acoso sexual y es la antesala a otras formas más graves de violencia sexual. Algunos ejemplos de acoso callejero son los siguientes: miradas insistentes, silbidos, susurros (al oído), tosidos, chistar (llamar la atención de alguien con el sonido chist), llamadas insistentes (“oye hermosa”), piropos (halagadores, ofensivos, ingeniosos, bromistas), toqueteos y manoseos sorpresivos y momentáneos, actos de exhibicionismo o masturbación y hasta eyaculación.

Y a pesar de que muchas personas no consideran el acoso callejero como violencia, hay que seguir asegurando que sí lo es, además de ser algo no deseado que ocasiona en las mujeres impactos negativos, como temor a transitar solas por las calles, demoras innecesarias al evitar ciertas zonas consideradas inseguras, gastos extras para poder costearse transporte privado, dependencia de otros hombres (padres, hermanos, parejas, entre otros) a quienes pedir compañía y protección en las calles, abandono de centros de trabajo (si la zona del trabajo es considerada insegura para una mujer), entre otras situaciones.

Y a pesar de que muchas personas no consideran el acoso callejero como violencia, hay que seguir asegurando que sí lo es, además de ser algo no deseado que ocasiona en las mujeres impactos negativos, como temor a transitar solas por las calles, demoras innecesarias al evitar ciertas zonas consideradas inseguras, gastos extras para poder costearse transporte privado, dependencia de otros hombres (padres, hermanos, parejas, entre otros) a quienes pedir compañía y protección en las calles, abandono de centros de trabajo (si la zona del trabajo es considerada insegura para una mujer), entre otras situaciones.

Esto lleva a una conclusión muy importante: a la persona que dice piropos no le importa en realidad el bienestar del otro o halagarla (ya que eso implica sensación de agrado), sino que se trata de un acto de poder en el cual ciertos varones sienten el derecho de decir algo a una mujer, como si ella debiese obligatoriamente aceptarlo.

Si bien, con la nueva ley que se presentó en el congreso (Ley de respeto callejero) que busca sancionar aquellas actitudes cometidas en vía pública que puedan ser consideradas acoso sexual, a través de multas para aquellas conductas de carácter sexual sin contacto físico y penas para aquellas que tengan dicho contacto, en esta NO entra como sanción los simples piropos realizados diariamente.

Entonces… ¿hasta qué punto las mujeres tendremos que soportar el acoso callejero que nos intimida de día y noche, en la calle, los trabajos y escuelas? ¿Por qué tenemos que soportar tales humillaciones solo por hecho de ser el “sexo débil”? Es lamentable que el salir a marchar por nuestros derechos sea caracterizado como vandalismo, y si nos quedamos calladas somos cobardes y, a pesar de las miles de víctimas que existen, éstas no poseen ninguna ayuda por alguna entidad del gobierno.

¿Pero se puede vivir en una sociedad en la cual puedas vestir como se te de la p*ta gana? SÍ, sí es posible y es solo cosa respeto, tanto para la mujer como para el hombre por el simple hecho de que somos seres humanos y tenemos este derecho a ser respetados por los demás. ¿Por qué escondernos detrás de bufandas, pantalones, sweaters y muchas prendas en verano, cuando podemos lucir bellas y radiantes con un lindo vestido? Estamos avanzando en el movimiento feminista, entonces ¿por qué no apoyarnos si una de nosotras sufre acoso en la calle?