Machete al machote

Por Violeta

El pasado 26, fue un día decisivo para todas las mujeres. Un día en donde todas nos sentimos pisoteadas, devastadas, abandonadas. Ese día se hizo pública la sentencia de “La Manada”: un grupo de 5 hombres quienes violaron a una mujer de 18 años en el Festival de San Fermín el año 2016. La resolución públicamente expuesta determinó un abuso sexual reiterado y no por violación, lo que acaparó 9 años de condena y no los 22 años que se exigía con todos los cargos, incluyendo la violación.

La historia nos toca a todas: ella podría haber sido cualquiera. Todas en algún lugar y algún momento de nuestra vida, hemos sufrido la violencia de género en cualquiera de sus múltiples formas y sabemos que, cualquier día, algo así también nos puede suceder.

Cómo leí y escuche una vez entre conversaciones de amigas : ‘’yo prefiero que me maten a que me violen’’. En una sola frase se define todas las opciones que como mujeres tenemos en el mundo. Es decir: si te resistes, mueres; si no te opones, es porque en verdad no lo estabas pasando tan mal. Todas nos hemos visto reflexionando en qué haríamos si nos llegara a suceder, algunas elegirían la justicia por sus manos, otras resistirse, y otras ‘’cerrar los ojos y que todo pase rápido’’. La chica del caso de la manada, decidió que quería vivir. Pero ¿a qué costo? Al costo de ser humillada en una sentencia judicial vergonzosa y desconcertante.

Lo que la justicia y esta sentencia en particular nos dijo entre líneas es muy claro y al mismo tiempo angustiante: en el caso de que sufras violación, quien debe ser más explícita y racional debes ser tú. Cuando estés siendo víctima de uno de los peores horrores que te puede pasar en la vida, debes ser tú quien debe dejar en claro –aunque te cueste la vida —que no deseas lo que te está sucediendo. “Yo prefiero que me maten a que me violen”. Existió en el juicio un caso peculiar:


el juez Ricardo González pidió la absolución de los cinco violadores a todos los delitos que se les imputaban. Para él, en la grabación de la violación ‘’no vio atisbo alguno de oposición, rechazo, disgusto, asco, repugnancia, negativa, incomodidad, sufrimiento, dolor, miedo, descontento, desconcierto o cualquier otro sentimiento similar. La expresión de su rostro [de la víctima] es en todo momento relajada y distendida y, precisamente por eso, incompatible a mi juicio con cualquier sentimiento de miedo, temor, rechazo o negativa”. Lo que para los policías de Navarra eran ruidos de dolor, para González eran gemidos de placer.

Un ejemplo claro de que la pornografía hecha por y para hombres se cuelga hasta en los juzgados. Otro hecho impactante de mencionar: estos hombres tenían un grupo de WhatsApp donde comentaban cómo violar mujeres y, en algunos casos, usar drogas para ello. Se reían. No eran cinco en ese grupo; eran veintiuno. Hacían burlas, se jactaban de ello. No eran cinco, eran veintiuno. Más testigos, más complicidad de todo en ese asqueroso escenario. Ninguno habló. Es así mismo que en este grupo se mandaban videos.

Existe un video de prueba de la violación, un material bastante explicito –no solo el peritaje y el testimonio de la víctima—, pero a pesar de ello, hay dudas entre los jueces respecto a concluir si fue realmente violación. Lo que da para pensar: ¿qué pasa con todas las mujeres que no tienen más que su dolor y su palabra para llevar a cabo un juicio por violación?

Finalmente, es cierto que solo por nacer en un cuerpo de mujer corremos con una violencia sistemática en nuestras espaldas. Violencia que se va reproduciendo de una forma bestial en nuestra concepción del mundo, en los ejercicios de poder que la misma sociedad va modificando para que nuestros cuerpos tengan un etiquetado de públicos.

Ejemplo de aquello fue la reciente noticia de Ámbar: una menor de un año y 7 meses, violada y que terminó muerta. ¿Su único error? Haber nacido mujer en un mundo enfermo y patriarcal. Así miles de casos, algunos que pasan desapercibidos en un mundo que ha llegado incluso a normalizar la cultura de la violación. En México, cada dieciocho segundos es violada una mujer; en India, cada media hora; en España, cada ocho horas; en Chile, diecisiete casos en veinticuatro horas. Si no nos armamos, nos cargan a todas. Lo que es yo, prefiero cargar con el peso de un violador muerto en mi mochila y no con el dolor inacabable de las mujeres.