JORNADA REGIONAL SOBRE NIÑEZ Y ADOLESCENCIA
Nuevos tiempos, nuevas infancias, nuevos problemas
En contextos como el actual, de profundos y vertiginosos cambios socioculturales como el que nos toca vivir, y en el que hoy nos encontramos preocupados por el avance de ciertas tendencias biologicista que nos proponen interpretar todo tipo de “problemas” con los que nos interpela la vida cotidiana, como si éstos sólo pudiesen pensarse en términos de “trastornos mentales” producto de “deficiencias neurológicas” portados por los individuos, y que por esto pueden y deben ser “eliminados” rápidamente apelando a su medicalización, parece necesario que hagamos un alto en el camino para recordar, en principio, un asunto no menor que no debiéramos perder de vista, a riesgo de hipotecar con esto nuestra “humanidad”. Como se sabe, la subjetividad no viene “dada”, sino que ésta se va constituyendo, de manera particular durante los primeros tiempos de la vida, a través de un complejo proceso que se entreteje de época y contextos.
Desde esta perspectiva, es que la importancia de generar espacios como éste, que nos permitan reflexionar en cómo estas nuevas condiciones epocales nos están afectando como sujetos sociales, qué efectos y nuevos sentidos están produciendo en nuestros estilos de vida y como consecuencia, en la crianza y educación de la niñez y adolescencia contemporánea, al impactar de lleno en sus procesos de subjetivación.
No son pocos, ni simples, los problemas que de esta circunstancia surgen.
Además, éstos aparecen complejamente vinculados unos a otros dando lugar a la emergencia de novedosísimos modos se ser y estar en el mundo.
Nos encontramos así, ante niños, niñas y jóvenes que cotidianamente nos interpelan tanto en la clínica como en las aulas, con modos de pensar, jugar, comunicarse, comportarse y aprender que muchas veces suelen generarnos sentimientos de profunda “extrañeza”
porque no responden al “modelo ideal de niño moderno” con los que esperamos encontrarnos, de acuerdo con los manuales con los que fuimos y aún hoy seguimos formándonos como profesionales de la salud, lo social o la educación.
En estas condiciones, seamos francos, resulta muy difícil “entenderlos” y por consiguiente “atenderlos”.
¿Será por esto -me y les pregunto- que cada día son más los chicos que vemos circular por las escuelas portando diagnósticos de ADD-H., una sigla con las que se los etiqueta y que alude de manera paradójica a trastornos producidos por ciertas “deficiencias en la atención”? Al respecto y en función de lo que venimos planteando, la pregunta que se nos impone entonces, en relación a los mismos, nos convoca a replantearnos acerca de la pertinencia de atribuirles “a ellos” una deficiente capacidad para prestar atención, sobre el “supuesto”, además, que esta “discapacidad” sería simple y excluyentemente de etiología biológica. Y también -por qué no- en el mismo sentido, hacer extensiva esta cuestión a otros “diagnósticos de moda” con los que actualmente se rotulan a no pocos chicos de TGD, TEA, TEL, TOD, etc., para someterlos luego a programas reeducativos de adiestramiento conductual combinados con la administración de drogas psicoactivas cuyos efectos secundarios aún se están estudiando.
Al respecto, resulta una tarea impostergable, ante esta especie de “epidemia” de niños identificados y clasificados con etiquetas que se les abrocha, casi como un “alias”, junto a su nombre propio, reconsiderar las principales características epocales en las que se encuentran inmersos, se crían y se educan hoy los niños, niñas y adolescentes, de modo de hacernos cargo como sociedad de los que les pasa y expresan en los distintos espacios sociales por los que transitan.