¿Trujillo al garete?

Todavía no hay una conciencia empresarial masiva que la inversión en eventos artísticos y culturales fortalecen su marca.

10 de diciembre del 2022

GERARDO

CAILLOMA


gcailloma@gmail.com


El caldeado clima político nacional y local siempre busca tocar un fondo más profundo que el anterior. Hundidos en aguas profundas, Castillo ha caído y su futuro es bastante tenebroso. Pero eso ya pasará con un buen sistema judicial, el cual tampoco es una buena pera en dulce; es más, tantas evidencias de corrupción por todos lados nos hacen dudar que haya una buena práctica de justicia alejada de las mañas vindicativas, tan usuales en nuestra sociedad. Pero, tamaña situación ha hecho que una serie de hechos estén pasándose por alto (mientras haya este ruido político seguirá así). Trujillo está viviendo una ambigua situación en una administración edil que ha ido haciendo agua durante y tras la pandemia, y ahora vemos una bizarra confrontación que pasará pasivos pesados a nuestra ciudad. Cuando escribo este artículo, la eterna novela rocambolesca de los últimos alcaldes trujillanos, historia que llena la primera plana local y, quizás, se convierta en comidilla de la nacional; como repito, mientras haya permanente ruido gubernamental, el panorama trujillano se ve incierto. Estos días de fiesta han hecho que nuestra atención se disipe.


Sin embargo, la situación macroeconómica no se ve tan terrible pese a tener un horizonte plagado de amenazas externas (dólar, guerra de Ucrania, restricciones sanitarias, encarecimiento de los combustibles) y frecuentes jaleos políticos y potentes turbulencias sociales. Pero otros rubros sí son un verdadero fiasco a pesar de la triste experiencia vivida: salud, educación y cultura. La semana pasada escribí en otro medio periodístico un poco de la educación, tema del cual hay muchos pendientes aún, tanto en lo escolar como en lo universitario. Pero otro es el cultural, un campo que ha querido levantar cabeza durante el 2021 y el 2022, pero que aún se encuentra bastante rezagado. La presentación de la Alianza Francesa de Trujillo que exhibía los logros culturales y artísticos del año que acaba y las propuestas para el 2023 estuvo centrada en alianzas estratégicas para crear sinergia con diversas empresas de la ciudad. Todavía no hay una conciencia empresarial masiva que la inversión en eventos artísticos y culturales pueden fortalecer su marca. No obstante, van apareciendo más empresas, grandes y pequeñas que han apoyado y acompañado las atractivas temporadas de teatro, música y danza que el Gran Teatro UPAO ha realizado este año; así como otras instituciones lo han hecho en otros eventos de menor repercusión cuantitativa, pero de valor cualitativo para la colectividad trujillana, tal como lo presentó la Alianza Francesa. La vida cultural sigue efervescente, pese a la indiferencia de organismos locales. Exposiciones de pinturas en diversas galerías, conferencias y presentaciones de libros, actividades musicales y de danza, salas de teatro activas pueblan la cartelera. Mientras las autoridades centradas en cubrir sus mediocridades, han pasado por alto actividades grandes como la Feria del Libro. Como comentaba la semana pasada, una buena celebración vallejiana hubiera constituido una buena agenda cultural en el 2022. Y esto va para otros cientos de eventos que deberían devolver el brillo cultural que caracterizó a la ciudad. Pero no sólo pasa en el mundo político. Universidades grandes de nuestra ciudad brillan por su ausencia, salvo la UPAO y la UNT. Las universidades, gestoras de la conciencia ciudadana, están lejos de generar espacios que llamen a la academia y las artes; o no cuentan con una buena difusión para invitar a la ciudadanía.


En esta semana ha habido movida musical, literaria (presentación de libros), fuera de dos exposiciones notables que no pueden ser pasadas por alto: los bodegones de Juan Pedro Egoavil en la muestra “Amor al arte” en la Fundación Cultural del Banco de la Nación y la instalación Arqueología del Futuro: Poéticas territoriales del artista trujillano Gonzalo Fernández en la Alianza Francesa. Ambas exposiciones merecen una visita para apreciar el preciosismo de un trabajo pictográfico del maestro Egoavil, rememorando a los maestros flamencos del XVII y la fusión cultural de la cultura europea con los productos nativos. Ver chirimoyas, membrillos, limas presentadas en ese estudio técnico visual y cromático de la naturaleza muerta de un bodegón conmueve por el mensaje que subyace en cada cuadro. Mestizaje puro, luz andina y costeña que iluminan productos humildes como lo hizo Neruda con sus Odas elementales y los frutos sencillos de la tierra y del pueblo. Delicado y viril, luz y sombra, vida y quietud. Esta exposición va hasta el último día de mes y del año. Por otro lado, la propuesta de Gonzalo es muy interesante, reflexiva y dolorosa frente a una ciudad valiosa que va cayendo por la angurria de poderosas y la indiferencia de su población y autoridades. Como ciudadano y artista trujillano, Gonzalo se interroga y nos pregunta sobre nuestro espacio histórico conformado por su arqueología, su historia, su arquitectura y sus problemas sociales, esos que quieren arrasar con el pasado. Desconcertante, torna los materiales cotidianos y prosaicos como actores de la conformación de nuestra identidad, la que la destruye o construye. Creo que, en momentos como estos, cuando enfrentamos grandes problemas políticos, algunas preguntas son urgentes entre nosotros para crear derroteros gracias a espacios como estos. Vale la pena enfrentarse a ellos.


NOTA: “Ni El Detector ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma”.