Teatro, fiesta en Trujillo

Shakespeare ha sido el dramaturgo más recurrente, directa o indirectamente, y hemos visto a artistas de impecable trabajo actoral que nos han conmovido y reafirmado su gran calidad artística y su bien ganado renombre en las tablas peruanas e, incluso, internacional.

12 de noviembre del 2022

GERARDO

CAILLOMA


gcailloma@gmail.com


Nuevamente, la UPAO nos trajo un regalo para los trujillanos. Hoy sábado 12, culmina una corta temporada que nos ha permitido ver obras y actores que hacen vibrar los escenarios limeños y de otras ciudades en las que se han montado. Shakespeare ha sido el dramaturgo más recurrente, directa o indirectamente, y hemos visto a artistas de impecable trabajo actoral que nos han conmovido y reafirmado su gran calidad artística y su bien ganado renombre en las tablas peruanas e, incluso, internacional.


Con nutrido público en cada función, la temporada comenzó el sábado pasado (05 de noviembre) con Bruno Odar. Confieso haber visto más a Odar en roles cinematográficos o televisivos que en las tablas. En sus papeles en los filmes Octubre de los hermanos Vega o Magallanes del Salvador del Solar, Odar marcó una imagen actoral dentro del cine peruano; también está su participación en telenovelas como Los de arriba y los de abajo o la masiva Al fondo al sitio que lo catapultó a cierto segmento ajeno al cine o al teatro. Empezó en el teatro bastante joven y lo recuerdo vagamente en la puesta en escena de la Cándida Eréndira, basado en el cuento de Gabo, allá en 1984. Reencontrarlo en las tablas en la obra Timón de Shakespeare ha sido grato, magnífico. Odar encarna hasta 8 papeles los cuales son diferenciados por su tono, inflexiones y la imponencia de su voz; con una simple vestimenta, su cuerpo, rostro, brazos y piernas iban marcando los personajes para contarnos una historia que va de la fe hacia el escepticismo con los hombres, con la sociedad, la humanidad. Sus palabras evolucionan de la confianza hacia el ostracismo, hacia una misantropía forzosamente aceptada por las circunstancias que nos van describiendo a su manera cada uno de los 8 caracteres que vemos en escena. Sencilla, pero densa historia de una obra original que Shakespeare no dio por concluida.


La siguiente obra en escena fue el martes 08 con el maestro Alberto Isola que llevó al escenario el monólogo Conversaciones sobre la lluvia del mexicano Juan Villoro. Con una memoria extraordinaria y con juego de escena, como público nos vamos incorporando a una exposición de un tema que es “postergado”, pues el conferencista pierde sus anotaciones y decide seguir adelante con una permanente improvisación. Villoro es un escritor de vasta cultura, sus reportajes son una muestra de lenguaje ligero/culto. El personaje encarnado por Isola es un bibliotecario del cual nunca sabremos su nombre; no es necesario. Su exposición termina siendo una confesión de intimidades que, de pronto, nos damos cuenta de que somos testigos de un ensayo de la intimidad del personaje cuando al final se pone cómodo, en confianza, y decide conversar con su mascota, esa que acompaña a muchas personas que aman los libros y el calor de una casa: un gato. Alguien dijo alguna vez que una casa sin libros y sin un gato no es una casa. De pronto, la escena final es el rincón más íntimo y personal. Isola nos va atrapando con sus recursos corporales, su voz dominada, su papel de profesor con sus gestos y acciones. Algunas veces ciertos roles van marcando (no encasillando, entiéndase) a ciertos actores: a Isola lo recuerdo mucho de muchas obras teatrales que vi en Lima cuando residía en esa ciudad; sus incursiones en el cine le dieron cierto protagonismo, pero es el teatro su alma. Hace poco se le reconoció por sus 50 años por su labor artística.


El jueves 10 tuvimos otra obra también de inspiración shakesperiana: Hamnet. Juego de palabras que sirve también para recordar a un hijo suyo fallecido sin haberlo conocido y cuyo nombre inspiraría su obra maestra Hamlet. Padre e hijo en la escena y en la vida real (Gonzalo y Lorenzo Molina) reconstruyen un hipotético encuentro entre ambos en una conversación en la que afloran los recuerdos, los reclamos, los momentos perdidos y la despedida inevitable que es el pasado, la niñez, la muerte. Diálogos de amor-odio, de ausencia-presencia, de agradecimiento-exigencias. La obra evoluciona de una frescura que viene de un joven atrapado en un limbo que tiene muchísimas preguntas, con juegos anacrónicos que aumentan las situaciones graciosas; hasta llegar a puntos álgidos que pasan en las relaciones frontales de todo padre con su hijo, agravados por el sello de la muerte. Hoy estaremos viendo Yo, Cinna también inspirada en una obra de Shakespeare con la actuación de Salvador del Solar. Ya hablaremos de ello la semana entrante.


Quizás pronto veamos actrices de buena talla que las hay en nuestro mundo teatral y podamos gozar de monólogos femeninos. Quizás haya propuestas osadas; recuerdo haber visto en Bogotá una especial lectura de la obra María de Jorge Isaac representada por tres jóvenes actores, varones todos.


Trujillo está pasando un buen momento teatral. Olmo Teatro está en sus celebraciones por sus 42 años llevando arte escénico al público trujillano, así como las diversas propuestas que El Grito ofrece semanalmente en su formato pequeño. Que siga la fiesta.


NOTA: “Ni El Detector ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma”.