Enmendando el pasado

Varios países han comenzado a saldar sus deudas sociales, históricas y culturales con sus excolonias e, incluso, con su misma población.

25 de marzo del 2023

GERARDO

CAILLOMA


gcailloma@gmail.com


Cuando llegan a tus manos revistas interesantes, estas, como cualquier buen texto, activa tu curiosidad y abre un abanico de conexiones con otros textos, otras situaciones, otras realidades. Mi esposa me ha suscrito a una revista bimensual de historia: Visão História. Esta revista tiene por temas centrales acontecimientos de la larga historia portuguesa, abordándolos de una manera activa, gracias a la participación de diversos académicos de historia portuguesa. Los temas son por demás interesantes, pues se tocan estos desde diversas perspectivas y tratan de mostrar acontecimientos que han sido parte de su acervo histórico, tanto en lo positivo como en lo negativo. El tema tocado en un número especial es el motivo de este texto. En el número 74 de diciembre de 2022, se analizó el espinoso tema del comportamiento colonialista en territorios africanos que estaban bajo jurisdicción portuguesa. En ese entonces, Portugal veía amenazado sus dominios ante la corriente independista tras la Segunda Guerra Mundial. El tema central, contextualizado en las postrimerías de la historia colonialista lusa, era la masacre de Wiriamu en la provincia de Tete, actual Mozambique. Tras la culminación de la gran conflagración mundial, países como Gran Bretaña, Países Bajos, Francia, Bélgica, Portugal se vieron en la necesidad de declarar sucesivas y numerosas independencias tanto en Asia como en África. Movimientos independistas, violentos y pacíficos, surgieron en diversas colonias; así tenemos a Mahatma Gandhi, como Patricio Lumumba, quienes fueron asesinados por manos oscuras por promover la independencia en sus respectivos países. En algunas colonias, hubo masacres sistemáticas contra colonos blancos, como en la actual Zaire o Argelia. Los ejércitos de varios países ocuparon las colonias, exacerbando más los ánimos. Hubo masacres contra pobladores hindúes o congoleños (gentilicio dado a los habitantes del Congo belga). El comportamiento colonial en varios actuales países fue terrible. Por ejemplo, en la India durante la Segunda Guerra Mundial se dio prioridad a la población inglesa (la metrópoli), antes que la hindú u otra etnia; los ingleses usaban sus colonias como sus despensas naturales, “dueños” de la riqueza y la vida de estos habitantes. La hambruna generada mató más de 10 millones de personas. El tratamiento de terror que usaron las huestes encabezadas por Leopoldo II de Bélgica raya con lo insano; este execrable personaje utilizaba este inmenso territorio como su coto de caza y permitió masacres, mutilaciones y vejámenes entre la población aborigen. Ningún país colonialista quería perder su fuente de riqueza vegetal y mineral, cuyos gobiernos veían como natural la expoliación de recursos contra la población nativa. En las últimas décadas, muchos ciudadanos europeos quieren restañar esas profundas heridas generadas en millones de ciudadanos que vieron saqueadas sus propiedades, asesinadas sus familias, arrasadas sus culturas, extirpadas sus creencias en nombre de la civilización. Grandes museos europeos y de Norteamérica, por ejemplo, son repositorios de saqueos que sufrieron muchas sociedades africanas, asiáticas, americanas e, incluso, europeas. Esta restitución con el pasado social autóctono es un largo camino que hay que hacer sí o sí. Por ejemplo, en ese fascículo de la revista previamente nombrada, A contestação à guerra colonial (La protesta contra la guerra colonial) se presentan cómo fueron las respuestas del estado portugués contra los pobladores de sus colonias. Nombra hasta 5 masacres contra soldados, guerrilleros y la población civil. La masacre de Wiriamu estaba pasando inadvertida ante la comunidad nacional e internacional debido a la rígida censura de la dictadura salazarista en 1972. Mas, fue un grupo de sacerdotes católicos quienes decidieron hacer la denuncia en una iglesia, Capela de Rato, a los pocos días; pero la policía secreta también desmanteló el movimiento y envió a la cárcel a varios líderes. Pero la prensa internacional difundió sobre la masacre de más de 400 pobladores de poblados pequeños que fueron mutilados y masacrados por las tropas colonialistas que tenían las órdenes de no capturar prisioneros. Al igual que la triste situación de muchos pequeños poblados de la sierra peruana durante la violenta época del terrorismo, los pobladores de la zona de Tete en Mozambique se vieron entre dos fuegos. Marcelo Caetano, sucesor del dictador Salazar, quería eliminar al movimiento guerrillero del FRELIMO y, en su obsesión, se ordenó masacrar a la indefensa población civil. Muchos militares encargados de la misión colonial ya veían que esto era insostenible y mostraban su desacuerdo con la dictadura de Lisboa. Ellos van a ser los promotores, en cierta manera, de la Revolución de los Claveles en 1975. Los días de la dictadura estaban contados. 50 años después del triste evento, la sociedad portuguesa, sobre todo los hombres que fueron destacados a pelear en las colonias como Angola y Mozambique, miran hacia el pasado para saldar deudas no sólo de ellos, sino de los promotores, el gobierno. Han recibido un pesado pasivo. Tiempo de hablar y construir puentes.


¿Qué relación puede tener este evento con nuestra sociedad? Mucha. Varios países han comenzado a saldar sus deudas sociales, históricas y culturales con sus excolonias e, incluso, con su misma población. Algunos países que saquearon patrimonio cultural y artístico han comenzado a devolver este a sus lugares de origen. Museo Quai Branly de Francia ha devuelto numerosas piezas, así como algunos museos alemanes; el más reticente es el Museo Británico. Algunos museos verán su patrimonio perdido desde su perspectiva; pero es una deuda histórica con muchos países africanos, asiáticos, americanos, oceánicos e, incluso, europeos (caso de Grecia e Italia, por ejemplo). Canadá pidió un perdón público con sus poblaciones nativas al haber divido familias al despojar a sus hijos y enviarlos a colegios católicos o protestantes a “civilizarlos”. Muchos niños murieron y otros, ya de adultos, terminaron consumidos por el alcohol y las drogas; el hallazgo de un cementerio con varias tumbas colectivas anónimas con cadáveres de niños al costado de iglesias despertó la furia de muchos aborígenes quienes incendiaron las iglesias. Situación complicada en la que la “civilización” jugó el papel más indigno contra estas comunidades. Francia, Bélgica, Países Bajos lo están haciendo; hay reparaciones civiles, legales, culturales. 


¿Y nuestro país? El libro Pueblos indígenas de Perú: los invisibles de la República de Gloria Huamán Rodríguez tiene una inmensa lista que el Estado peruano tiene que enmendar. Una lista que nos permite entender por qué está pasando toda esta violencia en muchas partes del país y que muchos no queremos ver. Lo de Bagua, Puno, Ayacucho, un largo etcétera de regiones y provincias peruanas son todas las evidencias de algo que como sociedad estamos en la necesidad de abordar. Pero ante un gobierno en conjunto con unas anteojeras más grandes que las de los burros aguadores hará imposible resolver una necesidad urgente y prioritaria para construir ciudadanía y tener, a fin de cuentas, una nación que trate de incluir a la mayoría de personas y podamos entendernos un poco más.


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