El mundo de las revistas

¿Puede ser Trujillo un espacio que valga la pena que lo difundamos para todos y que también nos podamos ver el ombligo como ciudad con sus defectos y sus logros?

3 de diciembre del 2022

GERARDO

CAILLOMA


gcailloma@gmail.com


El día miércoles 30, durante la visita del embajador francés a nuestra ciudad, la Alianza Francesa hizo una reunión informativa en el que se presentó el plan de trabajo cultural para el año entrante. La Alianza es una entidad que realiza muchas actividades que le dan vida a nuestra ciudad. La presentación convocó a las empresas e instituciones que han auspiciado diversos eventos, tanto nacionales como internacionales, y que han permitido que haya actividades descentralizadas, promovidas desde las provincias para el interés de las comunidades regionales, muchas veces dependientes de una programación que tiende a priorizar la capital. Males del centralismo que se sufre a todo nivel. Por eso hay que aplaudir esas iniciativas que surgen no sólo en la institución gala, sino en todos aquellos promotores y gestores culturales que promueven esta descentralización cultural (como la UPAO, por ejemplo).


Tras la presentación, hubo un ágape en el que hubo charlas generosas diversas motivadas por la cultura y la realidad nacional. Una de ellas es la que quiero compartir en este espacio: el mundo de las revistas especializadas para todo público. Desde muy pequeño, gracias a la iniciativa de mis padres de mi formación personal, siempre tuve revistas que alimentaban mi imaginación y voluntad de conocer. En los 60, fuera del mundo cómic norteamericano y latinoamericano (Condorito, por ejemplo), había otro tipo de revistas que llegaban a los hogares para el entretenimiento familiar. Algunos de nosotros tuvimos entre nuestras manos la famosa Billiken y, luego, una versión mucho más colorida: el libro Gordo de Petete. Pero alguna vez llegó a mis manos una revista de la famosa editorial chilena Ercilla que repercutió mucho en mi curiosidad de niño y adolescente: Hechos mundiales. Esta revista de formato grande reunía textos acompañados de fotos impresionantes sobre temas de la cultura e historia mundial: Las Guerras Mundiales, los mundiales de Fútbol, el Hipismo, la Liberación Femenina, etc.…Temas que, a pesar del tiempo transcurrido, han quedado en mi memoria y fomentaron en mí el interés por la revista como un medio de difusión, formación y entretenimiento que aún no ha perdido su vigencia, pese a que algunas editoriales ya sólo apuestan a la versión digital. Son revistas que tienen contenido de profundidad, pero vulgarizadas para el grueso del público que no tendrá el tiempo, quizás, de ahondar en los múltiples temas que estas pueden presentar. Quiero referirme en esta oportunidad a las revistas históricas. Estas permiten una difusión amable e interesante sobre temas focalizados en hechos históricos. Algunas son famosas por su alcance y difusión como National Geographic, institución norteamericana que tiene un fuerte respaldo económico y académico, y ha solventado una serie de investigaciones en diversas partes del mundo, incluido nuestro país y, sobre todo, la región Norte peruana. El Señor de Sipán fue una extraordinaria “cacería” de editores, redactores, arqueólogos y fotógrafos quienes sacaron números especiales a esta investigación como lo fue el volumen 177, No 6 de junio de 1990. Este número dio un espaldarazo no sólo al proyecto de Huaca Rajada, sino a la Región Lambayeque mostrando imágenes impresionantes de la iglesia indígena de Mórrope o las pirámides de Túcume. Tengo entendido que están apoyando otros proyectos como El Brujo y los recientes hallazgos de Huanchaquito. Estas investigaciones son celosamente preservadas hasta que los responsables de la revista (editores, académicos y la red de auspiciadores) dan el Visto Bueno (Vo Bo) para su publicación y apertura oficial al público. La red que se genera atrae un sinfín de viajeros especializados en un turismo arqueológico que mueve una poderosa industria sin chimeneas tras ella. En ese sentido nuestro país sí es un mendigo “sentado en un banco de oro” por las diversas oportunidades que tenemos en frente y que podrían ser temas de más publicaciones. Además, como solía pasar con los filmes históricos hechos en Hollywood, la visión no deja de tener un sesgo visto por una lupa foránea que puede distar de la óptica con la que vemos nuestros procesos históricos y sociales.


Volviendo a las revistas en sí, hay países que tienen toda una maquinaria que pone en valor su propia historia. Aunque los estadounidenses cuenten con esta publicación, ver las industrias editoriales inglesa, francesa e, incluso, española son de envidiar. Las inglesas History of War, History today, Ancient history, Military History o History son revistas que invitan a la procrastinación por sus extraordinarios y variados contenidos de la historia inglesa, de Gran Bretaña y de sus antiguas colonias (no deja de tener un cierto tufillo colonialista). Las francesas Les cahiers de Sciece et Vie, Actualité de l´Histoire, La Nouvelle Revue d´Histoire, L´Histoire o Historia, como las inglesas, nos acercan al mundo francés y sus excolonias. España tiene en su haber varias buenas revistas: Medieval, Historia y Vida, La aventura de la historia, Clío Historia o Historia de Iberia vieja son revistas con una profusión de información acompañada de una infografía y fotografías atractivas. Portugal tiene una excelente revista: Visᾶo História que permite conocer el rico pasado lusitano. Brasil tiene también las suyas: Revista de História da Biblioteca Nacional (extraordinaria) o História Viva. México tiene diversas revistas de arqueología (ojo) como Saber Ver o Arqueología Mexicana, una notable publicación que pone al alcance de todos los nuevos descubrimientos de una manera atractiva, didáctica y memorable: una revista de regalo. Fuera de la revista Relatos e Historias de México, donde lo oficial, lo profano, lo anecdótico y chismoso se unen para conocer el México de diversas facetas.


¿Y nosotros? ¿No somos merecedores de tener publicaciones en las que los peruanos nos veamos en nuestros hechos históricos notables, en los descubrimientos realizados, en el pasado de nuestras ciudades, en los sucesos de nuestras calles, plazas y avenidas? ¿Puede ser Trujillo un espacio que valga la pena que lo difundamos para todos y que también nos podamos ver el ombligo como ciudad con sus defectos y sus logros? ¿Somos también parte de la historia o somos ajenos a ella, esa que puede convertirse en un material para un público ávido que pueda conocernos a través de relatos, fotos, infografías, estadísticas o simplemente chismes, pero con fuentes a las cuales podemos remitirnos? Ese día surgió una buena idea y algo de esperanza. Redactores, dibujantes, diagramadores, inversionistas, historiadores, narradores. La visión e investigación de ellos lograrán calar en ciertos detalles que están más alcance de nosotros que de la visión exterior, necesaria, pero diferente. Libros sí, pero revistas también. La Escuela de Teatro de Trujillo ya ha lanzado dos números. Los demás quehaceres trujillanos ¿Por qué no?


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