Esa lealtad canibalesca de Diego Trelles

La lealtad de los caníbales es una novela contundente. Es un retrato de nuestra sociedad en la que veremos tantos personajes y acciones que son tan cotidianas y aberrantes a la vez. 

6 de junio del 2024

GERARDO

CAILLOMA


gcailloma@gmail.com


Ya han pasado varios días desde que acabé la trepidante novela La lealtad de los caníbales de Diego Trelles Paz. Tiempo suficiente para liberarte de la vorágine en la que me vi envuelto como lector y ahora tomo la distancia suficiente para ver la solidez de la novela, así como las grietas y pliegues que se puedan ir viendo en su narrativa, en sus historias y en sus personajes. Llegué a este libro gracias a algunas recomendaciones de lectores empedernidos que fueron rápidamente captados por la contundencia de las historias que se van abriendo a medida que transcurre nuestra lectura. La novela está conformada por dos partes: La lealtad de los caníbales y La colmena; está última se subdivide en otras tres, cada una encabezada por una numeración cardinal: uno, dos tres. La primera parte nos presenta a cada uno de los personajes más importantes que vamos a conocer a través de historias tragicómicas hasta llegar hasta el punto neurálgico donde confluyen casi todos estos personajes centrales de la obra: el bar del Chino Tito, regentado por un descendiente de japoneses, muy culto, y en cuyo local se reunían grandes personajes de las letras como actores a los cuales vio lentamente consumirse. Ya había leído en una crítica que el autor había utilizado algunas técnicas referenciales al modo de La casa verde de MVLL y esa gran obra que es La colmena de José Camilo Cela. El bar es un punto de encuentro de personajes que se hallan en un lugar común, pero que muchas veces no comparten experiencia alguna, salvo la de hallarse en este bar, como sucede en la novela de Cela. La segunda parte ya vemos un desarrollo de las historias personales de cada uno de los principales protagonistas y, en dichas historias, van apareciendo y desarrollándose nuevos personajes o los que tuvieron un rol bastante periférico de la primera parte, algunos tan importantes y relevantes (como el caso del sacerdote Alfonso Corradi, la colombiana Blanca y el alucinante Manyoma, cruel y apasionado); y otros que conoceremos brevemente como Rudecindo Contreras y la esposa de Alipio Ponce, Alina. Cada historia se va desenvolviendo gracias a la ayuda de muchos elementos referenciales de la realidad vivida en nuestro país en las últimas décadas siendo la década de Fujimori la que más marque la historia de cada uno de los personajes y que tocarán incidentalmente a los demás. El autor ha ido creando situaciones creíbles y, a la vez, demoledoras que describen la supervivencia de estos seres que se mueven en un submundo limeño, turbio y aplastante. Salvo Blanca, todos los demás personajes, irán cayendo uno a uno, y los supervivientes seguirán sumergidos en su oscuridad; aunque a la colombiana quizás le espere otras sombras a donde se dirija. 

De manera personal, la primera parte es brillante. Como lector te dejas atrapar por la prosa del autor, que te lleva a descripciones cómicas y trágicas, utilizando un lenguaje soberbio y soez, como debe de ser la realidad de estos personajes sombríos. Es el uso de la fuerte replana utilizada de manera precisa y en momentos brillantes que permiten iluminar las escenas. Hubo varios párrafos que releía para poder disfrutar el ingenio, pero también lo macabro que pueden ser momentos de cargada violencia, erotismo y ridiculez. Las descripciones van entre la prosopografía y la caricatura para dar mayor contundencia a sus personajes, tan solos a la larga; pero respeta, pese a todo, a los personajes que se mueven en esa Lima de la última década. La segunda parte sí resiente ese espíritu en el que subyace cierta festividad en la primera parte al conocer a nuestros principales protagonistas: así veremos el alma más oscura de cada uno de ellos: desde Arrabal, el troll fujimorista, hasta Sylvia Arreola, desde Rosalba hasta Sofía, desde Blanca Higuita hasta Ishiguro. Gracias a la técnica del narrador omnisciente, somos testigos de todos los demonios que cargan sobre sus espaldas y de los cuales no pueden desaparecer: las ratas, los manoseos de pederastas, la cocaína, un secuestro. Abrumador.  Para ser un libro que pueda leerse ampliamente en la comunidad hispanoamericana, sí amerita un pequeño glosario (quizás); pero la dinámica de las situaciones en las que se las usa ayuda a dar un significado de las palabras que leemos. Cierra la novela con un epílogo que nos permite entender al comandante Arroyo. Culmina dando un homenaje velado a Ernesto Sábato y su obra Sobre héroes y tumbas. Tiene un sabor de justicia que tarda, pero llega; o de que nadie va a irse de esta vida sin pagar sus deudas. Un pequeño desliz de moralidad. 

La lealtad de los caníbales es una novela contundente. Es un retrato de nuestra sociedad en la que veremos tantos personajes y acciones que son tan cotidianas y aberrantes a la vez. No puedes quedar incólume, pues serías cómplice de lo que estás leyendo ahí. Gracias a Diego Trelles por su novela.

NOTA: “Ni El Detector ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma”.