JAM era un asiduo difusor de autores peruanos y participó en cuanto evento hubo al respecto o terminaba por organizarlo como solía hacer sus visitas al Cusco con sus estudiantes por sus estudios garcilasistas.
24 de setiembre del 2024
GERARDO
CAILLOMA
gcailloma@gmail.com
Hay momentos en los cuales uno recibe una noticia en la que la memoria y el sentimiento te juegan una mala pasada y te desequilibran emocionalmente. José Antonio Mazzotti (JAM) ha muerto. Su deceso el último 05 de septiembre causó tristeza y asombro de amigos, académicos y conocidos. Y la memoria comienza a evocar los buenos y malos momentos que me tocó compartir con José Antonio a lo largo de los años y espacios que lo acompañé. Lo que voy a escribir ahora es una memoria de esos momentos que ahora se agolpan en mis dedos; no fueron muchos, pero sí fueron muy significativos personalmente. A JAM lo conocí en las aulas de la PUCP; no tengo memoria del momento en que entablamos una primera conversación, pero sí hablábamos de literatura y su marcada pasión por la poesía. JAM se sentía mucho más identificado con San Marcos, donde estudiaba también literatura; JAM estaba en plena ebullición en los dos centros principales de docencia del mundo literario; llevaba clases con Carlos Eduardo Zavaleta, Ricardo González Vigil, Luis Jaime Cisneros, por un lado; así como Marco Martos, Antonio Cornejo Polar, entre otros destacados académicos y literatos de ambas universidades. Hizo buenas amistades con varios de ellos, como son los casos de Ricardo González Vigil y Marco Martos; recuerdo una oportunidad en la que íbamos en un micro y nos encontramos con Martos a quien saludó efusivamente y se sentó a conversar sobre concursos y producción literaria. Una vez JAM me invitó a acompañarlo a San Marcos, una visita interesante: las paredes estaban pintadas de todo tipo de eslóganes, sobre todo de Sendero. Cruzamos el pabellón de la Facultad de Letras y CC. Humanas en el que saludaba a muchos estudiantes de literatura; conversamos con algunos de ellos. Fue una buena visita que enfrentó los prejuicios que uno cargaba sobre la UNMSM. Cuando hubo el autogolpe de Fujimori fueron saliendo imágenes días posteriores que mostraban el ingreso del ejército al campus universitario sanmarquino que sacaban las banderolas políticas, pintaban los muros para borrar las consignas o arrancaban los simples afiches artesanales que estaban en los muros o en los pocos vidrios que todavía estaban intactos en aulas o pasadizos, esas imágenes me hicieron recordar esa visita sanmarquina de mano de JAM. Otros de los momentos que siempre recuerdo con gratitud fueron las deferencias que tenía con uno: cuando presentó su primer libro, Poemas no recogidos, el 23 de septiembre de 1981, JAM me dedicó el libro en polaco: Dla Gerardo Caillomavski, z kochane i poezja, Józej Mazzottivski (Para Gerardo Cailloma, con cariño y poesía, José Antonio Mazzotti). JAM sabía de mi pasión por los idiomas; su padre vivió en Polonia por sus estudios de astronomía sobre las líneas de Nazca. No recuerdo si él también vivió por esas tierras eslavas, pero en su casa uno podía ver muchos libros en esta lengua y me mostró una vez un poemario de Pablo Neruda, Crepusculario, en el que mostró ese poema de un solo verso, Agua dormida, que dice: Quiero saltar al agua para caer al cielo. Como había aprendido muchas palabras en ruso, Bodá es la palabra que refiere al agua tanto en polaco como en ruso; el placer lingüístico y poético los viví gracias a esta experiencia en su casa. Muy desprendido él, me regaló un álbum LP de una ópera polaca de Penderecki. ¿Dónde habrán ido a acabar esos discos con tantas mudanzas en mi vida? Durante nuestros tiempos universitarios, JAM realizaba fiestas proverbiales en su casa por lo divertidas que eran como lo accidentados finales que hubo más de una ocasión; se volvieron famosas y míticas en la facultad y en la universidad. Fui a varias, pero una terminó con la agresión de un chico que se había sobrepasado y en otra hubo un conato de balacera; no fui testigo de esta última, pero se volvió casi una leyenda en los pasillos universitarios. Ya cuando trabajábamos juntos en el colegio León Pinelo, JAM hizo una fiesta en la que íbamos quedando pocos; ya casi al morir la fiesta, JAM se acercó a nosotros muy feliz, pues no había sucedido incidente alguno, cuando de pronto vimos a un amigo, Gino, que iba deslizándose por las paredes hasta que su gran masa corporal lo venció y cayó sobre una mesita en la que estaba una Biblia de su madre, muy católica ella. La imagen de ver a JAM tratando de componer los restos de la mesita me vienen a la memoria con una gran sonrisa como la que nos puede venir en momentos tan hilarantes como estos. JAM, por supuesto, no se reía para nada. Me parece que sus padres le habían puesto un ultimátum sobre el comportamiento de los invitados y el estado como quedaba la casa. Ah, qué complicado. A fines del año 1983, el asesor académico y luego director del colegio León Pinelo, León, pidió a profesores como Ricardo González Vigil y Luis Jaime Cisneros algunas propuestas para ocupar la plaza para dos docentes de Lengua y Literatura. Fuimos varios candidatos y al final quedamos JAM y yo. Fue grato saber que íbamos a ser colegas en este nuevo mundo escolar que teníamos por delante. Fuimos “adoptados” por la profesora Esperanza Allemant, quien nos cobijó, protegió y asesoró en nuestro nuevo trabajo. Él tuvo una experiencia un poco dura, pero su enseñanza caló hondo en varios alumnos que lo escucharon y amaron. Cuando puse el comentario sobre su deceso, algunos exalumnos suyos que están en mis redes expresaron palabras de gratitud, admiración y pena, pese a su corto paso de su experiencia escolar. Sé que algunos de ellos empezaron con su camino hacia la literatura e, incluso, una alumna publicó su libro siendo aún escolar gracias a su iniciativa. Fueron esos dos años en los que conocí más su alma sensible y hasta melancólica. Y gracias a su sentimiento y su gran capacidad poética, transformó en palabras, versos, poemas y libros sus experiencias. Así puedo entender, y tal como lo explicó él en algunas conversaciones entre cervezas con Roger Santivañez, muchos de sus poemas fueron sus reflexiones sobre diversos momentos de su vida como estudiante o como novato profesor. De sus clases de lingüística, toma el aprendizaje del signo lingüístico y sus lecturas abiertas para hacer uno de sus más bellos poemas, Yegua es la hembra del caballo. En su segundo libro, Fierro curvo, el poema Apostolado sintetiza todo ese mundo que compartimos en el León Pinelo. Siempre buscó el arte para seguir adelante. Como reza en el epígrafe de su primer libro: “Música, maestro”. Una vez que terminó su experiencia escolar, tomó otros rumbos: sé que lo llevaron por Huaraz trabajando por poco tiempo en una universidad de allí. Nos encontrábamos esporádicamente en algunas reuniones y eventos, JAM estaba un poco desorientado en su horizonte político. Tenía que partir. Se fue a USA y, luego, gracias a amigos primero y luego a las redes sociales me enteré de su trabajo como peruanista trabajando en la obra de Garcilaso Inca de la Vega y posteriormente a César Vallejo. A inicios de este siglo nos visitó por Trujillo y tuvimos una larga conversación en Huanchaco con Raúl Mendizábal y Bethoven Medina. El año pasado, en abril por las grandes conmemoraciones por el octagésimo quinto aniversario de la muerte de César Vallejo, JAM volvió a visitar Trujillo para dar una magistral conferencia. Allí también tuvimos la oportunidad de conversar un poco más, pero estaba un poco cansado y al día siguiente salían temprano para ir a la casa del poeta en Santiago de Chuco. Muchas conversaciones quedaron en el tintero. Me obsequió su libro Poemas posthumanos, un libro que tuvo varios leit motiv, la dura pandemia del 2020 y el centenario de la publicación de Trilce en el 2022. JAM era un asiduo difusor de autores peruanos y participó en cuanto evento hubo al respecto o terminaba por organizarlo como solía hacer sus visitas al Cusco con sus estudiantes por sus estudios garcilasistas. Hizo más por nosotros que esos inefables personajes que infestan el mundo político peruano.
Quiero cerrar con las palabras finales que Washington Delgado escribió en el prólogo de su primer libro un 27 de abril de 1981 anunciando el gran poeta en ciernes que estaba mostrándose al mundo con su obra por “su profundidad imaginativa y su rigor intelectual, su gracia y su frescura juveniles”. Y concluye, “son los versos, evidentemente, de un poeta hondo, grande y sincero”. JAM, escribo esto para no olvidarme y te tomo prestado un verso tuyo:
“Fue un placer departir tan pocas horas infinitas, tantos siglos de minutos”. X, La fuga, Poemas posthumanos, 2022.
NOTA: “Ni El Detector ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma”.