Apoyar al arte de los escenarios y las calles

El fallecimiento de dos artistas musicales en Lima, Manuel Miranda y Ramón Stagnaro, pasó desapercibido para los medios masivos y tuvo difusión relativa en las redes sociales. Si Bad Bunny reventó el Twitter por casi una semana, los nombres de estos dos artistas apenas figuraron en uno que otro boletín oficial virtual.

26 de febrero del 2022

GERARDO

CAILLOMA


gcailloma@gmail.com


En las últimas semanas, diversas noticias del mundo cultural han pasado desapercibidas por el público en general por la notable ausencia de esta información en los medios. El fallecimiento de dos artistas musicales en Lima, Manuel Miranda y Ramón Stagnaro, pasó desapercibido para los medios masivos y tuvo difusión relativa en las redes sociales. Si Bad Bunny reventó el Twitter por casi una semana, los nombres de estos dos artistas apenas figuraron en uno que otro boletín oficial virtual. La indiferencia pública y privada por nuestros artistas es un síndrome incrementado por la escasa difusión que los hace desconocidos en nuestra sociedad. Los responsables, públicos y privados, de apoyar a artistas nacionales y sus trabajos al igual que la labor silenciosa de personas que apoyan a ciertas modalidades artísticas y sus actores (músicos, cantantes, directores, escritores, etc..) no encuentra el apoyo y complicidad de entidades y personas que ayudarían positivamente en su difusión. Quizás los criterios de rentabilidad están más allá de la calidad y el reconocimiento que determinen la prioridad. Quizás.


Trujillo es una ciudad que ofrece muchas opciones culturales y artísticas. La semana pasada hubo tres presentaciones de libros en diversos lugares de la ciudad con una buena presencia de público en los límites permitidos por el protocolo de aforos. Es una buena señal tanto para el ciudadano como para la actividad cultural en general. Por razones diversas, no pude estar en ellas; pero los comentarios son positivos. Pero sí asistí a dos eventos: el concierto de la cantante Victoria Sur en el Teatro Municipal y la visita guiada al Vallejo en Trujillo por Alfredo Mego Montes.


El concierto fue el miércoles 16 y fue acompañada por dos cantautores trujillanos: Beto Arancibia y Paula de Milo. Ambos artistas precedieron a la brillante presentación de la cantante colombiana en su primera gira “Así es como se enamora” en nuestro país. Tanto Beto como Paula tuvieron la oportunidad no sólo de mostrar sus creaciones, sino que tuvieron una buena chance para su crecimiento artístico personal. Dos puntos turbios: poco público (el concierto era como para tener un teatro lleno) y algunos espectadores que no saben comportarse en un concierto en vivo con sus celulares (incluso hablando) y las detestables bolsas de comida chatarra. Pese a todo, el público se sintió maravillado por las canciones que nos iba presentando (gran dominio de escena y carisma) hasta deleitarnos con la canción José Antonio, que con todo el aplomo y atrevimiento de una buena artista nos encandiló. Pero cabe destacar que el acompañamiento de la primera guitarra peruana, Ernesto Hermoza, fue todo un acierto. Una dupla que trabajó a contrapunto, respetando sus espacios e imprimiendo en sus voces e instrumentos el espíritu de su propia identidad y su universalidad. Además, nos regaló la canción que en cierta razón motivó su visita a nuestro país: un homenaje a Chabuca Granda. Un espectáculo para recordar. En su repertorio interpretó canciones de su patria aún sumida en la violencia por lo que usa su canto para construir la paz. He aquí una de las canciones que nos presentó ese día, Camino de la patria: https://www.youtube.com/watch?v=5G8ax15aTwc.


El último sábado, Alfredo Junior Mego me invitó a un proyecto que está desarrollando y que va compartiendo con artistas, gestores culturales y el público general: Los 11 de Vallejo. Alfredo ha creado una interesante propuesta que nos permite ver a nuestra ciudad de otra manera: la del espacio histórico cultural vivo. Son 11 locaciones, todas ubicadas en el Centro Histórico e inicia este periplo en la iglesia de Santo Domingo, cuyo claustro se convirtió en el panóptico (cárcel) de nuestra ciudad casi en los inicios de nuestra República y donde César Vallejo estuvo recluido tras los sucesos de 1920 en Santiago de Chuco. Mego hace un viaje a la memoria de los visitantes y relaciona los espacios que nos muestra con momentos claves del poeta no sólo en su fase creativa, sino en su desarrollo como persona hasta su partida definitiva de Trujillo a Lima y, luego, a Francia. Bares, balcones, casas, paredes se vuelven el vivo escenario para rememorar al hombre de carne y hueso que fue el poeta; sus amores, sus borracheras, sus decepciones, sus inspiraciones, sus olvidos. Mego tiene ante sí un gran tesoro que debe de cultivar en orden para encontrar apoyo en instituciones públicas y privadas con el fin de rescatar el patrimonio cultural de nuestra ciudad. Su circuito puede ampliarse e, incluso, buscar esos lugares que, por el tiempo o el crecimiento urbano, fueron avasallados y que podrían quedar para siempre en el olvido. Coordinaciones con instituciones donde se ubican los lugares de interés se hacen necesarias para poder conocer más los lugares por los que Vallejo discurrió su vida. Cuando estuve en Santiago de Chuco, observé las buenas y, también, malas intenciones de querer relevar un patrimonio. Esta propuesta de Alfredo Mego es de las buenas: la gente debe de acompañarlo, ser más puntuales y seguir su marcha; además, el acompañante debe de conocer la biografía de Vallejo y su tránsito por nuestra ciudad para que se pueda explotar más los tiempos compartidos; o, en su defecto, a medida que crezca esta propuesta se pueda hacer guiados para iniciados o expertos. Es una buena puerta a la cultura y una buena oferta para el turismo cultural de nuestra ciudad.


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