Trujillo era una fiesta

Jóvenes y expertos teatristas crearon una burbuja para personas que venimos de experiencias duras entre pandemias, muertos y líos sociopolíticos. Nos dieron un espacio de humanidad.

09 de abril del 2022

GERARDO

CAILLOMA


gcailloma@gmail.com


Sábado pasado se bajó el telón. Con una divertidísima puesta en escena de un musical español de relectura de la obra clásica Romeo y Julieta, se cerró la primera temporada de teatro trujillano con cinco puestas de escena que fueron el deleite del público. Entre risas, espantos, ritos y maldades, fuimos transportados por jóvenes y expertos teatristas de nuestra ciudad. Las dos últimas obras marcaron nuestras retinas: Las criadas de Genet, tan osado y sensual, tan provocativo y punzante; y el musical español Romeo y Julieta, una singular lectura de este clásico shakesperiano que arrancó risas y suspiros de un público bastante juvenil. Disfruté mucho estas cinco puestas de escenas, pues, a invitación de Omar Tello, pude conversar con cada uno de los elencos y los directores de las obras presentadas: la elección, la evolución, los entretelones, los límites peligrosos a los que puede llegar el actor o actriz, momentos en el que el poder y el dolor están en una fina frontera entre lo que es la realidad y la ficción. Conversar con cada uno de los elencos era un libro abierto de experiencias que permitió, en cierta manera, que el actor se desnude ante el público y nos cuente sus miedos, sus aprendizajes, sus alegrías y ese momento tan singular como es el encuentro entre el artista y su público. Cuando surgía el primer aplauso del público, cerraban un ciclo en que habían dado parte de sus vidas personales para otorgárselas a personajes amados u odiados, respetados o temidos, mimados o detestados: esos son los sinos de un actor una vez que pisa el escenario. Solo ante muchos espectadores que buscan creer que estamos frente a una estoica Chunga, a una cruel Bernarda, un hechicero de almas, una criada díscola o un Romeo arrasado por el loco amor. Sí, crearon una burbuja para personas que venimos de experiencias duras entre pandemias, muertos y líos sociopolíticos. Nos dieron un espacio de humanidad, aunque sea dolorosa, nos haya arrancado rencores, descargado feromonas por las cargas eróticas o risas para aliviar nuestras tensiones. Uno de los momentos más significativos fue la entrega de un reconocimiento a Leonardo Sasso, artista de teatro, argentino que adoptó a Trujillo como su casa. La gente de teatro estuvo ahí.


Pero la actividad teatral no cesa: El Grito y Olmo Teatro siguen con sus actividades en sus propias casas y la Alianza Francesa prepara un proyecto que involucra grupos y las Alianzas del Norte peruano. Entonces, y pese a todo, Trujillo sigue siendo una fiesta.




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