Ante tanta sombra, hay ciudadanos que se niegan a ser envueltos en las tinieblas y nos ofrecen espacios dignos para afrontar los temporales de la vida diaria.
07 de agosto del 2022
GERARDO
CAILLOMA
gcailloma@gmail.com
Aún apabullado por la triste noticia de la muerte del actor Diego Bertie, escribo este texto en el que destaco una serie de eventos sucedidos la semana pasada, eventos bastante positivos que dan una luz esperanzadora en medio de la desgracia artística acaecida este último viernes y la anomia política en la que la grosería, el escándalo y la corrupción son el pan de cada día. Ante tanta sombra, hay ciudadanos que se niegan a ser envueltos en las tinieblas y nos ofrecen espacios dignos para afrontar los temporales de la vida diaria.
Una pareja de amigos ha hecho realidad un sueño: un local artístico en el que combinas delicias gastronómicas en torno al café, esa bebida estimulante algunas veces maltratada por leyendas e informaciones distorsionadas de sus bondades. Mis amigos, Silvia y Lucho, han decidido ir contra viento y marea, y ofrecer a la comunidad no sólo un nuevo espacio gastronómico, sino cultural. Para ello, han inaugurado una muestra doble de dos pintores que hicieron su vida artística (o parte de ella) en nuestra ciudad: Héctor Acevedo y Joselito Sabogal. Héctor vivió muchos años en Trujillo; lo recuerdo en su discurrir creativo, en sus búsquedas personales y la madurez que fue logrando con el transcurrir de los años. Durante su trayectoria trujillana lo invitamos una vez a exponer su indagación personal en algunas de sus obras en la galería de la Alianza Francesa y ver con satisfacción uno de sus merecidos logros al obtener el primer premio en la última versión del concurso Coca Cola. Así, su obra quedó como patrimonio de la anhelada pinacoteca de la ciudad, fuera de las obras que yacen en diversas colecciones privadas de familias trujillanas. Actualmente radica en España, donde está realizando otra exposición. Por otro lado, Joselito también es un artista que va encontrando su lenguaje propio. Algunas obras suyas en diversas exposiciones, tanto de manera colectiva como personal, nos permiten encontrar su identidad y lenguaje con los que nos acercamos a su persona y sus demonios. Precisamente una de sus destacas exposiciones en los últimos años la denominó El averno a fines del 2019 en la Casa de la Emancipación. Joselito ha ido experimentando materiales para poder hallar su propio lenguaje y seguirá ese camino, como lo hace todo artista con sus materiales y sus dudas. Al igual que Héctor, Joselito también emigra hacia el exterior; en este caso, a México. Pero, fuera de destacar el trabajo de estos notables artistas, la labor que se han propuesto Silvia Ponce y Luis Alejandro López es loable, puesto que desafían un contexto complicado en lo económico y en lo cultural. Su ambiciosa propuesta es convertir su espacio en un rincón de encuentros literarios, musicales, fotográficos, entre otros. Y ofrecer al público arte que genera la posibilidad de consumirlo de manera íntima como tangible. Es ahí donde comienza el desafío: un comercio de obras de arte para un público que podría consumirlo y generar un interesante mercado. Hace varias décadas ya, Trujillo tuvo grupos de artistas cuyas obras eran compradas por público tanto de la ciudad como exterior. Un mercado positivo en el que el artista ofrecía sus obras a diversos compradores. Pero situaciones varias fueron reduciendo esas oportunidades y forzaron a la emigración de muchos artistas. Por eso, es atrevida la propuesta de la pareja López Ponce, es poner fe en que la ciudad retome los caminos perdidos por diversas razones. Nuestra cultura artística se ha desplazado, pero propuestas como El Gran Café nos puede devolver las esperanzas.
Por otro lado, también hay espacios en los que vemos otras muestras de osadía. En El Grito Teatro, pusieron la obra de teatro En el borde de la dramaturga Mariana de Althaus dirigida por Sergio Baltazar. Dos actores, Pedro Reyes y José Bazán, interpretan a dos suicidas en un melodrama que arranca risas (por situaciones absurdas) y reflexiones de lo que es el terrible sendero de la soledad y la depresión. En el casual encuentro ad-portas de lanzarse al vacío, va discurriendo un diálogo sobre las historias personales que en su explicación tratan de justificar, a su manera, la fatal decisión que van a tomar. Baltazar ha trabajado el hilo de las emociones en sus dos actores que tuvieron que “enfrentar” a un público que veía el estreno, el espacio donde recién empieza el camino que se ha de andar hasta el último segundo de esta temporada. Algunos vacíos, algunos atropellos, algunas escenas mal comprendidas son el pago de un primer momento, de un estreno en el que los nervios y la incertidumbre juegan su propio tiempo. Reforzar los momentos dramáticos para evitar caer en una parodia de un hecho que arrastra a hombres y mujeres postergados e incomprendidos. A lo largo de nuestras vidas, hemos tenido un amigo o amiga, incluso algún pariente que tomó tan drástica decisión. Injustamente se le tilda de cobarde a aquella persona que está más abrumada por su propia realidad que lo derrota. Esos finos límites por los que una persona se desvanece han quedado más expuestos sobre todo en estos dos últimos años que nos vimos arrastrados en el miedo y el aislamiento. En la obra, los momentos disparatados con los que nos vemos muchas veces enfrentados dan ciertos destellos luminosos que abrigan ciertas esperanzas. Pero el drama es muchas veces más aplastante que la entereza de uno mismo. Cual catarsis, vemos en estos dos personajes a los portadores de nuestra tristeza y miedo, personajes que nos exorcizan alejándonos por los casi cuarenta minutos de ese mundo que afuera espera devorarnos. Habrá que ir nuevamente para ver su evolución, su madurez.
NOTA: “Ni El Detector ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma”.