Trujillo cuenta con diversos museos temáticos. Sin embargo, nuestra ciudad no tiene un gran museo que encierre ese tesoro tangible e intangible. Nos merecemos un museo a la altura de su historia y artes... Un museo holístico. ¿Quién tomará la iniciativa?
14 de mayo del 2022
GERARDO
CAILLOMA
gcailloma@gmail.com
La palabra Museo proviene del latín Museum, que a su vez viene del griego moyseîon (μουσεîον) que se puede traducir como “lugar dedicado a las musas” o mejor “templo de las musas en el Partenón”. Era el espacio en el que las hijas de Zeus y Mnemosine, titánide (τιτáνιδε) de la Memoria, se dedicaban a realizar sus actividades, como la música, la historia, la danza, las letras y la astronomía, precisamente para evocar la memoria en su relación con su madre. A lo largo de la historia del mundo occidental, esta palabra fue adquiriendo nuevos valores semánticos por diversos motivos, pero es la memoria un concepto que subyace en cuanto uno escucha esta palabra. Sí, es el espacio que encierra la creatividad, el ingenio y la memoria de diversos grupos humanos.
A lo largo de los últimos siglos, este espacio va a haciéndose cada vez más compleja y surgen actividades en torno a este espacio, como la museología y la museografía. La palabra Museo definida por la RAE, en sus cuatro acepciones, involucran ciertas palabras claves como institución y lugar, además de exhibición, conservación y estudio. El museo actual debe de reunir estas palabras para denominarse como tal, a mi modo de ver, pues lo que solemos encontrar es una exposición de una o varias colecciones de objetos de diversa índole, pero que no genera conocimiento en el espacio social donde se halla. Un museo encierra objetos de incalculable valor para la comunidad en la que se encuentra, los cuales, lastimosamente, se han ido convirtiendo muchas veces en piezas codiciadas por coleccionistas y traficantes, como ha sucedido con libros u otros objetos antiguos que no encierran un valor artístico, sino históricos (actas de fundación, archivos, un largo etcétera). Aún recuerdo el robo de una serie de piezas de la cultura chimú que fueron robadas en el entonces recientemente inaugurado Museo de Sitio de Chan Chan, escándalo que fue quedando en el olvido. Durante la invasión de Bagdad por las tropas norteamericanas, muchas obras de su valioso Museo de Irak fueron robadas y vendidas en el exterior; todo esto salió detallado en la revista HISTORIA, No 328 del agosto del 2003 que nos da detalles de tan oneroso saqueo. Cada guerra es motivo de convertir el patrimonio de una nación en botín de los saqueadores, sobre todo los militares de alto rango: el retiro de las tropas chilenas de Lima o los saqueos a los museos europeos de uno u otro país, son unos de los tantos ejemplos.
Soy muy aficionado a los museos. Ha sido una forma sintética de conocer un lugar en el que estás “de pasada”. Una ciudad y país organizado cuentan siempre con un museo de la ciudad, ese que reúne los datos, documentos y piezas históricas del sitio que uno visita. Hay ciudades tan ricas en historia que uno se ve en la necesidad de visitar un museo en el que puedas encontrar todos los elementos con los cuales justifiques tu elección turística. Estos museos, con los avances actuales en museografía, nos permiten hacer una interesante inmersión en la historia de la urbe visitada. También hay museos especializados en arte o arqueología. Por ejemplo, el Museo Nacional de Antropología de México, el Branly o el Orsay, son muestras de museos bastante especializados en un tema. También son producto de colecciones particulares de filántropos que ofrecen su patrimonio a la ciudad como el Gulbenkian de Lisboa. También, y es una permanente discusión, los grandes museos son un muestrario de saqueos sistemáticos a los cuales no han escapado muchos países de gran riqueza material y cultural como el nuestro. He visto patrimonio nuestro, prehispánico y colonial, en algunos grandes museos europeos, asiáticos o americanos. Mucho del patrimonio egipcio uno lo puede encontrar en museos como el Kunst Museum de Viena, el Louvre de París, los museos londinenses o neoyorquinos, o los Museos de las Islas de Berlín. En estas últimas ciudades uno puede ver portadas de palacios iraquíes, templos griegos o romanos. Algunos grandes museos como el Branly y los alemanes han comenzado a devolver patrimonio saqueado en varios países africanos y muchos gobiernos, como el nuestro, evitan la venta de cuadros o piezas coloniales, mantos o huacos prehispánicos en grandes galerías norteamericanas o europeas. Se ha devuelto parte del material enviado a EE. UU. luego del descubrimiento de Machu Picchu y se lo puede ver en Cusco. Pero también, desde alguna perspectiva, este patrimonio, quizás, esté mejor en manos de especialistas que pueden preservar este tesoro y no terminar fundido, como le pasó al famoso Tumi de oro; o todo el patrimonio saqueado en Irak, o como sucedió a varios sitios arqueológicos destruidos por fanáticos religiosos o extremistas en ese país o Afganistán. Al culminar la visita al Museo Tumbas Reales de Sipán en Lambayeque hay una sala especial que muestra las piezas recuperadas en diversas gestiones. Sin embargo, y bastante reprochable, también ha habido mucha mala fe de parte de coleccionistas privados que justificaron sus posesiones con un museo para permitir su exhibición, incluso fuera del país. El Museo de Oro de propiedad de los Mujica Gallo se convirtió en el centro de tráfico ilegal de piezas que salían en gira y en el trayecto eran suplidas por piezas falsas para poder comercializar las originales. ¿En manos de quién o quiénes habrán quedado estas obras? Muchas de estas retornaron como valija diplomática. Sólo nos quedarán los recuerdos de las bellas estampillas peruanas editadas en los 60 que usaron estas como contenido de estas.
Trujillo cuenta con diversos museos temáticos: juguetes antiguos, arte moderno, arqueología; algunos por gestión privada y otros, pública. Sin embargo, el patrimonio que tiene nuestra ciudad, un espacio ocupado por siglos, no tiene un gran museo que encierre, precisamente, ese tesoro tangible e intangible. Lima tiene un museo, Museo Metropolitano de Lima, que tiene un espacio que replica el desastroso terremoto de 28 de octubre de 1746 con una plataforma que remece a los visitantes; creo que, como muchas cosas en nuestro país, se estropeó y está en desuso (de ser cierto, qué escasa visión de la gente). A inicios de este año, en una visita sólo a la ciudad de Cusco en sí, he visto los interesantes museos que se han ido creando. El Museo de Arte Religioso en el Palacio Arzobispal, por ejemplo, se ha vuelto en el lugar obligatorio para todo aquel que quiere conocer la riqueza pictórica de la escuela cusqueña. Sin embargo, libros, textos e, incluso, material virtual se hacen necesarios para que uno pueda completar la visita a un espacio como este. Alguna vez hablando con el entrañable Santiago Uceda me comentaba el sueño de hacer un gran museo de la cultura moche en una zona intermedia entre Chiclayo y Trujillo tomando todas las medidas necesarias. Fuera de eso, nosotros como ciudadanos de una urbe con un pasado excepcional nos merecemos un museo a la altura de su historia y artes: arqueología, artes visuales, historia del vestido, su arquitectura, etc... Un museo holístico. ¿Quién tomará la iniciativa?
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